viernes, 17 de diciembre de 2010

Filiación Divina

E. A. Dunlap fue quizás uno de los hombres más humildes y casi anónimos que trabajaron en el Departamento de Redacción de los testigos de Jehová. Tuvo asociación estrecha con el Cuerpo Gobernante. También participó como Registrador de la Escuela de Galaad por muchos años y los estudiantes lo querían mucho. De los futuros misioneros la mayoría de ellos consideraba las clases de Dunlap por mucho las más instructivas en lo que tenía que ver con adquirir entendimiento de las Escrituras.

Dunlap amaba la Palabra de Dios y manifestó tener un entendimiento superior a muchos miembros del Cuerpo Gobernante. No obstante, siempre deseaba permanecer tras bambalinas. Pocos saben que el fue autor del único comentario que los testigos han publicado relacionado con un libro de la Biblia, Comentario de la carta de Santiago, y co-autor del libro Ayuda para entender la Biblia (conocido ahora con el nombre Perspicacia para comprender las escrituras). Varios miembros del cuerpo gobernante le pedían que les ayudara en escribir algunos artículos para La Atalaya y el gustosamente lo realizaba, siendo que él no participó de los emblemas por más de 45 años desde 1935 (supuesta fecha del término del llamamiento ungido). Así, mucho material escrito y atribuido al Esclavo Ungido, era realmente redactado por un miembro “no ungido” oficialmente hablando. Los millones de testigos no tenían idea de éstos asuntos.

Cuando Dunlap leyó el capítulo 8 de Romanos, al leer el contexto, desde el mismo comienzo del capítulo, le fue evidente  que el apóstol Pablo de veras estaba escribiendo sobre dos clases. Pero no sobre dos clases divididas por su esperanza, fuera ésta celestial o terrenal, en cuanto a su vida futura.

En vez de eso, las dos clases claramente eran: aquellos guiados por el Espíritu de Dios, a un lado, y los regidos por la carne pecaminosa, al otro. El contraste que el apóstol presenta no es entre la esperanza de vida en el cielo o vida en la tierra, sino entre la vida y la muerte mismas, entre amistad con Dios o enemistad con El. Como lo indican los versículos 6 al 9:

“Porque el tener la mente puesta en la carne significa muerte, pero el tener la mente puesta en el espíritu significa vida y paz; porque el tener la mente puesta en la carne significa enemistad con Dios, porque no está sujeta a la ley de Dios, ni, de hecho, lo puede estar. Por eso los que están en armonía con la carne no pueden agradar a Dios.
.
Sin embargo ustedes no están en armonía con la carne, sino con el espíritu, si es que el espíritu de Dios verdaderamente mora en ustedes. Pero si alguien no tiene el espíritu de Cristo, éste no le pertenece”.

En la discusión de Pablo, no se está considerando la vida celestial o la terrenal, sino simplemente si uno está viviendo por el Espíritu de Dios o está viviendo de acuerdo a la carne pecaminosa. Pablo dejó claro que era una cosa o la otra: Tiene uno el Espíritu de Dios y produce sus frutos, o está en enemistad con Dios y no pertenece a Cristo. Sin ese Espíritu no podría haber "vida y paz", sólo habría muerte. Si la persona de hecho tenía el Espíritu de Dios, entonces era él un hijo de Dios, pues Pablo dice (verso 14):

“Porque todos los que son guiados por el espíritu de Dios, éstos son hijos de
Dios”.
 .
Como Ed Dunlap hizo notar, Pablo no dijo, algunos, sino "TODOS los que son guiados por el espíritu de Dios" son sus hijos. Aquellos que son guiados por ese Espíritu tendrían "el testimonio" del Espíritu a ese efecto, incluyendo la evidencia del fruto en sus vidas, algo parecido a la manera como la Biblia dice que Abel, Enoc, Noé y otros alcanzaron el "testimonio" de que estaban agradando a Dios (Hebreos 11:1-7).

Compare el uso que hace el apóstol de la misma frase, "conducidos por el espíritu," en contraste similar entre la carne pecaminosa y el Espíritu de Dios en Gálatas 5: 18, donde se declara que aquellos que son "conducidos por espíritu, no están bajo ley."  El negar que esto aplique a todos los cristianos, y que sí aplique a un grupo selecto, sería dejar a todos los demás bajo la ley y la condenación de ésta.

Muchos de nosotros hemos llegado a las mismas conclusiones de hombres bondadosos como Dunlap. Esto particularmente me ha llenado de emoción, ya que me confirma que la verdad de la Biblia es tremendamente cristalina y pura.

Tristemente, la mayoría de los miembros comenzaron a ver que la posición de Dunlap socavaría un principio de autoridad que ya se había establecido por décadas. A pesar de la ayuda que él había brindado, finalmente la posición de la tradición era más fuerte cuando él quiso plantear éste punto abiertamente. No se aceptó la evidencia que él mostró.  Esto sepultó por décadas la posibilidad de que se sacaran las telarañas que nublaban los pasajes bíblicos y que ésta Verdad pudiese aparecer en alguna Atalaya.

Pero como hemos estudiado, ésta gran Verdad saldrá a Luz por la fuerza del Espíritu de Dios. Es inevitable. Pronto, las cadenas de los sistemas caducos que actúan como “mala hierba” serán eliminadas. Entonces brotará la gran verdad: El auténtico mensaje del Hijo del Hombre.

Hay en la mente de Dios un plan que involucra a cada criatura de todos sus vastos dominios, y este plan consiste en un propósito eterno de oportunidades ilimitadas, progreso sin límites, y una vida sin fin. Y los tesoros infinitos de esa carrera tan inigualable son nuestros con solo luchar.

El otorgamiento del Hijo de Dios a nuestro mundo fue trascendental. Esta vida humana resultaba ser también el último acto personal de un Hijo de Dios en la larga aventura de obtener la soberanía experiencial de su universo.

La doctrina falsa de una austera frialdad y dureza indiferente de Dios ante los infortunios y penas de sus criaturas, fue eliminada cuando su Hijo inocente sangrante y moribundo  falleció en el madero.  Pero los habitantes de la Tierra todavía han de llegar a liberarse de estos antiguos errores y de estas supersticiones paganas respecto de la naturaleza del Padre Universal. La revelación de la verdad acerca de Dios está comenzando a aparecer, y la raza humana está destinada a conocer al Padre Universal en toda esa belleza de carácter y hermosura de atributos que tan magistralmente describió el Hijo Creador que residió en la Tierra como el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios.

Cristo se hizo Hijo del Hombre, para recordarnos que somos Hijos de Dios.