Hace poco una rectificación en un razonamiento de una revista religiosa llamó la atención sobre el Rescate de Cristo. Esto hace que nos preguntemos: ¿Aún comprendemos todo lo que significa el Sacrificio de Jesús? A pocas horas de la Conmemoración de su muerte, haríamos bien en reflexionar en este punto. Las representaciones de todo el ritual que se emplean para expresar la liberación de Jesucristo, ¿resaltan o, por el contrario, ocultan hoy para nosotros el aspecto verdaderamente liberador de la vida, muerte y resurrección de Cristo?
Decimos que Cristo nos redimió con su sangre, expió satisfactoriamente con su muerte nuestros pecados y ofreció su propia vida como sacrificio para la redención de todos. Pero ¿qué significa realmente todo eso? ¿Comprendemos lo que decimos? ¿Podemos comprender que Dios estaba separado de la humanidad y nos acercó con la muerte de su Hijo? ¿Puede alguien sustituir a otro, morir en su lugar y continuar el hombre con su pecado? Confesamos que Cristo nos liberó del pecado, y nosotros continuamos pecando. Decimos que nos libró de la muerte, y seguimos muriendo. Que nos reconcilió con Dios, y permanecemos en su enemistad. ¿Cuál es el sentido concreto y verdadero de la liberación de la muerte, el pecado y de la enemistad?
En muchas ocasiones hemos leído que Dios tenía que respetar su ley de “alma por alma” (Det. 19:21). Pero, ¿estaba Dios obligado a someterse a una ley? ¿Está Dios bajo las mismas leyes que gobiernan las cosas creadas?
Algo importante en este punto es considerar que la Ley de “Alma por Alma” fue decretada miles de años después del pecado de Adán y Eva. ¿Cómo podría aplicarse una ley humana para una transacción superior espiritual y sobrehumana que antecedió con mucho a la aplicación de esa ley? ¿Acaso la “ley” no era una “una sombra de las buenas cosas por venir”? ¿Cómo un suceso ocurrido antes de la “sombra” sería un patrón para cosas futuras? Le ley fue una sombra de las cosas por venir en el futuro, pero no era una sombra para cosas anteriores, ¿o sí? ¿Compara Pablo realmente al Sacrificio de Cristo con la ley mosaica de “Alma por Alma”?
Una mentalidad marcadamente jurídica hablará en términos jurídicos y comerciales de éste rescate, de redención de los derechos de dominio del pecado, de satisfacción de mérito, de sustitución penal, etc. ¿Es el sacrificio de Cristo una mera ecuación mecánica? ¿Es su sacrificio un asunto obligatorio para saldar una deuda de los hombres con Dios?
Es interesante que la Ley Mosaica dijera en cuanto a la citada Ley Mosaica de Compensación del “Alma por Alma”
“Y tu ojo no debe sentirse apenado: alma será por alma, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie”- (Dt 19:21)
“Pero si ocurre un accidente mortal, entonces tienes que dar alma por alma, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, marca candente por marca candente, herida por herida, golpe por golpe” – Éxodo 21:23-25.
Cómo vemos, cuando se cita la famosa ley judía de “Alma por Alma”, a menudo no se muestra el contexto completo. De hecho, ¿qué opinión tenía Jesús sobre éste pasaje?
”Oyeron ustedes que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Sin embargo, yo les digo: No resistan al que es inicuo; antes bien, al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” – Mateo 5:38,39.
Cómo notamos, Jesús no recomendaba la aplicación de ésta parte de la Ley Mosaica en las relaciones humanas, aunque precisamente dicha Ley fue dada para las transacciones humanas en determinada época humana. ¿Cómo entonces es posible que el Padre Celestial demande la aplicación de la Ley Mosaica en una cuestión que tenía que ver con la raza humana y su Hijo Celestial, en un asunto que antecedió por siglos a la formulación de dicho Código Penal? ¿Acaso Cristo no nos muestra el pensamiento de Jehová al respecto cuando hace su declaración? O ¿Está Dios obligado de una forma mecanicista a que ciertas leyes lo gobiernen? Aunque Dios sin duda respeta sus leyes, éste razonamiento no es válido, puesto que la Ley de “alma por alma” no es una Ley Universal, sino que es específica a la nación de Israel durante un tiempo determinado.
Si la ley de “alma por alma” fuera un asunto de carácter universal, los cristianos estarían obligados a regirse en sus tratos personales por esa ley. Claramente asociar el Sacrificio de Cristo al cumplimiento de una ley anacrónica es tan irreal como creer en la teoría de los potenciales hijos perfectos del Hijo de Dios. Estas asociaciones son filosóficas y teóricas, y desconocen el Amor de Dios por su Hijo y por la Humanidad. Incluso desdibujan el asunto dando a entender que Dios es un Ser obligado en un juego de ajedrez, en dónde el movimiento de sus criaturas le obliga a entrar en ese terreno.
Notemos el enfoque de Pablo cuando habla sobre el Rescate. Note el espíritu y el todo del mensaje:
“Porque, de hecho, Cristo, mientras todavía éramos débiles, murió por impíos al tiempo señalado. Porque apenas muere alguien por un [hombre] justo; en realidad, por el [hombre] bueno, quizás, alguien hasta se atreva a morir. Pero Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Mucho más, pues, dado que hemos sido declarados justos ahora por su sangre, seremos salvados mediante él de la ira. Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo, mucho más, ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida. Y no solo eso, sino que también nos alborozamos en Dios mediante nuestro Señor Jesucristo, mediante quien ahora hemos recibido la reconciliación.
Por eso, así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado... Porque hasta la Ley había pecado en el mundo, pero a nadie se imputa pecado cuando no hay ley. No obstante, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado a la semejanza de la transgresión de Adán, el cual tiene un parecido con el que había de venir.
Mas no es con el don como fue con la ofensa. Porque si por la ofensa de un solo hombre muchos murieron, mucho más abundaron para los muchos la bondad inmerecida de Dios y su dádiva gratuita con la bondad inmerecida por el solo hombre, Jesucristo. También, no es con la dádiva gratuita como fue con el resultado que se produjo mediante el solo [hombre] que pecó. Porque el juicio resultó de una sola ofensa en condenación, pero el don resultó de muchas ofensas en una declaración de justicia. Porque si por la ofensa del solo [hombre] la muerte reinó mediante aquel solo, mucho más los que reciben la abundancia de la bondad inmerecida y de la dádiva gratuita de la justicia reinarán en vida mediante la sola [persona], Jesucristo.
Así, pues, como mediante una sola ofensa el resultado a toda clase de hombres fue la condenación, así mismo también mediante un solo acto de justificación el resultado a toda clase de hombres es el declararlos justos para vida. Porque así como mediante la desobediencia del solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, así mismo, también, mediante la obediencia de la sola [persona] muchos serán constituidos justos. Ahora bien, la Ley entró además para que abundara la ofensa. Mas donde abundó el pecado, abundó aún más la bondad inmerecida. ¿Con qué fin? Para que, así como el pecado reinó con la muerte, así mismo también la bondad inmerecida reinara mediante la justicia con vida eterna en mira mediante Jesucristo nuestro Señor” – Romanos 5:6-21.
Cómo notamos, Pablo repite bastante la expresión “bondad inmerecida”, “dádiva gratuita” y “don” en relación al sacrificio de Jesús. En otras palabras, es el Amor de Dios y no una obligación o transacción u obligatoriedad de Dios lo que otorga el don o regalo del rescate por “bondad inmerecida”. En otras palabras, Dios no estaba obligado a sacrificar a su Hijo por la humanidad e igual pudo haber redimido al género humano. La muerte de Jesús, como iremos analizando no es una transacción para salvar a un Dios en apuros o puesto en jaque por el Diablo. La muerte de Jesús es la manifestación de algo más grande y aunque algunos han querido encontrar una similitud con la ley de “alma por alma”, en realidad ese parecido no justifica una aplicación de dicha en el caso de Cristo. La vida y muerte de Jesús es un Regalo.
Las Escrituras Griegas Cristianas hacen patente que la liberación del pecado y la muerte depende en realidad del pago de un precio. Se dice que los cristianos son “comprados por precio” (1Co 6:20; 7:23) y tienen un “dueño que los compró” (2Pe 2:1), y se presenta a Jesús como el Cordero que ‘fue degollado y con su sangre compró para Dios personas de toda tribu, lengua y nación’. (Rev 5:9.) En estos textos se utiliza el verbo a·go·rá·zō, que significa simplemente “comprar en el mercado (a·go·rá)”. Pablo usa un término de la misma familia, e·xa·go·rá·zō (liberar por compra), al mostrar que Cristo liberó “por compra a los que se hallaban bajo ley” mediante su muerte en el madero. (Gál 4:5; 3:13.). Sin embargo, esto no sirve de base para suponer que aquí se aplicó una versión de la “ley de alma por alma” en el sentido de que Dios estuviese atado a una transacción. Más bien el Acto que tiene el parecido de una transacción solo es empujado por el Amor y no por una obligatoriedad sobre Dios.
En el fondo, no es la acción mecánica de un asunto lo que produce el perdón verdadero. No es una simple compensación que Dios haya dado a su Hijo como si su creación se le escapara de sus manos. Yo puedo rescatar o pagar a alguien y dar la compensación en efectivo, pero eso no involucra perdón o reparación del daño real del daño. Es mi Amor lo que puede hacer la diferencia.
Es el Amor de Dios lo que ya perdona a la Raza de antemano incluso a ese Sacrificio. La Biblia nos declara:
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“Dios lo presentó como ofrenda para propiciación mediante fe en su sangre. Esto fue con el fin de exhibir su propia justicia, porque estaba perdonando los pecados que habían ocurrido en el pasado mientras Dios estaba ejerciendo longanimidad; para exhibir su propia justicia en esta época presente, para que él sea justo hasta al declarar justo al hombre que tiene fe en Jesús” – Romanos 3:25,26.
Esto varios teólogos lo han intentado explicar, pero se resume en este principio:
“porque el amor cubre una multitud de pecados” – 1 Pedro 4:8
Es el AMOR de Dios, incluso antes de que Cristo viniese a la Tierra, que ya estaba en acción. Incluso ANTES de que Jesús se sacrificara la humanidad ya estaba perdonada en tiempos pasados, como leímos en Romanos. El perdón de la humanidad no depende en el fondo de la venida y sacrificio de Cristo. Dios ya perdonó a la humanidad por que la ama. Sin embargo, toda manifestación de Amor tiene que realizarle en la práctica y con hechos. Es en este sentido que Jesucristo es la manifestación del Amor en acción de Dios, mediante su vida, muerte y resurrección. Luego, este sacrificio por Amor, es semejante a algunas disposiciones del pasado, pero nunca estuvo sometido a esas transacciones humanas.
Notemos como el AMOR sobrepasa cualesquier evento mecanicista o ecuación de equivalencia.
“Ahora bien, uno de los fariseos seguía invitándolo a comer con él. Por consiguiente, él entró en la casa del fariseo y se reclinó a la mesa. Y ¡mira!, una mujer que era conocida en la ciudad como pecadora se enteró de que él estaba reclinado a la mesa en casa del fariseo, y trajo una cajita de alabastro llena de aceite perfumado y, tomando una posición detrás, junto a sus pies, lloró y comenzó a mojarle los pies con sus lágrimas, y se los enjugaba con los cabellos de su cabeza. También, le besaba los pies tiernamente y se los untaba con el aceite perfumado. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo dentro de sí: “Este hombre, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora”. Pero, respondiendo, Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. Él dijo: “Maestro, ¡dilo!”.
“Dos hombres eran deudores a cierto prestamista; el uno le debía quinientos denarios, pero el otro cincuenta. Cuando no tuvieron con qué pagar, él sin reserva perdonó a ambos. Por lo tanto, ¿cuál de ellos le amará más?” Contestando, Simón dijo: “Supongo que será aquel a quien sin reserva le perdonó más”. Él le dijo: “Juzgaste correctamente”. Con eso, se volvió a la mujer y dijo a Simón: “¿Contemplas a esta mujer? Entré en tu casa; no me diste agua para los pies. Pero esta mujer me ha mojado los pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; pero esta mujer, desde la hora que entré, no ha dejado de besarme los pies tiernamente. No me untaste la cabeza con aceite; pero esta mujer me ha untado los pies con aceite perfumado. En virtud de esto, te digo, los pecados de ella, por muchos que sean, son perdonados, porque amó mucho; mas al que se le perdona poco, poco ama”. Entonces le dijo a ella: “Tus pecados son perdonados”. Ante esto, los que estaban reclinados a la mesa con él comenzaron a decir dentro de sí: “¿Quién es este hombre que hasta perdona pecados?”. Pero él dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz” – Lucas 7: 36-50.
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¿Cómo es posible que Jesús perdonase los pecados de ella si él aún no se había sacrificado por la humanidad? Muchas explicaciones complejas se han dado, pero la simplicidad y trascendencia de éste acto de perdón está explicado por Cristo:
“los pecados de ella, por muchos que sean, son perdonados, porque amó mucho; mas al que se le perdona poco, poco ama”
Es el Amor lo que perdona, disuelve el pecado y las debilidades. Entonces, ¿por qué era necesario que Cristo muriera una muerte tan terrible? Cómo he comentado antes, Dios llevó a la práctica su Amor en la persona de su Hijo, pero hay algo más:
Nunca olvidemos que la muerte de Cristo fue humana, es decir, consecuencia de una vida y de una condenación provocada por un marco histórico en el cual se movió Jesús de Nazaret. Realmente la “sangre” derramada de Jesús es un símbolo de su vida, de toda su vida y existencia. ¿Qué es propiamente redentor en Jesucristo: el comienzo de su vida o el fin (su muerte)? Sin embargo, no olvidemos que el Hijo de Dios se hace Hijo del Hombre, para elevar al Hombre como Hijo de Dios y conectarlo con el Creador. Con el solo hecho de entrar en el mundo, ya la Redención comienza a obrar en el género humano. Por que el Dios Eterno y Todopoderoso se encuentra con la criatura humana finita a través de Jesucristo hombre. Por lo tanto, toda su vida, su itinerario personal, el conflicto que provocó con la situación religiosa de su tiempo, sus palabras, sus diversas fases de su vida, sus decisiones, tensiones y encuentros, toda su vida y recorrido era parte de su acción salvífica. Toda su vida era un sacrificio alegre por amor. Con ésta perspectiva, el solo hecho de derramar la sangre literalmente es un resumen o cierre de toda una vida de sacrificio. La vida de Jesús prepara y anticipa su muerte. No podemos vaciar de contenido toda la vida de Jesús y volverla un hecho abstracto.
Muchos cristianos tienen dificultad para expresar en términos concretos y prácticos su Fe en el sacrificio de Jesús. La razón es que no se les enseña que su sacrificio, es un todo, que su sangre derramada es solo un símbolo, pero que el todo, el total, está en mirar toda su vida humana como un ejemplo de fe. ¿Acaso no fue y es liberadora toda la vida de Jesús? ¿No mostró él qué es la redención en su forma de vivir, en el modo de comportarse ante las más variadas situaciones y en la manera de afrontar la muerte?
Su terrible muerte era aplicada de forma común en su época. Cristo bebió de la copa que millones de humanos han vivido y vivirán. El padeció la muerte, dejando que las cosas tomasen un rumbo normal en los sucesos y de esa forma estuvo dispuesto a someterse a un paso tan terrible y cruel.
"Por eso, cuando entra en el mundo, él dice: “‘Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo. No aprobaste holocaustos ni [ofrenda por] el pecado’. Entonces dije yo: ‘¡Mira! He venido (en el rollo del libro está escrito de mí) para hacer tu voluntad, oh Dios’”. Después de primero decir: “No quisiste ni aprobaste sacrificios ni ofrendas ni holocaustos ni [ofrenda por] el pecado” —[sacrificios] que se ofrecen según la Ley— entonces realmente dice: “¡Mira! He venido para hacer tu voluntad”. Elimina lo primero para establecer lo segundo. Por dicha “voluntad” hemos sido santificados mediante el ofrecimiento del cuerpo de Jesucristo una vez para siempre. – Hebreos 10:5-10
Este pasaje es revelador. Estas palabras inspiradas nos muestran que Dios no quería para su Hijo una muerte tan atroz como si fuera un cordero en sacrificio. “Cuando entra en el mundo, él dice (Cristo): “‘Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo. No aprobaste holocaustos ni [ofrenda por] el pecado’. Jehová ya había perdonado a la humanidad con su amor. “Sacrificio y ofrenda no quisiste” dice para su Hijo, “No aprobaste holocaustos ni [ofrenda por] el pecado”. Sin embargo, el Padre deseaba manifestar su Amor en la forma humana de su Hijo. Dios quería que la humanidad se beneficiara de su amor mediante las instrucciones y revelaciones de su Hijo, revelaciones que unen al hombre con Dios. En este hecho, Dios ya estaba perdonando al mundo .Por eso “me preparaste un cuerpo”. El propósito de Dios era que todo “el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Esto ya era una manifestación del amor y perdón.
Ahora notemos algo trascendental:
“Entonces dije yo: ‘¡Mira! He venido (en el rollo del libro está escrito de mí) para hacer tu voluntad, oh Dios’”. Después de primero decir: “No quisiste ni aprobaste sacrificios ni ofrendas ni holocaustos ni [ofrenda por] el pecado” —[sacrificios] que se ofrecen según la Ley— entonces realmente dice: “¡Mira! He venido para hacer tu voluntad”. Elimina lo primero para establecer lo segundo. Por dicha “voluntad” hemos sido santificados mediante el ofrecimiento del cuerpo de Jesucristo una vez para siempre” – Hebreos 10:7-10
Finalmente Cristo por su propia voluntad, no por una imposición de Dios, decide hacer la voluntad del Padre Creador, llevar una vida de abnegación y renuncia con unas consecuencias inevitables de conflicto y muerte. De la misma forma como voluntariamente Adán decidió vender a la raza humana a la imperfección, Cristo de forma voluntaria asume las consecuencias del orden natural de las cosas, y no elude el enfrentamiento con la muerte atroz provocada por sus enemigos y profetizada en las Escrituras. De ésta forma, Cristo es el ejemplo supremo de hacer la voluntad del Padre. No era la voluntad de Dios que Jesús sufriera de esa forma, pero si era la voluntad de Dios que los asuntos siguieran un rumbo normal de derrotero en el camino de Cristo.
Dios no es un controlador de los destinos de sus criaturas ni de los asuntos que ocurren bajo los cielos. Hacer la voluntad de Dios no es seguir sus órdenes sino más bien confiar en él y vivir una vida de seguridad en sus manos, pase lo que pase y suceda lo que suceda.
Dios no penetró en la mente de Judas y de Satanás para planear el asesinato de Cristo. Dios no ejecutó a su hijo, como lo intentó de hacer Abrahán. Simplemente Dios envió a su Hijo a la Tierra a enseñarnos la gran verdad, y luego los acontecimientos profetizados y de índole normal tomaron un rumbo que hicieron que Cristo se pusiera en la manos de Dios (para darle fuerzas) y así beber la copa que todos tenemos que beber.
Un enfermo terminal lo sabe. Dios no causó su enfermedad, pero la voluntad del Padre es que el enfermo asuma ese sendero confiando en Dios, dejando que las cosas tomen su cause, confiando en que Dios le sostendrá y será su amigo en ese trance. Eso es hacer la voluntad de Dios. Su voluntad no es que suframos, sino que no lo olvidemos a él en nuestro trayecto por el sufrimiento.
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En la víspera de la pasión y muerte, hacemos bien en reflexionar en el camino de Cristo y en besar nuestro madero de tormento.