Obama, presidente del mundo
El mandatario dirigirá la reunión de la ONU contra la proliferación nuclear
Después de un duro verano de pelea en el pantanoso terreno de la política doméstica, Barack Obama acude la próxima semana a un escenario mucho más amistoso: la ONU. Obama será el primer presidente norteamericano de la historia que presida una reunión del Consejo de Seguridad, que se reúne a nivel de jefes de Estado y de Gobierno sólo por quinta vez durante toda su existencia, para discutir una declaración contra la proliferación nuclear.
Al tratarse de la ONU -una organización que para el conservadurismo es la morada del diablo-, esta agenda adquiere un gran significado político, con resonancia en la política interior. Durante los últimos ocho años lo que ha hecho EE UU en la ONU ha sido, básicamente, ignorarla, cuando no socavar sus esfuerzos. Uno de los más célebres embajadores de George Bush en Naciones Unidas fue John Bolton, el más feroz enemigo del multilateralismo entre los neocon. La última vez que Estados Unidos destacó por su presencia en el Consejo de Seguridad fue en aquella parodia en la que Colin Powell trató de demostrar con argumentos pueriles -¡cómo olvidar aquel tubito!- la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.
Intentando reparar algo ese desaguisado, Obama nombró como embajadora a una de sus personas de confianza, la profesora Susan Rice, que había sido su asesora sobre asuntos internacionales durante la campaña electoral. En estos meses, Rice ha ido trabajando discretamente para devolver a su Gobierno credibilidad y margen de maniobra dentro de una organización con la que Washington quiere volver a contar.
"EE UU ha cambiado completamente el tono, la sustancia y la práctica de nuestra diplomacia en Naciones Unidas y la relación con la ONU como institución, así como nuestra relación con el multilateralismo en general", asegura la embajadora.
Por su carácter de órgano donde 192 naciones están representadas en un plano de igualdad, la Asamblea General, que se inaugura el miércoles, es frecuentemente un foro socavado por la demagogia y el exhibicionismo cuya eficacia queda reducida a la de servir de altavoz de algunas de las causas olvidadas. Por su parte, el Consejo de Seguridad se ve lastrado por la regla del veto por parte de cinco países, que ya no constituyen un reflejo realista de la situación del mundo actual. - El País
Solo un suceso de gran magnitud hará que el poder realmente entre en las manos de la ONU. Esa hora está próxima y coincide con la "destrucción repentina" sobre los hombres que claman por la Paz.
El mandatario dirigirá la reunión de la ONU contra la proliferación nuclear
Después de un duro verano de pelea en el pantanoso terreno de la política doméstica, Barack Obama acude la próxima semana a un escenario mucho más amistoso: la ONU. Obama será el primer presidente norteamericano de la historia que presida una reunión del Consejo de Seguridad, que se reúne a nivel de jefes de Estado y de Gobierno sólo por quinta vez durante toda su existencia, para discutir una declaración contra la proliferación nuclear.
Al tratarse de la ONU -una organización que para el conservadurismo es la morada del diablo-, esta agenda adquiere un gran significado político, con resonancia en la política interior. Durante los últimos ocho años lo que ha hecho EE UU en la ONU ha sido, básicamente, ignorarla, cuando no socavar sus esfuerzos. Uno de los más célebres embajadores de George Bush en Naciones Unidas fue John Bolton, el más feroz enemigo del multilateralismo entre los neocon. La última vez que Estados Unidos destacó por su presencia en el Consejo de Seguridad fue en aquella parodia en la que Colin Powell trató de demostrar con argumentos pueriles -¡cómo olvidar aquel tubito!- la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.
Intentando reparar algo ese desaguisado, Obama nombró como embajadora a una de sus personas de confianza, la profesora Susan Rice, que había sido su asesora sobre asuntos internacionales durante la campaña electoral. En estos meses, Rice ha ido trabajando discretamente para devolver a su Gobierno credibilidad y margen de maniobra dentro de una organización con la que Washington quiere volver a contar.
"EE UU ha cambiado completamente el tono, la sustancia y la práctica de nuestra diplomacia en Naciones Unidas y la relación con la ONU como institución, así como nuestra relación con el multilateralismo en general", asegura la embajadora.
Por su carácter de órgano donde 192 naciones están representadas en un plano de igualdad, la Asamblea General, que se inaugura el miércoles, es frecuentemente un foro socavado por la demagogia y el exhibicionismo cuya eficacia queda reducida a la de servir de altavoz de algunas de las causas olvidadas. Por su parte, el Consejo de Seguridad se ve lastrado por la regla del veto por parte de cinco países, que ya no constituyen un reflejo realista de la situación del mundo actual. - El País
Solo un suceso de gran magnitud hará que el poder realmente entre en las manos de la ONU. Esa hora está próxima y coincide con la "destrucción repentina" sobre los hombres que claman por la Paz.