jueves, 18 de noviembre de 2010

Una reflexión sobre la Cena del Señor

Los lectores saben que he analizado abiertamente algunos asuntos que harían palidecer a muchos. No tengo reparos en aceptar el mensaje claro de la Palabra de Dios. Por lo tanto, pueden confiar en que en éste estudio seré sumamente sincero.

Como he señalado antes, la posibilidad de ser considerado  un "Hijo de Dios" es algo posible para todo cristiano. He escrito algunos estudios claros sobre tal asunto. No depende de la esperanza de la persona tener ese privilegio. Sin embargo, el asunto de participar en la Cena del Señor es más complejo y no es tan simple como para reducirlo a un deseo emocional. La Biblia, y no nuestros deseos e ideas es lo que nos muestra la verdad categórica. Si no aceptamos la revelación de la Biblia caemos en el mismo exceso de quienes la pasan por alto. Nuestra investigación no puede estar sometida por lo que deseamos.

Al respecto, según lo que he investigado, la condición de ser Hijo de Dios no tiene que ver con participar de los emblemas de la conmemoración. Sin embargo, ésto último no es aplicable para todos los cristianos. La revista la Atalaya en una ocasión dió una explicación muy acertada:

Por supuesto, la fe en el sacrificio de Jesús es vital para todos los que han de adquirir el perdón de Dios y la vida eterna, sea vida en el cielo o vida en una Tierra paradisíaca. Cristo mostró esto en Juan 6:51-54: “Yo soy el pan vivo que bajó del cielo; si alguien come de este pan vivirá para siempre; [...] el pan que yo daré es mi carne a favor de la vida del mundo [de la humanidad redimible] [...] El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”.
Sin embargo, debe notarse que Jesús no dirigió esas palabras solamente a sus discípulos. Un día después que Jesús hubo alimentado milagrosamente a miles de personas, la muchedumbre acudió a él en el área de Capernaum. Aquella muchedumbre entabló una conversación con él, y las palabras de Juan 6:51-54 fueron parte de esa conversación. Por eso, Jesús no estaba hablando principalmente a sus discípulos cuando dijo que él era el figurativo “pan [...] que bajó del cielo” que ofrece más duradera posibilidad de vida que el maná que se había comido en el desierto. (Juan 6:24-34.)
Al considerar aquella experiencia de la antigüedad en el desierto, recuerde quiénes habían salido de Egipto hacia el desierto. Fueron ‘los hijos de Israel en número de seiscientos mil hombres físicamente capacitados a pie, además de pequeñuelos, y una vasta compañía mixta’. (Éxodo 12:37, 38; 16:13-18.) Entre aquella “compañía mixta” había egipcios casados con israelitas y otros egipcios que habían decidido irse con Israel. Tanto los israelitas como la “compañía mixta” necesitaron maná para mantenerse vivos. Sin embargo, ¿se pusieron ante la “compañía mixta” y los israelitas las mismas perspectivas? No, no fue así. Aunque los de la “compañía mixta” podían adorar entre los israelitas y tener la esperanza de entrar en la Tierra Prometida, nunca podrían ser reyes ni sacerdotes bajo el pacto de la Ley. Por eso, el comer el maná literal en el desierto no dio a todos las mismas perspectivas.
Recuerde esa distinción mientras reflexiona en lo que Jesús dijo a sus discípulos aproximadamente un año después de haber dicho las palabras registradas en Juan 6:51-54. En aquella ocasión posterior Jesús estaba describiendo una nueva práctica, que envolvía pan y vino literales, que simbolizarían su carne y sangre. Mientras instituía la celebración de la Cena del Señor, Jesús dijo a sus seguidores íntimos: “Esta copa significa el nuevo pacto en virtud de mi sangre, que ha de ser derramada a favor de ustedes”. Hablando al mismo grupito de apóstoles, añadió: “Ustedes son los que con constancia han continuado conmigo en mis pruebas; y yo hago un pacto con ustedes, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para un reino, para que coman y beban a mi mesa en mi reino, y se sienten sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”. (Lucas 22:20, 28-30.)
Note, por esas últimas palabras, que los que habían de participar del pan y beber del vino literales como emblemas que simbolizaban el cuerpo y la sangre de Jesús eran los discípulos que estaban en “el nuevo pacto”. Estos estarían también en otro pacto, uno que Jesús hace con ellos para que gobiernen con él ‘en su reino’. Está claro que Jesús allí se refería a los que serían ‘hechos un reino y sacerdotes para nuestro Dios, para reinar sobre la tierra’. (Revelación 5:10.) En el primer siglo Dios empezó a escoger a los 144.000 que participarían en el Reino celestial. A ese grupo pertenecían los cristianos de Corinto, ya que de ellos se dice que habían “sido santificados en unión con Cristo Jesús, llamados a ser santos”. (1 Corintios 1:2; compárese con Romanos 1:7; 8:15-17.) Estos “santos” participarían en la Cena del Señor, y con aprecio serían participantes del pan emblemático y también del vino que significa “el nuevo pacto en virtud de [su] sangre”. (1 Corintios 11:23-26.) - Atalaya 1988 1 de febrero.

Los argumentos de la Atalaya son muy buenos ya que están basados en el contexto y lo que Jesús quizo decir. Cuando habló a la muchedumbre sobre "la carne y sangre" aún no había formalizado la Santa Cena. Notamos además algo interesante. Cuando un año más tarde inaugura su Conmemoración solo incluye en la Cena a los apóstoles, a los íntimos fieles. No participan los 70 discípulos ni su familia, ni otras mujeres y hombres que le seguían. Ésto si recibieron el Espíritu en Pentecostés, pero no fueron incluídos en última Cena. Claramente hay un patrón significativo en la intimidad del encuentro. Jesús es claro que con éstos apóstoles fieles él va a realizar un pacto para el Reino celestial y uno de los emblemas está envuelto en eso. El número 12 además es la base matemática para los 144.000 cogobernantes (12000 x 12). Por eso, si alguién decidiera participar en la Conmemoración tiene que tener claro que su esperanza debe ser celestial para participar en la gobernación super humana de la Tierra. Así que en mi opinión y bajo la luz clara de la Biblia, los emblemas deben ser tomados por quienes son parte del pacto o alianza para ser gobernantes celestiales. La enseñanza de la Watchtower es correcta en éste asunto.

 Una cuestión que resolver para futuros análisis 
Algunos han sugerido éste razonamiento:  Puesto que “la Ley tiene una sombra de las buenas cosas por venir”, y puesto que uno de los requisitos de la Ley era el que tanto los israelitas como los residentes forasteros circuncisos celebraran la Pascua, esto daría a entender que ambas clases de personas mansas, que forman “un solo rebaño” bajo el “un solo pastor”, deberían participar de los emblemas en la Conmemoración (Hebreos 10:1; Juan 10:16; Números 9:14). Esto hace surgir una pregunta importante: ¿Era la Pascua un tipo de la Conmemoración?

Es cierto que algunos rasgos de la Pascua que se celebró en Egipto se cumplieron, sin lugar a dudas, en Jesús. Pablo asemeja a Jesús al cordero pascual, al decir: “Cristo nuestra Pascua ha sido sacrificado” (1 Corintios 5:7). No obstante, la Pascua judía tenía una diferencia enorme con la Conmemoración de la muerte de Cristo. Él no creó una nueva pascua si no más bien algo más trascendente. En la Pascua se comía del pan sin levadura, las yerbas amargas y del cordero pascual.  Cuando se celebró la Pascua en Egipto, no se utilizó vino ni había ningún mandato de Jehová sobre su uso durante la fiesta. Esta costumbre se introdujo más tarde. El vino no era parte de la Pascua Judía como órden de Jehová.

Jesús al realizar la Conmemoración (que hizo después de celebrar la Pascua Judía) solo dejó el pan sin levadura, eliminando el cordero pascual y las hierbas amargas. Además introdujo el elemento nuevo del vino. Solo pan y vino serían los símbolos para el nuevo pacto. Ésto fué prefigurado cientos de años antes de la primera Pascua judía cuando Melquisedec tuvo ese histórico encuentro con Abrahán:

"Y Melquisedec rey de Salem sacó pan y vino, y él era sacerdote del Dios Altísimo" - Gén. 14:18.

Ahora bien, hay algunos puntos que mercen un estudio más profundo, por lo cual no hay conclusiones definitivas, y por ende, no sería necesario realizar un cambio todavía en el asunto de los emblemas. Ésto tiene que ver con el asunto del vino.

Jesús solo con el emblema del vino habló del "nuevo pacto". No lo hizo así antes con el pan. Ese detalle es importante porque el pacto en virtud de su sangre para perdón de pecados sabemos que está de alguna forma relacionado con el pacto de los 144.000 según el contexto. Además él habla de beber el "producto de la vid" con ellos en el Reino, como si el vino fuese algo íntimo entre ellos.  Es extraño que Cristo excluyera en ésta ceremonia importante al pan para sellarlo como parte del "nuevo pacto".

Ahora bien,  para solucionar éste asunto, las palabras de Jesús dadas un año antes nos pueden dar una pista.

Yo soy el pan de la vida.  Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto y sin embargo murieron.  Este es el pan que baja del cielo, para que cualquiera pueda comer de él y no morir.  Yo soy el pan vivo que bajó del cielo; si alguien come de este pan vivirá para siempre; y, de hecho, el pan que yo daré es mi carne a favor de la vida del mundo”- Juan 6:48-51.


Notemos cómo en éste relato el énfasis no está dado en la sangre (la cual si es enfatizada en el Nuevo Pacto durante la Conmemoración):

52 Por eso, los judíos se pusieron a contender unos con otros, y decían: “¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?”. 53 Entonces Jesús les dijo: “Muy verdaderamente les digo: A menos que coman la carne del Hijo del hombre y beban su sangre, no tienen vida en ustedes. 54 El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día; 55 porque mi carne es verdadero alimento, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre permanece en unión conmigo, y yo en unión con él. 57 Así como me envió el Padre viviente y yo vivo a causa del Padre, así también el que se alimenta de mí, sí, ese mismo vivirá a causa de mí. 58 Este es el pan que bajó del cielo. No es como cuando sus antepasados comieron y sin embargo murieron. El que se alimenta de este pan vivirá para siempre”. - Juan 6: 52-58

Notemos con hay un énfasis superior para el asunto del Pan. Claro, habla de la carne y sangre, pero la carne, el Pan, vivir o alimentarse de sus enseñanzas, de su vida, es comer de su Pan. Quizás por esa razón la Pascua Judía incluía Pan sin levadura, pero sin vino, porque era una representación de que todos, residentes forasteros y judíos podían tener la vida eterna gracias a ese pan. El vino fué introducido por Jesús para sellar el pacto con los apóstoles y recalcar que su sangre podía beneficiar a todos (se derrama a favor de todos), pero el beberla con los reyes (del nuevo pacto según contexto) reforzaba la idea del papel de ellos en la redención del género humano mediante su asociación real y sacerdotal con Cristo durante el Milenio.

En síntesis, podría existir la posibilidad de que si las otras ovejas tuviesen que participar de los emblemas solo deberían comer del pan sin levadura, mientras que los que tienen la perspectiva de ser reyes y sacerdotes tomarían el vino. Pero ésto es solo una teoría y tendría que someterse a mucha oración y reflexión, por lo cual mientras tanto, la mayoría del peso de los argumentos descansa en la postura actual de los cristianos y la conmemoración.