domingo, 8 de mayo de 2011

El Ministerio de la Mujer -Parte 1

Realmente es casual que el día de hoy escriba éste artículo. Mi objetivo es mostrar tal cual la Palabra de Dios y que ella nos revele la verdad.

Está claro que Jesús de Nazaret vino a vindicar y colocar en su debido lugar a la Mujer dentro del arreglo de Dios. Jesús elevó a la Mujer dándole grandes privilegios: Ser su Madre, ser las primeras en saber de su carácter mesiánico, y ser las primeras en conocer su Resurrección. Y sin duda, otros muchos papeles trascendentales en medio de una sociedad judía machista.

La Mujer es el co-ayudante y complemento del Hombre. En la creación a los dos se les asigna la tarea de señorear la tierra. Es por eso que el verbo en hebreo está en plural: "tengan potestad". La mujer no formaba parte de la creación sobre la cual el hombre iba a tener dominio. Ambos son igualmente autorizados por Dios para actuar como sus vice-regentes en la tarea de señorear o sojuzgar la Tierra.

Cuando leemos las Escrituras Hebreas observamos que hubo mujeres que asumieron posiciones de liderazgo, tanto en la vida religiosa, como en la civil, como en la familiar. Esto de por sí es notable, puesto que a veces se cree de forma apresurada que el Antiguo Testameno reserva ciertos papeles solo para el varón.

El ministerio profético era la más alta función religiosa en el Antiguo Pacto. El pueblo hablaba a Dios a través del sacerdote, pero Dios hablaba al pueblo a través del profeta. Entre estos profetas se cita a Míriam, que había sido nombrada por Dios como líder sobre Israel, junto con Moisés y Aarón, según leemos en Miqueas 6:4:

"Porque te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de esclavos te redimí; y procedí a enviar delante de ti a Moisés, Aarón y Míriam".
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Cómo notamos, ella aparece dentro del liderato espiritual en Israel.

En el período de los jueces, Débora sirvió de fuente de información procedente de Jehová, dando a conocer sus juicios sobre ciertos asuntos y transmitiendo su instrucción, como en el caso de sus mandatos a Barac. (Jue 4:4-7, 14-16.) Es notable como ella era la portadora de los dichos de Dios a éste varón.
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También se menciona a Hulda, profetisa que ejerció su ministerio durante el reinado de Josías (2 Crónicas 34). Esta mujer fue usada por Dios para enseñar su voluntad a un rey, a un Sumo Sacerdote y a todo un pueblo, promoviendo una reforma religiosa de gran alcance.
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Isaías llama a su esposa “la profetisa”. (Isa 8:3.) Posteriormente en el siglo I E.C., cuando los judíos todavía eran el pueblo que estaba en relación de pacto con Jehová, la anciana Ana sirvió de profetisa. Ella “nunca faltaba del templo, rindiendo servicio sagrado noche y día con ayunos y ruegos”. Al “hablar acerca del niño [Jesús] a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén”, profetizó en el sentido básico de ‘anunciar’ una revelación del propósito de Dios. (Lu 2:36-38.)
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Estos ejemplos arrojan serias dudas sobre la teoría de que la mujer no puede asumir el liderazgo, por imperativo divino. En las Escrituras no encontramos la desaprobación de Dios, ni su condena, a la actuación de mujeres que ejercieron posiciones de liderazgo, ya fuera en la familia, en la vida civil o en la esfera religiosa.

En la Era Cristiana
En la época de Jesús el machismo hebreo alcanzó gran extensión. Pero Jesús de Nazaret con valor consagró a la Mujer como una Ministro. Esto fué una vindicación del papel de la Mujer en el propósito de Dios. Pero, ¿revelan las cartas apostólicas que la Mujer no puede tener privilegios ni enseñar en la congregación? ¿Pablo realmente negó a la Mujer como Ministro?

Uno de los ejemplos más llamativos quizá sea el de Junia, a quien Pablo menciona en Romanos 16:7, donde la saluda junto a Andrónico, diciendo que "son muy estimados entre los apóstoles". A lo largo de los siglos se ha pretendido convertir a Junia en varón, por considerar que una persona que hubiera ejercido tal autoridad en la iglesia primitiva no podía ser mujer. Sin embargo, tanto Orígenes, que vivió al final del siglo II, como Jerónimo y Juan Crisóstomo, que vivieron en el siglo IV, en sus comentarios la consideran como una mujer. El primer comentarista que la consideró como hombre fue Aegidus de Roma, hacia finales del siglo XIII.
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Por otra parte, Junia es un nombre latino de mujer, por lo que aquellos que la convirtieron en hombre le añadieron una "s" al final y concluyeron que era un diminutivo de Junianus. El único problema es que en latín los diminutivos se hacen alargando el nombre y no reduciéndolo. Además, si tal fuera el caso, se encontrarían en fuentes extrabíblicas varones con este nombre, cosa que no ocurre. Lo que sí se encuentran son casos de mujeres que llevaban el nombre de Junia.
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Afortunadamente, en la actualidad son pocos los exégetas que siguen manteniendo que Junia fuera un hombre, aunque la mayoría de ellos no llegan a asumir las implicaciones practicas que tal afirmación tiene, por ejemplo, en el tema del liderazgo de la mujer en la iglesia, convirtiendo tal descubrimiento en un puro ejercicio de erudición bíblica, en vez de aceptar esa realidad pasada como cuestionadora de la realidad presente.

Sin embargo, éstos traductores e interprétes deben preguntarse: Si Jehová le dió a la Mujer en el pasado el papel de Profeta, ¿por qué no podría darle un privlegio equivalente en la Congregación Cristiana? ¿Acaso Jesús de Nazaret y el cristianismo no vino a iluminar y perfeccionar los aspectos de las Escrituras Hebreas?

Otro ejemplo de cómo se ha querido ensombrecer el papel que las mujeres tuvieron en la iglesia primitiva, en este caso negando la importancia de su liderazgo, es el de Febe, la portadora de la carta de Pablo a la iglesia de Roma. Pablo usa dos palabras para describirla: "diakonos" y "prostátis".

Muchas veces se ha alegado que Pablo era anti-mujer. Sin embargo, parece ser que sus palabras han sido mal entendidas, porque notemos lo que dice cuando habla de Febe. Notemos su admiración:

"Les recomiendo a Febe nuestra hermana, que es ministra de la congregación que está en Cencreas,  para que la reciban con gusto en [el] Señor, de una manera digna de los santos, y para que le presten ayuda en cualquier asunto en que los necesite, porque ella misma también demostró ser defensora de muchos, sí, de mí mismo" - Romanos 16:1,2.

La Traducción del Nuevo Mundo de la Watchtower reconoce en su nota que "ministra" es "Sierva" o "di·á·ko·non". Este solo hecho debería motivar al Cuerpo Gobernante a emprender un estudio de este asunto y a no dejarse guiar por los intérpretes y exégetas. La declaración bíblica es la que nos debe guiar en éstos asuntos y no una tradición occidental de superioridad varonil. De otra forma, seríamos esclavos de las tradiciones más que dejarnos gobernar por la propia Palabra de Dios.

Pablo habla de Febe como "diakonos", que aparece en masculino, cuando Pablo la usa para referirse a sí mismo o a otros como Timoteo, Epafras o Apolos, la mayoría de los intérpretes traducen la palabra como "ministros" dedicados a la obra de predicación y enseñanza de la Palabra. Sin embargo, para algunos, simplemente porque Febe es una mujer, no puede ser llamada "ministro", aunque no hay ningún argumento lingüístico para hacer distinciones entre ella y otros ministros varones.

Por eso algunos traductores creen que el término tiene un sentido oficial, y por consiguiente lo vierten “diaconisa” (NC, BJ). Febe sería la prueba de que en la Congregación Cristiana habían "Siervas Ministeriales".

No debería existir ningún problema para que la Mujeres piadosas y con cualidades espirituales adecuadas pudiesen desempeñar el mismo papel de los Siervos Ministeriales Varones. De hecho, en algunos hogares Betel de los Testigos de Jehová y grupos de construcción hay Mujeres que desempeñan labores administrativas como las cuentas, territorios, etc. Por lo tanto, es absurdo dejar fuera en las congregaciones a Mujeres con cualidades y mejores capacidades que algunos varones. Las Mujeres pueden ser más responsables y fieles en muchas tareas que los varones descuidan. Así también si una Mujer es excelente lectora, no debería suprimirse su capacidad de leer en las reuniones. Hace poco algunos artículos grabados fueron leídos por Mujeres y otras participaban en Vídeos en los cánticos para lengua de señas, pero ciertos elementos del Cuerpo Gobernante deciden retroceder y no volver a analizar con mente dispuesta las propias declaraciones de la Palabra de Dios.

Muchas veces se confunden creyendo que ésto tiene que ver con movimientos pro feministas mundanos, pero lo que debería gobernar el pensamiento de los dirigentes religiosos no es eso, sino más bien apegarse a la Palabra de Dios.

Febe fue “defensora de muchos”. El término que se traduce “defensora” (pro·stá·tis) tiene el sentido básico de “protectora” o “auxiliadora”, de manera que no solo implica simple cordialidad, sino el acudir en ayuda de otros cuando están en necesidad. Asimismo, se puede traducir “patrona”. La libertad que Febe tenía para viajar y llevar a cabo importantes servicios en la congregación puede indicar que era una Sierva Ministerial en defensa de los cristianos a quienes se acusaba falsamente o los haya refugiado o protegido en tiempo de peligro. Privlegios que actualmente solo se otorgan a algunos varones.

Febe era una diaconisa encargada de asuntos de carácter organizacional, y social, como visitar a los enfermos, o ayudar en la distribución de alimentos, de la misma forma como ciertos varones acreditados hicieron lo mismo según el libro de Hechos. Pero notemos lo que dice Pablo:

"para que la reciban con gusto en [el] Señor, de una manera digna de los santos, y para que le presten ayuda en cualquier asunto en que los necesite, porque ella misma también demostró ser defensora de muchos, sí, de mí mismo".

Ella era una especie de viajera recomendada por Pablo y que tenía que atender asuntos de organización y dirección que la congregación tenía que apoyar.
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Ahora bien, el concepto de diácono o diaconisa como persona que hace un trabajo principalmente de carácter social y administrativo, formando una orden menor dentro de la jerarquía ministerial, no existía en aquel momento. Fue a partir del siglo II, cuando aparece lo que se llama el episcopado monárquico, es decir, el gobierno de una iglesia por un solo obispo, que escogía al clero subordinado, formado por presbíteros y diáconos. Tanto Ignacio de Antioquía, a principios del siglo, como Hipólito, al final del mismo, no justificaban sus ideas por mandamientos del Señor Jesús o por autoridad bíblica, lo mismo que Jerónimo, para quien el episcopado jerárquico es el resultado de la costumbre, pero no de la revelación.

Es interesante, además, analizar otro de los términos aplicados por Pablo a Febe y que hemos tocado: "prostátis". Esta palabra significa "alguien que se pone al frente, alguien que preside". Tanto en la literatura extrabíblica como en todo el Nuevo Testamento, esta palabra se usa para hacer referencia a alguien que está ejerciendo una posición de autoridad, y no labores secundarias. Pablo usa la forma verbal de esta palabra para describir a los que dirigen y presiden la congregación (1 Tesalonicenses 5:12; Romanos 12:8; 1 Timoteo 5:17). Los Padres de la Iglesia usaban la forma masculina de "prostátis" para describir a aquellos que presidían en la comunión. Josefo la usa para referirse al líder de una nación, una tribu o una región.
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Por otra parte, cuando en 1 de Timoteo se mencionan los requisitos de los diáconos (Siervos Ministeriales), llama la atención que sean prácticamente los mismos que los de los Ancianos, por lo que se puede concluir que sus funciones estaban muy relacionadas. De estos requisitos hay dos que indican función. El primero es el don de guiar ("gobiernen bien sus hijos y sus casas"). El segundo, se descuida generalmente. Tiene que "guardar el misterio de la fe". La palabra guardar es la traducción de la palabra griega "exeinti", que se usaba para designar a una persona a quien se le encargaba algo, a quien le incumbía el llevarlo, observarlo, ejecutarlo y cumplirlo. Es decir, el diácono no sólo tenía que conocer y comprender el evangelio y el plan de salvación, sino que también tenía una parte importante en su proclamación al mundo. Esto se hace más claro en la última característica mencionada: "gran confianza en la fe". La palabra "parresía" que la Reina-Valera traduce como "confianza" significa "facilidad de palabra". También puede significar "hablar en público" (Juan 18:20), características que son más apropiadas para aquellos que se dedican al ministerio de la predicación y enseñanza, que a tareas sociales o administrativas.
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Por tanto, en la iglesia primitiva el/la "diakonos" no era una persona dedicada solamente a dichas tareas (adiministrativas o domésticas). La jerarquización que hoy conocemos por la que el diácono o la diaconisa en la práctica es menor, por ejemplo, que el anciano, no existe ni tiene fundamento en el Nuevo Testamento. Es interesante que Pablo usa indistintamente el término anciano y obispo. Esta última palabra significa literalmente "el que preside o supervisa" y para referirse a Febe usa la palabra "prostates", que significa "el que está al frente, preside o dirige", y "diakonos", que significa "ministro". Es evidente que todos estos términos estaban relacionados. Si el hecho de que Pablo use algunos de estos términos para referirse a una mujer choca con otros textos del mismo apóstol que parecen restringir el ministerio de la mujer en la iglesia, esto nos obliga a comprobar si la exégesis de dichos textos es correcta puesto que la Palabra no puede contradecirse.
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En realidad, no hay ningún argumento lingüístico para hacer distinciones entre Febe y otros "ministros" varones, por lo que los traductores y exégetas que le niegan tal derecho, están imponiendo una interpretación teológica al texto, que por ser más deductiva que inductiva tiene el peligro de alejarse de la verdad. Tal reflexión siempre debe hacerse con posterioridad al análisis lingüístico, al del contexto, al de los pasajes paralelos y al del fondo histórico, y no con anterioridad.

El caso de Febe, como mujer que ejercía funciones ministeriales relacionadas con la predicación de la Palabra y la enseñanza, no era una excepción. Veamos en primer lugar el caso de Priscila. Pablo usa la palabra "sunergon" para referirse a ella y a Aquila, su marido. Esta palabra, que se suele traducir como "colaborador" la usa también para referirse a Timoteo, Silas, Apolos, Tito, Epafrodito, etc.
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La palabra "sunergon" puede significar simplemente "ayudante" si se usa en el caso dativo. Pero en el caso genitivo, que Pablo siempre usa para referirse a estas personas, significa "alguien del mismo oficio". Por tanto, para Pablo el colaborador es más que un ayudante, es alguien que él considera un colega situado en una posición de autoridad similar a la suya propia. Y Pablo llama a Priscila "sunergon", con lo cual podemos decir que la está considerando una colega, alguien en su misma posición.
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En 1 Corintios 16:16 Pablo dice algo más sobre estas personas: "Os ruego que os sujetéis a todos los que ayudan (sunergonti) y trabajan". Por tanto, Priscila, que es una "sunergon", es alguien a quien otros deben someterse. Es lo que hizo Apolos cuando Priscila lo instruyó en las cuestiones doctrinales que desconocía, a pesar de ser un varón elocuente y poderoso en las Escrituras.
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La sujeción que Pablo demanda no es la obediencia debida a un superior jerárquico, derivada de la misma naturaleza desigual de dicha relación, sino que es la aceptación voluntaria de los criterios de aquellos que "ayudan y trabajan", independientemente de sí son hombres o mujeres, porque no es la propia naturaleza del hecho, es decir, el ser líder o el ser varón, que determina el que otros se sujeten a ellos, sino el deseo voluntario de proponerse a la consideración de otra persona, puesta allí por Dios para su perfeccionamiento. Así lo entendió Apolos. Es el deseo de servir y las cualidades.

Pablo menciona también a cuatro mujeres que trabajaban en la obra del Señor: María, Trifena, Trifos y Pérsida (Romanos 16:6,12). El verbo que usa Pablo para referirse a estas mujeres es "kopiao". Pablo recomienda a los Corintios, como hemos visto anteriormente, que se sujeten a personas como ellos, es decir, a los que ayudan y trabajan (kopiounti).

En 1 Tesalonicenses 5:12 vuelve a insistir en la misma idea: "Os ruego, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan (kopiountas) entre vosotros y os presiden en el Señor y os amonestan". Es decir, los que "trabajan" son los que están dedicados al ministerio, son los que presiden y amonestan, y son personas a quienes hay que sujetarse y reconocer. Entre estas personas Pablo menciona a estas cuatro mujeres. Además, hay muchas otras mujeres señaladas en las Escrituras Griegas como valiosas Ministras.

¿Por qué hoy día no pueden ejercer posiciones de liderazgo si tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento vemos ejemplos de mujeres que fueron puestas en esa posición por Dios mismo, al concederle los dones necesarios?
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En una próxima entrada analizaremos los polémicos dichos de Pablo (y no os apresuréis a responder con éstos, ya que serán estudiados en otra entrada), pero por ahora meditemos en éstas mismas declaraciones e indicaciones del mismo apóstol Pablo que nos muestran que la Mujer debe tener privilegios de servicio como el Varón. Hablo de privilegios bíblicos. Hay base y hay fundamento para que la Mujer sea una Sierva Ministerial. Y sin embargo, en la mayor de las paradojas algunas organizaciones solo han limitado a las Mujeres a privilegios NO bíblicos inventando un término como "Precursor Auxiliar" y "Precursor Regular". Éstos términos y privilegios no son bíblicos y son usados como para mantener una tranquilidad de que a las mujeres no se les deja fuera. Pero sin embargo, ese razonamiento y deducción es innecesaria, puesto que hay prueba clara de que las Mujeres también pueden tener privilegios como los varones.