lunes, 2 de noviembre de 2009

El Amanecer de Armagedón

Está claro que todos los sucesos convergen en el Clímax. Después de los sucesos posteriores a la Colocación de la Cosa Repugnante que causa Desolación, el desequilibrio mundial provocado por el ataque del Rey del Norte desemboca en la Gran Tribulación, en esa Crisis Mundial nunca antes vista, “desde el principio del mundo”, “ni que nunca volverá a suceder”. Esta Gran Tribulación será más terrible que la experimentada por Jeremías durante el sitio de Jerusalén por Nabucodonosor, en dónde las mujeres por hambre se comían a sus hijos, y más devastadora que la de Jerusalén en 70 E.C.

¿Cómo será la Gran Tribulación? Los sistemas políticos y económicos se tambalearán y desplomarán. Las “lumbreras” de las finanzas caerán. Los saqueos, el hambre y la locura se esparcirán por todo el mundo. Las inundaciones y problemas climatológicos crecerán. El Sistema (la creación del arquitecto Satanás) se derrumbará plenamente y perderá el poder de control sobre las masas humanas. La civilización contemporánea mundial tocará a su fin. La misma globalización hará que la caída sea simultánea. Esto es tan impactante que las mayorías no están preparadas espiritualmente y psicológicamente para los sucesos que se avecinan. “Ni si su plata ni su oro podrán salvarlos”. El dinero se desvalorizará y no servirá en el día de la angustia. Es ahora, que por la Oración hay que prepararse y aferrarse al Creador. Los problemas que tanto nos angustian no serán nada al lado de los acontecimientos de la Tribulación. Si no aprendemos a superarlos confiando en el Padre, ¿cómo podremos estar de pie para el Final de todo? Cuando pensamos en porqué Dios se demora en traer el Fin, ¿sabemos lo que estamos diciendo? ¿pensamos en como será ese Fin? ¿Estamos realmente preparados? ¿Estamos prescindiendo cada vez más del Sistema, o dejamos que nos atrape?

En medio de la tribulación y el ataque de Gog contra los siervos de Dios, ocurrirán fenómenos aterradores en los cielos físicos. Serán más impactantes que los que observó Josefo en el siglo I. Esto concordará con la armonía sincrónica divina que envuelve todo (la Tierra y el Universo y sus Propósitos) y marcará el transito definitivo de la Tierra a la Zona de Luz, pero que significará pasar por área cósmica conflictiva marcada por el cinturón de asteroides. De hecho, en estos momentos ya estamos teniendo evidencias de ese ingreso a la Zona crítica de cambio para la Tierra y la humanidad. Desde ya hace varías décadas hay pruebas científicas de que el planeta está cada vez más cerca de una zona peligrosa del espacio, llena de asteroides.

Empezará entonces Armagedón. Jehová utilizará como armas de guerra las fuerzas de la creación (en armonía con el transito de la Tierra que desequilibra todo): chaparrones inundadores, granizo de tamaño mortífero, lluvias de fuego y azufre, aguas que brotarán desde la profundidad de la tierra, y resonantes descargas eléctricas. Cuando relumbren los medios que Dios utilizará para dar muerte a sus enemigos, la luz será tan intensa de día y de noche que el Sol y la Luna parecerán innecesarios como fuentes de iluminación. Parecerá que se habrán detenido y no funcionarán como portadores de luz, para que los proyectiles radiantes de Jehová den una exhibición de poder iluminador. (Habacuc 3:10, 11.) Abundan los fenómenos naturales que Jehová tiene a su disposición para pelear. Algunos son volcanes y terremotos (Josué 10:11; Job 38:22, 23, 29.)

En este sentido es lógico, debido a las pruebas y concordancias, que las lluvias de fuego y azufre, los granizos impresionantes y “las estrellas que caen del cielo” serán en realidad devastadores meteoros que caerán y aplastarán el sistema en Armagedón. En muchas profecías que aluden al fin, se habla justamente de estas “armas” utilizadas y guiadas por Dios para destruir el sistema material. (Véase por favor Ezequiel 38: 22, 23; Isaías 30:30; Mateo 24:29; 2 Tesalonicenses 1:7-9; Revelación 6: 12-17; 8:7-12; 16: 16-21). Ya que en la antigüedad no se descubría todavía la realidad científica de los meteoritos (desde la Edad Media se comenzó a estudiar el fenómeno, tampoco se había acuñado la palabra “meteorito”), los escritores bíblicos describían, según el lenguaje de su época, acertadamente lo que “veían” en su visiones, “como granizos”, “piedras de fuego”, y “estrellas que caen del cielo”. Es evidente que no podríamos tomar de manera literal aquel lenguaje pensando que las estrellas (que son miles de veces más grandes que la Tierra) caerían al planeta. Más bien, desde el punto de vista de un observador terrestre (y descrito por un hombre de la época), los meteoritos llegando a la atmósfera de la Tierra efectivamente parecerían “estrellas que caen del cielo”. Esto no debería sorprendernos ya que hoy también es común para llamar a este fenómeno el nombre de “estrellas fugaces”. Es interesante que en muchas ilustraciones cristianas aparecen estos objetos cayendo a la Tierra durante el fin.

Segunda de Pedro 3:12 dice algo muy claro sobre estos elementos de destrucción: “Sin embargo, el día de Jehová vendrá como ladrón, y en este los cielos pasarán con un ruido de silbido, pero los elementos, estando intensamente calientes, serán disueltos, y la tierra y las obras que hay en ella serán descubiertas”. Estas palabras han sido interpretadas simbólicamente aludiendo a los componentes sociales del sistema que caerán. Sin embargo, ya que la mayoría de las profecías esconde un cumplimiento simbólico y literal, es interesante ver las expresiones en su significado literal. “Los elementos” significa literalmente “los cuerpos celestes”. Cuando dice “serán disueltos”, significa literalmente “serán soltados”. Y “serán descubiertas” significa “serán quemadas”.

Así que este pasaje quedaría profundizado y descifrado de la siguiente forma:“Sin embargo, el día de Jehová vendrá como ladrón, y en este los cielos pasarán con un ruido de silbido, pero los cuerpos celestes, estando intensamente calientes, serán soltados, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas”. Esto sin duda es una clara alusión a los cuerpos celestes o meteoros que serán soltados (caerán) a la Tierra y quemarán la civilización. Esto armoniza con el contexto del capítulo (2 Pe. 3:5-7) que contrasta los medios usados en la ejecución del sistema antediluviano y los medios empleados en la destrucción del sistema actual. En el pasado se usó agua (que fue literal). Es lógico que el fuego (producto de las colisiones de los pequeños meteoritos) sobre las grandes “obras” y ciudades modernas sea también literal. Obviamente la frase “los cielos y la tierra” son símbolos del sistema actual, pero el medio de ejecución usado es literal, tal como el mundo de Noé (no el planeta) fue destruido por agua literal.

Es razonable pensar que la destrucción no será en forma de grandes asteroides que impacten constantemente sobre la Tierra. El planeta desaparecería. Más bien estos se “fragmentaran” debido a su ingreso, o debido a que las fuerzas militares tratarán de destruir con sus mísiles los medios de la destrucción. De hecho, la visión de Daniel compara al Reino a una gran montaña que aniquila a los reyes. Pero éstos darán la pelea contra Dios y los ángeles que dirigen a sus proyectiles desde los cielos. Por lo tanto, caerá una lluvia de meteoros que causarán gran devastación sobre las obras humanas y las fuerzas rebeldes. Juan en el capítulo 16: 21 de Revelación (dónde describe el Armagedón) habla de una lluvia devastadora de un granizo grande, cada uno con un peso de un talento (20,4 kilos). Solo del espacio exterior podemos esperar semejantes piedras, tal como en un estado norteamericano uno de estos proyectiles perforó un vehículo estacionado.

En el venidero “día de pelea”, Jehová también usará la peste y “el azote”. De esto escribió el profeta Zacarías: “Esto es lo que resultará ser el azote con el cual Jehová azotará a todos los pueblos que realmente hagan servicio militar contra Jerusalén: Habrá el pudrirse de la carne de uno, mientras uno está parado sobre sus pies; y los ojos mismos de uno se pudrirán en sus cuencas, y la lengua misma de uno se pudrirá en la boca de uno”. (Zacarías 14:12.) Las radiaciones de los elementos de guerra causarán efectos similares a los ocurridos en Hiroschima, y los pocos inicuos sobrevivientes se caerán en pedazos.

El azote ¡silenciará las bocas que se hayan abierto para dejar salir amenazas aterradoras! ¡Las lenguas se pudrirán! La visión fallará, y los atacantes de ojos fieros no sabrán en qué dirección lanzar sus ataques. ¡Se les pudrirán los ojos! Los músculos de guerreros poderosos perderán la fuerza mientras ellos todavía estén de pie... no cuando estén sobre el suelo como cadáveres. ¡La carne que cubre sus estructuras esqueletales se pudrirá! (Compárese con Habacuc 3:5.)

“El azote” hiere súbitamente a sus campamentos militares. ¡El equipo móvil para el ataque queda paralizado, inutilizado! (Zacarías 14:15; compárese con Éxodo 14:24, 25.) Estas palabras de Zacarías 14:6 muestran lo inútil de su equipo militar: “En aquel día tiene que ocurrir que no resultará haber luz preciosa... las cosas estarán congeladas”. No brillará sobre ellos ninguna luz celestial de favor divino. Las luces artificiales de la ciencia moderna no eliminarán la oscuridad de la desaprobación divina. Los objetos y artefactos para diversas operaciones quedarán inmovilizados, como atiesados por el frío... congelados. Las fuerzas militares, las últimas en sobrevivir a la tribulación, serán aniquiladas pese a sus esfuerzos por disparar a los cielos.

¡Todo esto ciertamente es aterrador! Pero al terror se añadirá la confusión que Dios agitará entre los que atacan. Se desbaratará la unidad de acción de los que ataquen a los siervos de Jehová. Como gladiadores en una arena de combate romana a quienes se les hubiera cubierto la cabeza con un casco cegador, unos atacarán a otros sin saber a quién hieren. Por todas partes habrá letal confusión y degüello mutuo. (Zacarías 14:13.) En vano con sus mísiles nucleares tratarán de detener los meteoros de la destrucción masiva sobre ellos. Esta lluvia provocará un efecto (como ondas) similar a una tormenta que asolará la superficie de la Tierra (mas no destruirá el planeta) y destruirá la civilización limpiando y desinfectando el Planeta (véase Jeremías 25:32,33 compárese con Revelación 7:1). Las grandes metrópolis con sus rascacielos como elevadas torres de las esquinas quedarán reducidos a ruinas tal como las antiguas civilizaciones son montones de escombros (Sofonías 1:14-18).

Será enorme la destrucción masiva que ocurrirá en ese día trascendental, porque las fuerzas que se habrán congregado en apoyo de Gog en esa batalla serán tremendas. (Revelación 19:19-21.) Ese conflicto será verdaderamente global, porque ninguna parte de la Tierra escapará de la destrucción. Además, los que sean eliminados en Armagedón no serán colocados en sepulturas con lápidas que conserven su memoria. Aves de toda clase, y bestias del campo, participarán de los beneficios del triunfo de Dios y, al mismo tiempo, ayudarán a limpiar la Tierra de los muchos cadáveres quemados o semiquemados que estarán regados sobre el terreno como abono, sin ser lamentados, sin ser enterrados, aborrecidos por los sobrevivientes. (Ezequiel 39:1-5, 17-20; Revelación 19:17, 18.) “Los muertos por Jehová” se habrán ganado infamia eterna. (Jeremías 25:32, 33; Isaías 66:23, 24.) La civilización actual habrá desaparecido. Armagedón habrá concluido.

Ante la descripción fuerte, aterradora pero real del Armagedón, muchos sin duda se preguntarán: ¿pero como sobreviviremos? ¿quedaría algo en pie con semejante juicio? ¿cómo se salvarán los siervos de Dios? La respuesta: Los Ángeles de la Cosecha.

Los ángeles tendrán una intervención destacada en el Armagedón. No solo serán ejecutores, sino que también rescatarán a los escogidos para sobrevivir (véase Mateo 13:39; 49; Mateo 24:31; 1 Tes. 1:7,8). Pero, ¿cómo lo harán? No lo sabemos, ya que será sorpresivo, y no sería apropiado que los enemigos de Dios se enterarán de los detalles.