“Entonces, ¿qué diremos? ¿Es pecado la Ley? ¡Jamás llegue a ser eso así! Realmente, yo no habría llegado a conocer el pecado si no hubiera sido por la Ley; y, por ejemplo, no habría conocido la codicia si la Ley no hubiera dicho: “No debes codiciar”. Pero el pecado, recibiendo un incentivo por medio del mandamiento, obró en mí toda clase de codicia, porque aparte de ley el pecado estaba muerto. De hecho, yo estaba vivo en otro tiempo aparte de ley; mas cuando llegó el mandamiento, el pecado revivió, pero yo morí. Y el mandamiento que era para vida, este hallé que fue para muerte. Porque el pecado, recibiendo un incentivo mediante el mandamiento, me sedujo, y mediante él me mató. De manera que, por su parte, la Ley es santa, y el mandamiento es santo y justo y bueno. – Romanos 7:7-12
La Ley fue Santa y Justa. Sin embargo, el Mandamiento provoca como un efecto secundario o colateral, un problema interesante que ha sido ignorado por los teólogos y religiosos. Pablo no lo esquiva. No es una contradicción sino un producto colateral en la mente humana. Pablo lo dice así:
“Pero el pecado, recibiendo un incentivo por medio del mandamiento, obró en mí toda clase de codicia, porque aparte de ley el pecado estaba muerto. De hecho, yo estaba vivo en otro tiempo aparte de ley; mas cuando llegó el mandamiento, el pecado revivió, pero yo morí. Y el mandamiento que era para vida, este hallé que fue para muerte. Porque el pecado, recibiendo un incentivo mediante el mandamiento, me sedujo, y mediante él me mató”.
Éstas palabras han sido esquivadas y realmente contienen la clave de por qué hay tantas expulsiones, deserciones, pecado y maldad incluso dentro de las organizaciones religiosas. En algunos casos, los religiosos se envuelven en actos pecaminosos peores o más condenables que los ignorantes en materia espiritual. A menudo, surgen preguntas: ¿Qué falló realmente? ¿Le llegó la verdad al corazón?, etc.
Sin embargo, pocas veces hay un cuestionamiento al cuerpo de doctrinas y enseñanzas, y lo más importante, al espíritu con que se plantean dichas enseñanzas.
Meditemos en las frases de Pablo:
“el pecado, recibiendo un incentivo por medio del mandamiento”
¿Cómo es posible que el pecado se incentivara mediante el mandamiento? Este asunto, insisto, tuvo de cabezas a muchos religiosos, y prefrieron ignorarlo, con funestas consecuencias. Veamos el quid de la cuestión:
El “mandamiento” que persigue un propósito bueno paradojalmente puede ser un incentivo para mal. ¿Cómo es posible?
La razón es que el Mandamiento RECUERDA el Mal.
“Aquello a lo que te resistas, persistirá; aquello que mires, desaparecerá”
No puedes resistirte a algo sin que ello implique darle realidad. El acto de resistirse a una cosa es el acto de darle vida. El Mandamiento por lo general siempre es negativista e implica resistencia al mal. Lo recuerda y coloca frente. Cuando te resistes a una energía, reconoces que está ahí. Cuanto más te resistas a algo, más real lo harás, sea lo que sea aquello a lo que te resistas.
Mientras más pensemos en el Mal, más se ampliará y crecerá. Sin embargo, el Mal debe ser reducido a la nada, cuando arrojamos luz sobre él.
Aquello ante lo cual abras los ojos y lo mires, desaparecerá; es decir, dejará de mostrar su forma ilusoria.
Si tú miras algo - lo miras realmente -, verás a su través; y a través de cualquier ilusión que muestre, aparecerá ante tus ojos sólo su realidad última. Frente a la realidad última, la insignificante ilusión no tiene ningún poder. No puede seguir manteniendo su poder debilitador sobre ti. El pecado es derrotado. Verás su verdad, y la verdad te hará libre.
Si piensas que por medio de tu resistencia lo eliminarás, piensa otra vez. Lo único que harás es colocarlo con más firmeza en su lugar. No olvidemos que todo pensamiento es creador.
Así si alguien que desea derrotar, por ejemplo, el impulso sexual de cometer fornicación, debe mirar la realidad de la sexualidad humana. Debe comprender que el sexo es un mecanismo maravilloso para poder crear una vida humana, una vida inteligente que puede llegar a conocer a Dios. Así una imagen de una Mujer embarazada o tendiendo un parto, y el meditar en esa VERDAD puede ser la cura para la ansiedad sexual o mirar pornografía.
En cambio, si la persona persiste en pensar constantemente: “No debo cometer fornicación”, coloca la “fornicación” con más fuerza en su mente. Esta se liga en su subconsciente como un asunto tabú, misterioso, oscuro, y por lo tanto tentador, que siempre está presente y que saldrá ante cualesquier descuido de la repetición negativista del NO.
Pablo magistralmente dio en la clave y muestra porque fracasó la Ley. Así también fracasará cualesquier mandamiento que siempre consista en memorísticas repeticiones sobre NO cometer adulterio, NO escuchar música degradable, NO ver violencia, etc.
Si los cuerpos administrativos de las religiones entendieran y aplicaran estas premisas y no combatieran el pecado RECORDÁNDOLO constantemente, los miembros estarían más protegidos contra el Mal.
Para derrotar el Mal no hay que caer en el espíritu negativista de la Ley. No, hay que derrotar el Mal con ¡el BIEN!
¡Mientras más las religiones se preocupen de dar discursos sobre HACER EL BIEN, HACER COSAS BUENAS y no se mencione el pecado, la INOCENCIA se recobraría!
El mal debe combatirse con el bien. Debe anularse y extinguirse con la luz cegadora del bien. Hasta cierto punto la Sociedad Watchtower comprendió que no era prudente que los cristianos estuvieran hablando de los demonios constantemente. En un libro se comentó que eso de alguna forma fortalecía a los malignos. Sin embargo, la Watchtower sin querer comete el error de constantemente estar dando discursos de advertencia contra el pecado y de corte negativista. Un gran porcentaje de las reuniones y asambleas están destinadas a repetir directrices para no caer en el pecado. Esto se ha realizado por décadas, y parece que el mal ha aumentado.
Se desperdicia notablemente en los discursos elementos para hacer el bien, para hacer buenas obras por los necesitados, para enfocarse solo en derrotar el mal con el bien. Los jóvenes en las congregaciones sucumbirían menos al pecado si en vez de estar recordándoles lo que NO tienen que hacer, se les ayudara a canalizar y quemar su energía en visitar a los necesitados, tener grupos de ayuda a los envejecidos, etc.
Aunque las publicaciones cada vez menos se centran en el mal, aún se cree que la única forma de combatir el mal es hablando de mandamientos, etc. Si hay lectores ancianos, estos podrían enfocarse creativamente en implementar situaciones para hacer buenas obras y no hablar del mal.
Mientras la belleza, bondad y amor se exalten, mientras más ocupados estén en ello los cristianos, menos posibilidad hay para el mal. Por lo tanto, el alimento espiritual debe concentrarse en hacer el bien y en cómo hacerlo.
En una entrada posterior se analizará otro factor crucial para que el cristiano pueda derrotar el mal.