miércoles, 30 de marzo de 2011

Interés por la verdad

"Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse firmemente a lo que es excelente". - 1 Tesalonicenses 5:21
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Cristo señaló que los verdaderos adoradores adorarán al Padre con "Espíritu y con Verdad" (Juan 4:23)
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La fe y la esperanza están enlazadas inseparablemente con la verdad. Sin ella, aquéllas se quedan en mera credulidad y anhelo. La adulteración de la fe y la esperanza que enseña la Biblia produce una debilitación consecuente del aprecio por la importancia de la verdad dentro los cristianos. Sin embargo, a menudo algunos sacrifican la coherencia bíblica evidente por mantener una línea de pensamiento que se amolde a la tradición. La primera línea de defensa psicológica incluye la negación ("Lo que dices no ocurre en absoluto"), la racionalización (“Esto ocurre por un buen motivo"), la justificación ("Esto ocurre porque debe ser así") y el pensamiento anhelante ("Me gustaría que [la creencia] fuese cierta, luego puede que realmente lo sea"). El interés por la verdad incluye la honestidad en todos estos aspectos. Si somos deshonestos con nosotros mismos, rechazando enfrentarnos con los duros hechos de la realidad, difícilmente podremos evitar ser deshonestos con los demás. Creo que por eso los que realizan tareas de redacción para distintos grupos pueden permitirse presentar información que no solamente no es verídica, si no que en muchos casos es deshonesta en algún sentido.
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Por lo tanto, no es ninguna demostración de amor por la verdad, el emplearla simplemente como un instrumento para exponer las falacias en los sistemas de creencias de otros. La prueba real de nuestro amor por la verdad la superamos cuando se exponen errores en nuestras propias creencias, y no sólo aceptamos ese hecho, sino que nos mostramos agradecidos de haber sido liberados del error. La honestidad debe hacernos respetar la autoridad de la Palabra de Dios y no los razonamientos humanos. Este punto de vista no es estrecho de miras, sino todo lo contrario. Es abierto y expandido, puesto que la auténtica mira estrecha tiene que ver con perpetuar la tradición y no enfrentarse a la verdad.
 
Las expectativas fundamentadas sobre teorías y material extra biblico levantadas han demostrado no tener más sustancia que un espejismo, no más estabilidad que una quimera, no más constancia que la luz titilante de los fuegos fatuos.  No hay nada edificante en tales expectativas ilusorias. Al contrario, son destructoras de la esperanza verdadera, y debilitan la fe genuina.

En The International Standard Bible Encyclopedia (edición de 1988 [una revisión de la edición de 1929]), escrita por Cornelius Plantinga, profesor de teología sistemática en el Calvin Theological Seminary se dice algo interesante por un erudito apoyador de la Trinidad. Lo que encuentro notable sobre las afirmaciones del artículo es el grado de cautela expresado, el reconocimiento franco de incertidumbres. El párrafo introductorio del artículo lee:
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"Aunque la “trinidad” es un término del segundo siglo que no se encuentra en ningún sitio en la Biblia, y las Escrituras no presentan ninguna afirmación trinitaria consumada, el Nuevo Testamento contiene la mayor parte de los materiales de construcción para la doctrina posterior. En particular, mientras que se insiste en un Dios, se presenta a Jesucristo como el Hijo divino en distinción a Dios el Padre, y probablemente presenta al Espíritu Santo o Paráclito como una persona divina distinta de ambos. Hay que admitir que hay problemas obvios asociados a ambas alegaciones; de hecho “persona” como término trinitario (tríada) ha sido controvertido por sí mismo desde Agustín [354-430 A.D.], y especialmente en el período moderno. Además, la doctrina de la trinidad no se basa en las Escrituras “en solución” (B.B. Warfield ISBE [1929], s.v.); es decir, el NT presenta sucesos, alegaciones, prácticas y problemas, a partir de los cuales los padres de la iglesia cristalizaron la doctrina en siglos sucesivos"
 
Podría valer la pena releer este párrafo, tomando nota de todas las expresiones calificativas que contiene. En su cautela, el material sólo asevera que en las Escrituras se encuentran los “materiales de construcción” para la doctrina, no la doctrina misma, y que los “padres de la iglesia cristalizaron” la “doctrina posterior".  De la ‘personalidad del Espíritu Santo’ se dice que está “probablemente” presente en las Escrituras. Análogamente se reconoce que existen “problemas obvios” y controversia continua, incluso respecto al uso del término “persona” al describir tres personas de la trinidad. Aunque el artículo en conjunto intenta demostrar definitivamente la validez de la doctrina, a través del mismo aparecen intermitentemente la misma cautela y franqueza.

Lo presento porque se alega tan a menudo que la reluctancia de aceptar lo que se puede llamar trinitarismo ortodoxo o tradicional es debido a la ignorancia de la persona de los idiomas originales de las Escrituras (hebreo, y particularmente griego), o a haber sido adoctrinado con una visión unilateral y desviada de la historia religiosa, o debido a su entendimiento de ciertos textos que han sido deformados por una traducción o interpretación desviada de los mismos. El dominio de este teólogo de los lenguajes bíblicos y la profundidad de su conocimiento sobre la historia religiosa, del período preniceano y de los siglos siguientes, están fuera de toda duda. Lo mismo es seguramente cierto de su conocimiento de los diversos argumentos, a favor y en contra, respecto a los textos bíblicos que figuran en la disputa trinitaria. Sin embargo, él hace evidente que su aceptación del misterio de la trinidad es un producto del pensamiento teológico, no la causa de la creencia de que la enseñanza misma esté presente explícitamente en las Escrituras.
 
Lo que he citado es solamente para demostrar que existen eruditos altamente respetados que, aunque ciertamente no sostienen las alegaciones de la Sociedad Watch Tower, no consideran que el cuestionar el fundamento bíblico de esta doctrina en su forma tradicional, ortodoxa, sea el resultado de ignorancia o de una mentalidad sectaria.
 
Es de mayor seriedad para mí el hecho de que esto ilustra por qué no puedo simpatizar con quienes adoptan una actitud de juicio hacia otros por no tener opiniones coincidentes con las suyas propias, negándose unos a otros categóricamente la posibilidad de ser cristianos. Encuentro digno de notar que, en contraste con el grado de moderación, cautela y equilibrio expresado por las fuentes ya citadas, a menudo personas cuyas credenciales académicas son inmensamente inferiores están entre las más insistentemente dogmáticas y acusadoras en relación con estos mismos tópicos. No tengo duda de que algunos de los argumentos y razonamientos que ellos emplean se considerarían como completamente indignos de consideración por estas mismas fuentes eruditas respetadas. Sea que seamos instruidos o no, creo que debemos guardarnos del dogmatismo y de la reprobación, que son indicativos, no de sabiduría y de discernimiento, sino de pequeñez, tanto de mente, como de espíritu y de corazón.

Por lo tanto, si personas apoyadoras de la Trinidad son abiertas al reconocer los débiles pilares de la doctrina, ¿acaso no sería sensato que otras organizaciones también tuvieran el valor de mostrar no solo los puntos a favor, sino también los puntos en contra de enseñanzas como la entronización y parausía de Cristo en 1914, y como la "generación y sus traslapos" (entre otras cosas)?

Cuando un lector afirmó que a veces no hay que apegarse a la literalidad del texto, como lo señalaba en relación a los 10 cuernos y las siete cabezas, es evidente que esto es así en los casos de las profecías. No obstante, las mismas profecía, la misma Biblia nos entrega herramientas claras para una interpretación correcta. Ir más allá, decir lo que no sale, colocar lo que no es, aún alegando apertura mental o un interesante ejercicio intelectual nos coloca en una posición aventurera semejante que tienen los teólogos trinitarios que buscan conexiones dónde no las hay, para construir argumentos que finalmente son extrabíblicos.

Esta forma de enfrentar las Escrituras es la causante de la gran multitud de sectas y religiones en torno a la Biblia. La mera especulación, la mera similitud. El hecho de practicar el tiro al blanco con las Escrituras es lo que ha llenado ríos de tinta, pero sin un sustento verdadero. La gran tentación de muchos es caer en esta forma o también perpetuar ésta forma al regalar los oídos a quienes también desean ser herederos de la tradición religiosa por conveniencia, más que por un amor sincero por la Verdad.

En resumen, pues, aunque estoy convencido de que la única religión verdadera es el cristianismo mismo, creo que la verdad se encuentra en las Escrituras, no en ningún conjunto particular de interpretaciones que hayan desarrollado los hombres o todavía estén por desarrollar. Esa verdad no está solamente en las palabras mismas, sino básicamente en la revelación que nos dan de Dios y de su Hijo. Será casi inevitable que difiramos en nuestro entendimiento sobre algunos puntos, pero si estamos gobernados por el Espíritu de Dios, no deberíamos tener mayor dificultad en estar de acuerdo en aquellas enseñanzas clara y llanamente establecidas. Algo similar ocurre con el estudio de las Profecías.