viernes, 7 de enero de 2011

La Vida versus el Símbolo - Parte III

Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer. 5 Y, además de eso, su sangre de sus almas la reclamaré. De la mano de toda criatura viviente la reclamaré; y de la mano del hombre, de la mano de cada uno que es su hermano, reclamaré el alma del hombre. 6 Cualquiera que derrame la sangre del hombre, por el hombre será derramada su propia sangre, porque a la imagen de Dios hizo él al hombre. 7 Y en cuanto a ustedes, sean fructíferos y lleguen a ser muchos, hagan que la tierra enjambre de ustedes y lleguen a ser muchos en ella”.-Gen. 9: 4-7
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Las palabras del Génesis dadas a Noé son utilizadas para decir algo que es muy diferente de lo que en realidad dicen. La lectura del texto hace patente que Dios ahí habla de la sangre en conexión con el matar animales y posteriormente con el matar humanos. En el caso de los animales, su sangre era vertida para hacer un reconocimiento implícito de que la vida que había sido sacrificada (para obtener alimento) era tomada solamente por permiso divino, no por derecho natural. Con relación al hombre, el derramar su sangre exigía la vida del que hacía tal derramamiento, puesto que la vida humana es un don de Dios y El de ninguna manera ha autorizado al hombre para que quite la vida humana cuando quiera. Esto también muestra que los cristianos no están autorizados para causar suicidios asistidos como lo es la llamada Eutanasia.

Hay quienes creen que las Escrituras hacen referencia a este tema cuando dicen que el rey Saúl, encontrándose gravemente herido, rogó a su escudero que le matase. Afirman que eso fue un tipo de eutanasia, un acto deliberado para acelerar la muerte de alguien que ya se estaba muriendo. Un amalequita dijo posteriormente que había satisfecho la petición de Saúl de que se le diera muerte. Pero, ¿se consideró que aquel amalequita había hecho bien poniendo fin al sufrimiento de Saúl? En absoluto. David, el ungido de Jehová, ordenó que se le ejecutase por su “culpa de sangre”. (1 Samuel 31:3, 4; 2 Samuel 1:2-16.) De modo que este suceso bíblico no justifica de ninguna manera que un cristiano se valga de la eutanasia activa.

El profesor Shapira hizo notar que la creciente actitud de tolerancia hacia la eutanasia no está de acuerdo con la religión judía. Citó estas palabras de un rabino, J. David Bleich: “Según la ley judía y la enseñanza moral, el valor de la vida humana es supremo y tiene prioridad sobre casi toda otra consideración . . . La obligación de conservar la vida proporcionadamente lo abarca todo.” Otro rabino, M. D. Tendler, escribió: “El que está en extremis [es decir, agonizando] tiene la plena protección de la ley; el acortar su vida tan solo por un segundo es un acto de asesinato.” A los médicos hasta se les permite violar el sábado para prolongar la vida de un paciente gravemente enfermo.
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Considerando que ellos respetan el modo en que Dios ve la santidad de la vida, toman en cuenta su propia conciencia y obedecen las leyes gubernamentales, los que desean amoldar su vida en armonía con los principios bíblicos jamás recurrirían a la eutanasia activa, o positiva.—Éxo. 20:13; Núm. 35:20, 21; Rom. 13:1, 5; 1 Ped. 3:16. Ahora bien, ¿puede ser considerado un tipo de Eutanasia no ayudar a una persona que tenga sus funciones vitales críticas y necesite algún tipo de tratamiento? Es en éstos puntos cuando la Ley sobre el Símbolo tiene excepciones. Lo analizamos en el caso de los animales muertos que por fuerza mayor no podían ser desangrados. Lo mismo sería aplicable en torno a circunstancias extraordinarias que no fueron buscadas por una persona y exceden a sus funciones vitales, como una hemorragia. Creo que en éstas situaciones en dónde el balance de la Vida y su símbolo inclinan la misericordia hacia la vida humana. El Amor por el prójimo impedería desatender su vida en éstos casos, pese a aparentemente no guardar la norma original. Ésto Cristo lo expuso con claridad durante su ministerio.

Los líderes religiosos de los días de Jesús habían agregado muchas interpretaciones a la ley, especialmente en lo que tenía que ver con “trabajo” que fuera ilícito en el sábado. Se basaban por ejemplo, en el caso de ese hombre que fue ejecutado al recoger leña en sábado. Pero el problema eran las interpretaciones, sin tomar en cuenta una Ley Universal superior que rige todas las otras leyes. Según estas reglas inferiores humanas, y la mentalidad legalista tras ellas, por su acción los discípulos se habían hecho culpables de efectuar dos formas de trabajo: el cosechar (”arrancar”) y el trillar (”frotar” los granos). (Mateo 12:1; Lucas 6:1) No obstante, Jesús dijo:
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“¿No han leído lo que hizo David cuando les dio hambre a él y a los hombres que iban con él? ¿Cómo ... comieron los panes de la presentación, algo que a él no le era lícito comer, ni a los que iban con él, sino solamente a los sacerdotes? ¿O no han leído en la Ley que los sábados los sacerdotes en el templo tratan el sábado como no sagrado y continúan inculpables? Pues yo les digo que algo mayor que el templo está aquí. Sin embargo, si hubieran entendido qué significa esto: ‘Quiero misericordia, y no sacrificio,’ no habrían condenado a los inculpables. Porque Señor del sábado es lo que el Hijo del hombre es.”—Mateo 12:3-8.

Es interesante lo que dijo David al respecto en esa ocasión:

"De modo que David contestó al sacerdote y le dijo: “Pero se ha mantenido a las mujeres apartadas de nosotros, lo mismo que antes cuando yo salía, y los organismos de los jóvenes continúan santos, aunque la misión misma es común. ¿Y cuánto más hoy, cuando uno se hace santo en [su] organismo?” - 1 Samuel 21:5.

Cómo notamos, bajo ciertas circunstancias, y cuando la Ley real del Amor mira por el bien común y la vida humana, el sentido del Amor al prójimo cobra mayor importancia. La Ley sobre el Pan tenía que ver con un respeto hacia las cosas sagradas, lo mismo que la Ley de la Sangre tenía como objeto recordar lo valioso que es la Vida, y que no se abusara de esa disposición. Pero puesto que la Ley de la Sangre tenía como objeto honrar la vida, en casos excepcionales y en que la persona no hubiese buscado la circunstancia, la Ley del Amor provocaba una aplicación mayor de la misma Ley de la Sangre. De la misma forma como Jesús no violó el Sábado, sino que su aparente contradicción o desobediencia a la Ley era realmente una comprensión plena de toda la anchura y profundidad de dicha Ley.

Se ha argumentado que los primeros cristianos tuvieron que tener   que escoger en algunos casos entre comer morcillas de sangre o morir en la arena. ¿Violarían los cristianos la ley de Dios sobre la sangre y renunciarían a la posición que ocupaban ante él? O, cuando se ejerciera presión sobre ellos para que quemaran una pizca de incienso al emperador deificado, ¿quebrantarían el mandato de Dios en contra de la idolatría? La historia prueba que los cristianos fieles rehusaron violar los mandatos de Dios, aunque su vida en este mundo estuviera en peligro. Sin embargo, el caso de una transfusión de plasma en caso de emergencia vital es muy distinto. ¿Cual es la razón?

Todo estriba en que un accidente o la tenencia de una enfermedad terminal son asuntos que exceden a la desición personal del individuo. Son circunstancias fuera de su control personal. Nadie ha deseado tener Leucemia terminal o fallecer en un accidente automovilístico. La persona que pierde su autonomía vital no ha optado concientemente ni previamente para tener que encarar esa situación. Moros y cristianos todos los días sufren accidentes y enfermedades.  Aquí el factor que amenaza la vida de la persona es la enfermedad ajena a su voluntad o un accidente ajeno a su voluntad y fuera de su control. No es la sangre ni la supuesta transfusión de un hemoderivado el elemento amenzante de esa vida, pero algunos han alterado el papel.

En cambio, un cristiano que se enfrenta a persecusión y que era amenzado por el Emperador a comer sangre o adorarle se encuentra en otra posición. En éste caso es el Emperador el que amenaza su vida. No es su vida agonizante producto de un accidente la que lo pone en peligro. El cristiano se encuentra en su estado de salud correcto, mantiene su motricidad corporal y sus juicios para desiciones. El puede  optar o no optar por encarar esa prueba. Todos sabemos de cristianos que renunciaron a su fe por firmar un documento y dejaron de ser cristianos. De esa forma se libraron de un pelotón.

En cambio NADIE puede optar o no optar por sufrir un accidente (la verdadera causa para enfrentar la supuesta prueba de la sangre) o padecer una enfermedad hemofílica. Sencillamente el fenómeno escapa a nuestra desición moral e incluso inteligente.

Veamos un suceso durante la vida de Jesús:

6 En el transcurso de otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y estaba allí un hombre cuya mano derecha estaba seca. 7 Los escribas y fariseos entonces estuvieron observándolo detenidamente para ver si curaría en día de sábado, a fin de hallar alguna manera de acusarlo. 8 Él, sin embargo, conocía sus razonamientos; no obstante, dijo al hombre de la mano seca: “Levántate y ponte de pie en medio”. Y él se levantó y quedó de pie. 9 Entonces Jesús les dijo: “Les pregunto: ¿Es lícito en el sábado hacer bien, o hacer daño?, ¿salvar un alma, o destruirla?”. 10 Y después de mirar alrededor a todos ellos, dijo al hombre: “Extiende la mano”. Él lo hizo, y la mano le fue restaurada. 11 Pero ellos se llenaron de insensatez, y se pusieron a hablar unos con otros en cuanto a qué podrían hacerle a Jesús. – Lucas 6: 6-10

Jesús al igual que hoy se enfrenta al dilema de la Salud. ¿Por qué no pudo esperar hasta el día siguiente? El punto magistral lo declara: ¿Es lícito en el sábado hacer bien, o hacer daño?, ¿salvar un alma, o destruirla? Esta misma pregunta podrían hacerse quienes insisten en una reflexión legalista e irracional de las leyes divinas. Cristo mostró que ese era el momento para actuar, y la Ley del Amor exigía hacerlo, no en violación del sábado, sino para santificar el sábado, para mostrar que la Ley sirve al hombre y no el hombre a la Ley.

“En esto adquirimos el conocimiento de que estamos amando a los hijos de Dios, cuando estamos amando a Dios y cumpliendo sus mandamientos.”—1 Juan 5:2. Generalmente se cita éste pasaje para afirmar una postura inflexible sobre la sangre sin excepciones. No obstante hay dos leyes supremas de las cuales PENDEN TODAS LAS OTRAS LEYES.

Jehová al dar la Ley de la Sangre enfatizó lo valiosa que era la vida. Los judíos no enfrentaban una cuestión de vida o muerte cuando se les exigía cumplirla. Era una ley lógica que enfatizaba el respetar ese símbolo para valorar la vida. Pero como hemos tratado aquí, cuando dicha Vida real estaba en una posición inferior a esa Ley, ésta permitía dar una excepción, no para violar la Ley, sino para honrar cual era el objetivo realmente de esa Ley. Ésto mismo era aplicable con la Ley del Sábado y todas las otras leyes de Dios. Finalmente todas son gobernadas por la Ley del Amor.