Le dijo la mujer: “Señor, percibo que eres profeta. 20 Nuestros antepasados adoraron en esta montaña; pero ustedes dicen que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”. 21 Jesús le dijo: “Créeme, mujer: La hora viene cuando ni en esta montaña ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. 22 Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación se origina de los judíos. 23 No obstante, la hora viene, y ahora es, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre con espíritu y con verdad, porque, en realidad, el Padre busca a los de esa clase para que lo adoren. –Juan 4: 19-23
Algunos lectores me han preguntado si deberían abandonar su religión. Les he dicho que los errores en la interpretación profética no son razón para dejar la religión de sus padres o la que abrazaron en algún momento. El ejemplo más sobresaliente lo tenemos de Jesús.
El Maestro nació en una nación que se había dedicado a Jehová. En efecto Israel era el pueblo verdadero de Dios, pero en la época del nacimiento del Maestro, la sociedad y religión judía se había apartado poco a poco de la verdad. Los judíos aún teniendo las Escrituras prestaban más atención al ceremonial, a las rutinas mecánicas, reglas y tradiciones humanas. De hecho, las sectas de los fariseos y saduceos influían grandemente en el sacerdocio y éstos prestaban atención escrupulosa a la pureza ceremonial. Los sacrificios de animales convertían la ceremonia en una orgía de sangre y destrucción con una actitud mecánica y mercantil. Con respecto al entendimiento de las profecías, había gran oscuridad, puesto que se esperaba una intervención directa en los reinos del mundo durante ésa época. No había claridad sobre la naturaleza del Mesías. No se entendía si era un ser espiritual nacido como hombre, o un simple hombre heredero del trono real.
Jesús desde pequeño tuvo que enfrentarse a la asfixiante teología que había sepultado a la Palabra de Dios. Aún así, y quizás durante casi 30 años de su vida, tuvo que aguantar las injusticias, ceguera y dificultades de un pueblo y una casta religiosa que hacía la vida más difícil de su pueblo. Aún así, el Maestro, tal como lo expresan las palabras a la samaritana, tenía claro que a través de la religión judía basada en las Escrituras Hebreas, la luz de la verdad alumbraría a la humanidad.
Está claro que Jesús respetaba las tradiciones básicas del judaísmo y con mayor razón respetaba las leyes judías. Él celebró el sábado, asistía a las sinagogas, leía en ellas (aunque no estaba de acuerdo con la interpretación que se le daba a las Escrituras), iba a las fiestas israelitas, y guardaba un conjunto de directrices, incluso hasta el día de su muerte, cuando celebró la Pascua. Además era un estudiante profundo de la Palabra de Dios.
Jesús aguantó por años un conflicto innecesario con las estructuras judaicas que aprisionaban la verdad, hasta que a los 30 años, y durante tres años y medio finales, se encargó de mostrar la verdad, de sacar la paja y el polvo y quitar el velo de las tradiciones humanas para hacer brillar su luz. Durante ese tiempo de 42 meses, se inicia el quiebre inevitable con lo desgastado. “Nadie echa vino nuevo en odres viejos”.
Pero poco antes de ésos tres años y medio finales, Juan el bautista aparece en el desierto, desatando la polémica, preparando mentes y corazones, sembrando la duda para que la gente preparara su recepción para la venida de Cristo.
Actualmente nadie debería dejar a la congregación cristiana por qué “el conducto oficial”, la clase “sacerdotal” no da el alimento profético exacto. El ambiente en las congregaciones es mucho más liviano que la época aplastante en la que se movió Jesús. El siervo de Dios no abandona al pueblo de Dios, tal como Cristo no dejó a su pueblo, pese a que éste era víctima del error de interpretación.
Los tres últimos años finales, los 42 meses de los “dos testigos” corresponden a la época en que los cristianos sobrevivientes tendrán que enfrentarse a las estructuras que se desploman. Tendrán que ser guías para la confusión reinante. Habrán obtenido la base de la salvación en su pasado espiritual (como Jesús con el judaísmo), pero tendrán que hacer brillar su luz con toda su fuerza durante ese tiempo cercano al advenimiento de Jesús en su Parausía. Quienes perciban que ha llegado el momento para “dar alimento” en ese tiempo crucial serán recompensados por qué sin saberlo serán llamados “esclavo bueno”, durante la inspección final.
Tal como la venida pública de Jesús estuvo precedida por la obra de Juan, actualmente la obra de los 42 meses ya es precedida por buscadores en todo el mundo que se atreven a realizar declaraciones bíblicas claras, agitando conciencia y preparando el camino para la luz definitiva.