Si imaginamos en la mente el símbolo que se usa para representar infinito – la figura del ocho de costado – veremos que cuando escribimos este símbolo, hay en el dos semicírculos unidos los cuales no tienen fin, pero que si tienen una intersección donde los dos semicírculos se encuentran. Este es el ciclo de la eternidad donde lo infinito y lo finito se encuentran, donde Dios "baja" hacia el hombre y el hombre sube hacia Dios. Así es como el río fluye desde el cielo a los mundos del universo y de vuelta otra vez, en una procesión interminable y en un intercambio interminable de amor – el amor perfecto del Creador para sus hijos y el amor de sus hijos para el Creador.
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Es difícil para nuestra mente imperfecta y finita el entender esta infinidad de amor. Podemos entender como amar a otra persona, a un niño, a un padre, a una esposa, a un amigo; ¿Pero como podemos entender, como amar a nuestro Padre Creador cuando el parece tan lejano de nosotros, tan intangible, intocable? ¿como sabemos que realmente le amamos y como sabemos que somos amados por él? Las respuestas a estas preguntas son relativas a nuestro entendimiento de la verdad, belleza y bondad. Esta infinidad de amor es algo que se vuelve más real para ti a medida que asciendes mediante la fe y cierras la brecha con tu Esencia interior a través de vivir la experiencia de hacer la voluntad de Dios – permitiendo el intercambio de amor fluir en ambas direcciones.
Con amor hay confianza; y esta confianza solo viene con el incremento de la comunicación, con lealtad y devoción. Cuando nos ponemos en contacto por medio de la fe con nuestro Padre celestial con el mismo afecto de un niño, confiamos que estamos seguros de nuestra posición y que lograremos el premio de ser como Dios en perfección en nuestra escala a través de hacer las acciones de nuestro Padre. Cuando mostramos amor, ternura, misericordia y tolerancia ante la imperfección de nuestros hermanos y hermanas aquí en este momento y en nuestro recorrido hacia el paraíso, al final entenderemos la infinidad del amor, donde la intersección del amor imperfecto se vuelve amor perfecto y donde recibiremos el abrazo del Padre Universal como finalistas de la meta sublime.
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Desde esta intersección de perfecto entendimiento del amor, saldremos desde el paraíso en esa infinitud de vida eterna y enfoque de lo imperfecto con una mayor habilidad de conocer y saber como hacer la voluntad perfeccionada de Dios en los universos, ya que finalmente entendemos la ley del Único y nos volveremos uno con la fuerza del amor la cual fluye por el río de la vida la cual baña lo imperfecto, trabajando junto con Dios, para traer a todos los niños del tiempo a la intersección de la infinidad del amor. El valor de saber que el amor perfecto no está en el alcanzar la intersección , si no en la jornada – en la admiración, en las luchas, los triunfos, el gozo de la aventura y el descubrimiento de que significa saber y hacer la voluntad del Creador – ser participantes y partícipes en la creación del cosmos, de la voluntad Divina, y las realidades de grandeza sublime. Así cada jornada de la vida, vivida en Amor sublime, nos acerca a la Infinitud de Dios.
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La Biblia magistralmente nos ha narrado el desarrollo de esa jornada de peregrinaje eterno: "Tus propios oídos oirán una palabra detrás de ti que diga: ‘Este es el camino. Anden en él’ (Isaías 30:21). La “voz” de Dios no es una voz audible, pero sin duda actúa en la super conciencia y un "oído" entrenado perfectamente puede oírla. Esa relación, escuchar esa voz interior, suave, cauta y amorosa, representa una comunicación maravillosa con Dios. Es "voz" interior no recuerda: "Este es el camino", nos habla de la jornada eterna de caminar en el viaje diario hacia la Infinitud.
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¿Quién imaginas que levanta tu decaído ánimo? ¿Quién fortalece tu alma en medio de la adversidad? ¿Quién es esa pequeña voz interior sabia, equilibrada y justa que nunca falla en sus apreciaciones? ¿Quién crees que te empuja a la bondad y a los más elevados sentimientos? El mundo se tornaría dulce y acogedor si fuésemos conscientes de nuestro gran patrimonio. Cada día de nuestra vida, cada amanecer, cada momento, deber ser un ponernos en la manos del Todopoderoso. Asi en nuestro camino por la eternidad, experimentaremos como nuestro Amor por él crece cada día más. También comprobaremos que Él nos rodea de amor en todas las cosas. En efecto, respiramos su amor, nos bañamos en su amor, pero durante gran parte de nuestra vida estamos ciegos y no lo percibimos. Cuando abramos los ojos, entonces nuestra vida dejará de ser una lucha constante por sobrevivir. Comprenderemos que estamos en la manos de un Padre que nos ama, dirige y sostiene, incluso antes de que se lo pidamos.