Una de las cosas más importantes que he confirmado y aprendido es que la Biblia es tremendamente sencilla y clara en su mensaje, incluso en las profecías. No hay que buscar complicados entendimientos o variantes como superposiciones extrañas. Es interesante que a raíz de la entrada anterior, varios lectores me han escrito sorprendidos por la rotundidad de la frase de Jesús sobre su entronización. Cuando Cristo decía algo, simplemente era eso lo que decía...
Lucas 9:22 "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Cómo sabemos, los apóstoles se cierran en su mente a ésta declaración, incluso tratan de interpretar ésto de otra forma, hasta el grado de olvidarlo. Entonces tienen que recordarlo de golpe, y de forma traumática al ver la verdad.
A veces nuestros dogmas son una correa invariable de hierro que no nos permite ver la luz de la claridad. Solo una gran refinación, como en el caso de los apóstoles, es lo que revelará la verdad.
La frases de la Biblia ya analizadas y relacionadas con la entronización y la Parausía son tan claras que interpretarlas de otra forma, o decir que tienen varios sentidos, nos colocaría en una posición semejante a la de los discípulos que no querían creer la frase clara y rotunda, sobre la profecía de su muerte.
Lo mismo sucede con los fenómenos celestes. Durante décadas se insistió en que eran solo simbólicos. Pero Cristo había hablado claro y solo lo evidente era lo real. Si él había dicho que habría señales en los cielos, claramente se refería a algo tangible.
Finalmente lo expresado en la Biblia es lo más claro y con la máxima autoridad.