martes, 8 de febrero de 2011

Las matemáticas y Dios

La sucesión de Fibonacci. 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144 curiosamente nos muestra el número 144 en el 12 lugar. Ésta sucesión la apreciamos manifestada en las plantas y hojas, entre otras cosas. Sabemos que son 12 tribus  de 12000 sellados lo que nos da 144.000.
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El número de giros anuales del Sol son 14'4 rotaciones, lo cual es fracción de 1440, y 1440 es el número de vueltas que da la aguja de los segundos cada día horario: lo cual lo decimos como 1440 minutos. Además el Sol tiene  144 rotaciones en 10 años.
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Comentarios adicionales del redactor
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Muchas veces se ha dicho que las matemáticas son la "correspondencia divina" o que Dios construyó el universo en base a las matemáticas. Sin embargo, eso es cierto desde la perspectiva humana. Las matemáticas son una invención humana para entender las cosas creadas  y como funciona el universo. Por ejemplo, un árbol no creció en base a metros lineales, sino que el hombre inventó la medida internacional del metro como una unidad de medida para comprender las cosas creadas. Afirmar que árbol mide 2 metros es solo válido desde nuestra perspectiva. Una hipotética raza extraterrestre podría tener otra forma de interpretar las longitudes.
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Aún así, hay fenómenos que las matemáticas tradicionales humanas no pueden concebir o que anulan ciertas supuestas reglas matemáticas. Existe el ejemplo de las moléculas del agua, ciertos gases, etc.
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 La lógica es válida en el mundo material, y las matemáticas son confiables de forma relativa cuando su aplicación se limita a las cosas físicas; pero ni la una ni la otra han de considerarse completamente confiables o infalibles cuando se aplican a los problemas de la vida. La vida incluye fenómenos que no son totalmente materiales. La aritmética dice que si un hombre puede trasquilar una oveja en diez minutos, entonces diez hombres podrían trasquilarla en un minuto. Es una verdad matemática, pero es falaz, porque los diez hombres no podrían hacerlo así; se tropezarían los unos a los otros de tal manera que el trabajo demoraría mucho más tiempo.
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Las matemáticas afirman que, si una persona simboliza cierta unidad de valor intelectual y moral, diez personas simbolizarían diez veces este valor. Pero al tratar con la personalidad humana estaría más cerca de la verdad el decir que tal asociación de personalidades es una suma igual al cuadrado del número de personalidades relacionadas con la ecuación, más bien que la simple suma aritmética. Un grupo social de seres humanos que trabajan en armonía coordinada representa una fuerza mucho más grande que la simple suma de sus partes.
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La cantidad puede identificarse como un hecho, haciéndose así una uniformidad científica. La calidad, estando sujeta a la interpretación de la mente, representa un cálculo aproximado de valores y debe, por tanto, permanecer como una experiencia del individuo. Cuando la ciencia y la religión sean menos dogmáticas y más tolerantes de la crítica, comenzará entonces la verdadera filosofía a lograr la unidad en la comprensión inteligente del universo.
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Hay unidad en el universo cósmico, si sólo se pudiera observar su funcionamiento en realidad. El universo real es cordial y acogedor para con todos los hijos del Dios eterno. El verdadero problema es: ¿Cómo puede la mente finita del hombre alcanzar una unidad de pensamiento lógica, verdadera y correspondiente? Este estado mental de conocimiento del universo tan sólo puede alcanzarse si se concibe la idea de que el hecho cuantitativo y el valor cualitativo tienen una causa común en el Padre Celestial. Tal concepción de la realidad produce una visión más amplia de la unidad de propósito de los fenómenos universales; e incluso revela una meta espiritual de logro progresivo por parte de la personalidad. Y éste es un concepto de unidad que puede percibir los antecedentes inmutables de un universo viviente de relaciones impersonales continuamente cambiantes y de relaciones personales progresivas.

Las matemáticas fueron inventadas por el hombre para intentar aproximarse a la realidad. Pero Dios desciende y se adapta al hombre al revelar sus verdades. Por eso él utiliza conceptos y creaciones basadas en elementos repetitivos o cíclicos que el hombre podría entender. Es algo parecido al lenguaje humano. Jehová se ha "inclinado" a la altura humana para poder revelarnos verdades más allá de nuestra comprensión, las cuales son adaptadas, porque más allá de nuestras fronteras, existen realidades más estables y permanentes que no pueden ser medidas por los símbolos matemáticos.