La definición que nos da el diccionario del verbo "abstener" nos dice que es sinónimo de retraerse; significa no hacer algo. Como ya hemos indicado previamente, el abstenerse de comer cosas sacrificadas a ídolos no necesariamente significa que el Cristiano no pueda comer estos alimentos. Esto mas bien significa que el Cristiano no puede comer ni participar de estos alimentos mientras los alimentos se encuentran en el altar pagano.
Sin embargo, en el mismo contexto, los apóstoles nos dicen que debemos ‘Abstenernos de fornicación'. Obviamente, no hay ninguna similitud entre los alimentos sacrificados a ídolos y la fornicación. ¿O sí? Pablo escribió que no hay ningún permiso por parte de Dios para participar en ninguna clase de actividad sexual ilícita. Sin embargo, notemos que la Biblia no condena las relaciones sexuales. Por lo tanto, el acto sexual no es el punto en cuestión, sino si éste está en el marco matrimonial ante la ley humana y la de Dios. La sexualidad humana no es la pecaminosa (como han insistido ciertas religiones), sino más bien el pecado consiste en realizarla fuera de lugar. Algo muy parecido a comer el alimento sacrificado a un ídolo.
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Con este enfoque Pablo puso el ejemplo al tratar con problemas. Un ejemplo notable de ello lo vemos en la cuestión de comer carne sacrificada a los ídolos (una de las cuatro cosas alistadas, incluyendo la sangre, en la carta registrada en Hechos, capítulo 15) que ya estudiamos. En Corinto, algunos cristianos hasta iban a los templos idolátricos donde la carne sacrificada después de ser cocinada era servida (a base de pagar) en los recintos del templo pagano. Para un cristiano el comer allí era, sin duda, a los ojos de muchos compañeros discípulos (particularmente entre los de origen judío), comparable a la forma en que los Testigos de Jehová verían a uno de sus miembros hoy en día compartiendo una cena ofrecida bajo patrocinio religioso, que previamente había sido bendecida por sacerdotes y servida en la catedral católica, y con el dinero de la cena recaudado por la iglesia. Aunque la situación pudiese ser comparable, la cuestión era muchísimo más seria. ¿Cómo pues trató el asunto el apóstol?
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Con este enfoque Pablo puso el ejemplo al tratar con problemas. Un ejemplo notable de ello lo vemos en la cuestión de comer carne sacrificada a los ídolos (una de las cuatro cosas alistadas, incluyendo la sangre, en la carta registrada en Hechos, capítulo 15) que ya estudiamos. En Corinto, algunos cristianos hasta iban a los templos idolátricos donde la carne sacrificada después de ser cocinada era servida (a base de pagar) en los recintos del templo pagano. Para un cristiano el comer allí era, sin duda, a los ojos de muchos compañeros discípulos (particularmente entre los de origen judío), comparable a la forma en que los Testigos de Jehová verían a uno de sus miembros hoy en día compartiendo una cena ofrecida bajo patrocinio religioso, que previamente había sido bendecida por sacerdotes y servida en la catedral católica, y con el dinero de la cena recaudado por la iglesia. Aunque la situación pudiese ser comparable, la cuestión era muchísimo más seria. ¿Cómo pues trató el asunto el apóstol?
¿Amenazó él a aquellos que estaban comiendo carne de esa fuente, por medio de advertirles de procedimientos judiciales y de que probablemente se les iba a expulsar? ¿Hizo él un llamamiento a la ley, es decir, a un conjunto de reglas, como medios para reprimir tal práctica? Muy al contrario, él mostró que la acción por sí misma no era condenable. Pero podía traer consecuencias indeseables e incluso trágicas. Teniendo pues como base, no la ley, sino el amor, él escribió:
.8 Pero el alimento no nos recomienda a Dios; si no comemos, no por eso somos menos, y, si comemos, no nos es de ningún mérito. 9 Pero sigan vigilando que esta autoridad suya no llegue a ser de algún modo tropiezo para los que son débiles. 10 Porque si alguien te viera a ti, el que tiene conocimiento, reclinado a una comida en un templo de ídolos, ¿no será edificada la conciencia de aquel que es débil hasta el grado de comer alimentos ofrecidos a ídolos? 11 Realmente, por tu conocimiento, el hombre que es débil se arruina, [tu] hermano por cuya causa Cristo murió. 12 Pero cuando ustedes pecan así contra sus hermanos y hieren la conciencia de ellos que es débil, están pecando contra Cristo. 13 Por lo tanto, si el alimento hace tropezar a mi hermano, no volveré a comer carne jamás, para no hacer tropezar a mi hermano” – 1 Corintios 8:8-12.
El que uno comiera o no comiera, por consiguiente, no dependería de alguna ley y de una preocupación por no ser culpable de violarla. Dependería del amor y el interés en no dañar a un hermano "por el que Cristo también murió" Esto verdaderamente era un enfoque muy superior que hacía que el cristiano revelara lo que había en su corazón, y no simplemente su adhesión a una regla.
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A su vez el consejo del apóstol revela también que él no consideraba como una "ley" la decisión alcanzada por los apóstoles, y otros en Jerusalén (registrada en Hechos capítulo quince). Si hubiera sido una ley, Pablo nunca habría escrito de la forma en que lo hizo a los cristianos en Corinto, diciendo frontalmente que el comer la carne ofrecida a los ídolos era un asunto de conciencia, siendo el factor determinante el que el comer le causara o no tropezar a otros. El contemplar la carta de Jerusalén como una ley y, sobre esta base, insistir que su referencia a la sangre indica que los cristianos permanecen bajo las ordenanzas de la ley de Moisés con relación a la sangre, es indicación clara de que se ignoran las declaraciones del apóstol Pablo mostrando que tal razonamiento es nulo, como lo hace al considerar el asunto relacionado de la "carne ofrecida a los ídolos."
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A su vez el consejo del apóstol revela también que él no consideraba como una "ley" la decisión alcanzada por los apóstoles, y otros en Jerusalén (registrada en Hechos capítulo quince). Si hubiera sido una ley, Pablo nunca habría escrito de la forma en que lo hizo a los cristianos en Corinto, diciendo frontalmente que el comer la carne ofrecida a los ídolos era un asunto de conciencia, siendo el factor determinante el que el comer le causara o no tropezar a otros. El contemplar la carta de Jerusalén como una ley y, sobre esta base, insistir que su referencia a la sangre indica que los cristianos permanecen bajo las ordenanzas de la ley de Moisés con relación a la sangre, es indicación clara de que se ignoran las declaraciones del apóstol Pablo mostrando que tal razonamiento es nulo, como lo hace al considerar el asunto relacionado de la "carne ofrecida a los ídolos."
25 Todo lo que se vende en la carnicería, sigan comiéndolo, sin inquirir nada por causa de su conciencia; 26 porque “a Jehová pertenecen la tierra y lo que la llena”. 27 Si alguno de los incrédulos los invita y ustedes desean ir, procedan a comer todo lo que se ponga delante de ustedes, sin inquirir nada por causa de su conciencia. 28 Pero si alguno les dijera: “Esto es algo ofrecido en sacrificio”, no coman, por causa del que se lo haya expuesto y por causa de la conciencia. 29 “Conciencia”, digo, no la tuya propia, sino la de la otra persona. Pues ¿por qué debería mi libertad ser juzgada por la conciencia de otra persona? 30 Si participo con gracias, ¿por qué ha de hablarse injuriosamente de mí por aquello por lo cual doy gracias? – 1 Corintios 10: 25-30
Al no ser probable el tropiezo, nadie tenía derecho de juzgar a Pablo ni a ningún otro cristiano por comer tal carne. Si él no era consciente y el asunto escapaba a su control personal, podía tener una conciencia limpia. En cambio, la Ley del amor, le evitaba a hacer tropezar cuando hasta cierto punto el podía manejar los asuntos. Pero era por Amor al prójimo y no por realizar una violación externa de una Ley.
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Se puede ver un impresionante contraste entre la forma legalista de control que utiliza "procedimientos," reglamentos y ordenanzas, y el medio que utilizó el apóstol Pablo al dar su admonición en contra de la injusticia. En su llamamiento, consistentemente hizo hincapié no en la ley sino en el amor. Así, en su carta a los Romanos, él dijo:
“No deban a nadie ni una sola cosa, salvo el amarse los unos a los otros; porque el que ama a su semejante ha cumplido la ley. Porque el código de la ley: "No debes cometer adulterio, No debes asesinar, No debes hurtar, No debes codiciar," y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber-. "Tienes que amar a tu prójimo como a tí mismo." El amor no obra mal al prójimo; por lo tanto el amor es el cumplimiento de la ley” – Romanos 13:8-10.
La libertad cristiana nunca debería hacernos insensibles a los escrúpulos y la conciencia de los demás. A la misma vez, nadie tiene derecho de imponer su conciencia sobre otros, y de este modo poner límites a la libertad en Cristo que estos disfrutan. Ni tampoco le pertenece a ningún grupo o cuerpo selecto de hombres ponerse en el lugar de los apóstoles ejerciendo su papel de autoridades apostólicas, y luego imponer su conciencia colectiva a otros, transmitiendo decretos. Cuando una situación de emergencia nos obliga a actuar en el favor de una persona, para hacerle el bien, para hacer lo correcto en ese momento, sea de forma física o espiritual, no hay Ley en contra de esto como dijo Pablo a los Gálatas.
Mejor dicho, en estos capítulos hemos vislumbrado que no estamos violando las Leyes divinas sino más bien conociéndolas en su anchura y profundidad. Hemos entendido que las Leyes tienen como objeto beneficiar al hombre. Las leyes fueron dispuestas para servir al hombre y ayudarlo en su "niñez". Pero una ley nunca estará sobre ese servicio. El entendimiento correcto de esa Ley nos hace ver que ésa ordenanza es parte de una Ley Universal mayor. Jesús dijo que toda la Ley y los profetas penden del Amor a Dios y al prójimo. Ninguna otra ley de Dios entra en conflicto con la Ley del Amor. Si creemos que hay conflicto, es porque no las hemos entendido a cabalidad.*
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* Nota: Un ejemplo clásico es cuando los hombres de Saúl comieron la "carne y sangre" de forma consciente. En éste caso estaban pecando contra Jehová porque no era un asunto fuera de su voluntad o control personal. Sin embargo, Saúl era el responsable por haberlos puesto en tal situación. Saúl, obviamente, actuó irresponsablemente al decir a sus hombres que ellos no podían comer hasta que todos sus enemigos fueran derrotados. Ésto hizo que Jehová no decretase la muerte de ésos hombres (tal como expresaba con claridad y de forma estricta aparentemente la Ley ellos tenían que ser ejecutados), y tuvieron que hacer méritos ante Jehová. Ésto enseña, al igual que en el caso de los animales sin desangrar debido a situaciones externas, que hay una Ley Mayor que rige o encadena las otras leyes.
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A menudo la ley produce una conformidad exterior que enmascara lo que las personas son interiormente. En los días de Jesús, esta actitud les permitió a los líderes religiosos, por su escrupuloso 'vivir las normas,' aparecer ante la gente 'como hombres justos por fuera, y por dentro estar llenos de hipocresía y desafuero.' Lo mismo sucede en nuestro tiempo. Por consiguiente, la ley, es menos efectiva en aquellas áreas que están más íntimamente relacionadas con el corazón. La ley puede identificar y castigar a un ladrón. Pero no puede hacer lo mismo con un hombre que es cumplidor de la ley, pero que también es avaro, y cuya avaricia y mezquindad hacen sufrir a otros. La ley puede condenar e incluso ejecutar al asesino. Pero es muy poco lo que puede hacer para procesar al hombre que odia, que alberga celos, envidia o rencor y que busca venganza, especialmente si tiene cuidado de hacerlo por medios "legítimos."
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Esta es la grandeza de la libertad cristiana, el saber que uno puede poner en práctica libre y espontáneamente aquellas cualidades divinas sin que ninguna autoridad religiosa tenga el derecho de intervenir y restringir o contramandar expresiones de amor, bondad o humildad o de cualquier otra de tales cualidades. Uno puede hacer esto libre de ansiedad, sabiendo que "no hay ley," ni ningún conjunto de reglas que los obstaculice o que les pone trabas en hacer aquello de lo que, en lo más recóndito de su corazón, están convencidos que es lo correcto y lo bueno, lo amable y lo amoroso que han de hacer, aprobado por Dios, aunque esté desaprobado por ciertos hombres.
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A menudo la ley produce una conformidad exterior que enmascara lo que las personas son interiormente. En los días de Jesús, esta actitud les permitió a los líderes religiosos, por su escrupuloso 'vivir las normas,' aparecer ante la gente 'como hombres justos por fuera, y por dentro estar llenos de hipocresía y desafuero.' Lo mismo sucede en nuestro tiempo. Por consiguiente, la ley, es menos efectiva en aquellas áreas que están más íntimamente relacionadas con el corazón. La ley puede identificar y castigar a un ladrón. Pero no puede hacer lo mismo con un hombre que es cumplidor de la ley, pero que también es avaro, y cuya avaricia y mezquindad hacen sufrir a otros. La ley puede condenar e incluso ejecutar al asesino. Pero es muy poco lo que puede hacer para procesar al hombre que odia, que alberga celos, envidia o rencor y que busca venganza, especialmente si tiene cuidado de hacerlo por medios "legítimos."
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Esta es la grandeza de la libertad cristiana, el saber que uno puede poner en práctica libre y espontáneamente aquellas cualidades divinas sin que ninguna autoridad religiosa tenga el derecho de intervenir y restringir o contramandar expresiones de amor, bondad o humildad o de cualquier otra de tales cualidades. Uno puede hacer esto libre de ansiedad, sabiendo que "no hay ley," ni ningún conjunto de reglas que los obstaculice o que les pone trabas en hacer aquello de lo que, en lo más recóndito de su corazón, están convencidos que es lo correcto y lo bueno, lo amable y lo amoroso que han de hacer, aprobado por Dios, aunque esté desaprobado por ciertos hombres.
Sin duda, entonces, el no estar bajo ley, sino bajo la bondad inmerecida de Dios de ninguna manera disminuye nuestro sentido de responsabilidad como personas libertadas por Cristo. De hecho, esto lo aumenta. Porque se nos amonesta: "Hablad y obrad tal como corresponde a los que han de ser juzgados [no por algún código de la ley, o por un conjunto de reglas humanas, sino] por la Ley de la libertad. Porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia, pero la misericordia se siente superior (aventaja, al juicio)." Esa "ley de la libertad" es la que el discípulo Santiago acababa de mencionar en su carta como la "ley regia" o la "ley suprema" a saber, "tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo."
Puede que a ciertos lectores les fastidie analizar éstos asuntos, ya que requieren gran reflexión interior. Sin embargo, muy pocos lo hacen. Las religiones ya han pasado el examen de si realmente fomentan una adoración fuerte y una conciencia clara en el hombre. Muchos de los que vivimos en la Argentina, incluyendo los países vecinos como el Perú, Bolivia y Brasil, nos hemos enterado de que un número no despreciable de cristianos de TODAS las denominaciones incurrieron en saqueos y conducta reprochable durante el terremoto en Chile y en Haití. La mayoría al sentirse "desconectados" mentalmente de una organización y de reglas y leyes optaron por actuar en base a sus instintos. ¿Dónde estaba su Ley "interior" que tenía que gobernarlos? ¿De que sirvieron años de información memorística, etc? Claramente su estructura mental estaba organizada de acuerdo a leyes externas de obediencia a una organización y el temor al castigo. Al verse privados de éstos elementos durante varios días, actuaron de forma anti-cristiana.
Es vital reflexionar en éstos asuntos, puesto que la ausencia de una Madre Organización durante los días por llegar provocará grandes descalabros. Las religiones habrán fracasado, por que lejos de ayudar al hombre a producir "leyes internas" lo han agobiado con reglamentos externos que las personas desesperadas harán a un lado durante la gran tribulación.
Asi que nuestra vida realmente depende de conocer la anchura y profundidad de la Ley del Amor y actuar espontáneamente en base a ésta.
"La letra mata, mas el Espíritu da vida" - 2 Corintios 3:6