En la Parausía y venida de Cristo se agrupan las glorias de "la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo" (Hech. 3: 21). Entonces será quebrantado el poder del mal que tanto tiempo duró; "los reinos del mundo" vendrán "a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos" (Apoc. 11: 15).
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“He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”. (Mal. 4: 5, 6).
Los que deben preparar el camino para la segunda manifestación de Cristo están representados por el fiel Elías, así como Juan vino en el espíritu de Elías a fin de preparar el camino para la primera venida de Cristo.
La obra de Juan el Bautista, y la de aquellos que en los últimos días saldrán con el espíritu y el poder de Elías para despertar a la gente de su apatía, en muchos sentidos es la misma. Su obra es la clase de obra que debe hacerse en este tiempo. Cristo vendrá ahora para juzgar al mundo con justicia.
Juan se apartó de sus amigos y de los lujos de esta vida. La sencillez de su vestimenta: Una túnica tejida con pelos de camello, era una permanente reprensión a la extravagancia y la ostentación de los sacerdotes judíos y del pueblo en general. Su alimentación, totalmente vegetariana, compuesta por langostas y miel silvestre, era una reprensión a la complacencia del apetito y la gula que prevalecían en todas partes. Juan era implacable en su denuncia y removía las conciencias y hacía reflexionar. Se debe despertar la conciencia pública. Debe relacionarse con el mensaje de la refinación del Pueblo de Dios en todas las cosas, para apartar al pueblo de Dios de su idolatría de las organizaciones, su gula y su extravagancia en el vestir y en otras cosas.
Muchos cristianos, aunque profundamente preocupados por lo que ven, encuentran difícil ajustarse a la idea de servir a Dios sin estar vinculados a alguna organización poderosa, contando con el beneficio de su tamaño y el poder de su numerosa membresía.
Los muchos edificios de sucursal, algunos con grandes establecimientos impresores, todos construidos o comprados a un costo de millones de dólares y administrados por cientos de trabajadores, los grandes Salones de Asambleas y los muchos miles de Salones del Reino son suficientes para impresionar a la persona promedio. Cada nueva venta de terrenos y propiedades, para luego otras adquisiciones, o expansión de posesiones materiales es aclamada como indicación de bendición divina y evidencia de la prosperidad y éxito espiritual de la organización.
Todo esto, unido a la idea de un "canal" divino, ayuda a producir un sentido de cohesión, de ser algo especial. El ver al resto de la gente como "los del mundo" contribuye a este sentir de una relación bien estrecha.
Debido a esto, creo que le es igualmente difícil al testigo promedio pensar en servir a Dios fuera de estos arreglos como lo fue para los judíos en el primer siglo el contemplar tal servicio fuera del arreglo religioso al cual estaban acostumbrados. Los impresionantes edificios y patios del templo en Jerusalén, junto con el servicio litúrgico atendido por cientos y miles de trabajadores dedicados, Levitas, y sacerdotes, su afirmación de ser exclusivamente el pueblo escogido de Dios, viendo a los demás como inmundos, todo esto estaba en tremendo contraste con los cristianos de aquel tiempo, quienes no tenían edificios grandes, que se reunían en hogares modestos, que no tenían una clase sacerdotal separada o Levítica, y que humildemente reconocían que 'en toda la nación el que le teme y obra justicia le es acepto.'
Además, Juan el Bautista irrumpe primero en medio de éstas clases especiales de sacerdotes. ¿Quién es este humilde Maestro? Para humillarlo, los levitas le increpan: “Tú, ¿quién eres? . “¿Eres El Profeta?” Y contestó: “¡No!”. Por lo tanto le dijeron: “¿Quién eres? Entonces Juan dice: :“Yo soy la voz de alguien que clama en el desierto: ‘Hagan recto el camino de Jehová’, así como dijo el profeta Isaías” (Juan 1:19-23)
De igual modo claman hoy la verdadera clase Juan y clase Elías: “Que el pueblo haga Recto el camino de Jehová. Qué esto parta de sus dirigentes hacia abajo”.
Juan el Bautista al igual que Elías fue perseguido por Mujeres inmorales que insistían en aniquilar a los profetas del pueblo de Dios. Hoy, el grupo del Elías actual también sufrirá traición por los miembros de su casa, mientras predica “vestido de saco”.
La abnegación, la humildad y la temperancia requeridas de los justos, a quienes Dios conduce especialmente, deben presentarse a la gente en contraste con la extravagancia y los hábitos destructores de la salud espiritual de los que viven en esta época de deslumbre material.
Tal como Juan el Bautista al preparar a la gente para la primera aparición de Cristo llamaba su atención a los Diez Mandamientos, nosotros debemos dar este mensaje no con un sonido incierto, sino con: "Temed a. Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado" (Apoc. 14: 7). Con el fervor que caracterizaban a Elías el profeta y a Juan el Bautista, debemos luchar para preparar el camino para la Parausía de Cristo.
Cuando al fin del tiempo, el Señor Jesús se encamine hacia la Tierra para ejecutar su juicio, las temidas plagas comenzarán a caer. Entonces, los que menospreciaron la Palabra de Dios, los que la estimaron livianamente, errarán de mar a mar, de norte a sur, irán de aquí para allá buscando la Palabra de Jehová y no la hallarán. . . Los ministros de Dios habrán realizado su última obra, ofrecido sus últimas oraciones, derramado su última amarga lagrima en favor de una iglesia rebelde y un pueblo impío.
La vista de Jesús, al mirar a través de las edades, se fijó en nuestro tiempo cuando dijo: "¡Si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz!" Este es aún tu día, oh iglesia de Dios, a quien él ha hecho la depositaria de su ley. Este día de oportunidad y gracia está llegando a su fin. El sol se está ocultando rápidamente. ¿Podría ocurrir que se esté ocultando y tú no conozcas "lo que es para tu paz"? ¿Habrá de pronunciarse la irrevocable sentencia, "mas ahora está encubierto de tus ojos"? (Luc. 19: 42
Sobre éste periodo de gran Refinación, ya muchos hombres y mujeres, conscientes e inconscientemente están siendo preparados. Tendrán una gran responsabilidad, más no deben temer, porque Jehová de los Ejércitos les acompañará en éste grito de guerra final durante los últimos 1260 días.