martes, 24 de mayo de 2011

Perspicacia

Hoy millones de "cristianos" de forma rápida y sin ninguna reflexión hacen banderas en torno a Jesús de Nazaret y su afiliación religiosa. Son firmes en cuanto a defender su organización religiosa y son capaces de agredir y atacar a quienes puedan ser "disidentes" en las ideas. Esto más bien obedece a un contexto grupal e histórico y no a una reflexión de verdad. De hecho, muy pocos entran en determinada religión por sus propias convicciones internas, o sentir un llamado de Jesucristo en su lectura de la Biblia.

Incluso si se hiciera una pregunta (sobre como "conocieron la verdad") a la mayoría de los asistentes a un Salón del Reino, Iglesia o Parroquia, la mayoría diría que es miembro de determinada religión por sus padres, por amigos, familiares, conocidos, simpatía organizacional,  etc. Grandes multitudes asisten por la costumbre, por la mecánica de las cosas, y no por una reflexión personal en torno a Jesucristo y su mensaje, y cómo éste cala en su Ser.

Por esa  razón las entradas anteriores apelan a que hagamos un auto examen. Posiblemente la mayoría de los defensores a ultranza de las religiones modernas habrían encajado perfectamente en los grupos fariseos, saduceos y escribas de los días de Jesús. Sus patrones mentales de ser seguidores de líderes humanos y de tener un sentimiento de pertenencia a un grupo de poder, con un testimonio visible de un aparente apoyo Divino sería básicamente la "prueba" y el testimonio de estar en la "verdad".

Un cristiano del siglo I se enfrentaba a esa terrible situación. El Templo y sus hermosas piedras eran instalaciones dedicadas a la adoración verdadera, los sacerdotes con sus atuendos, los toques de trompeta, el ruido y ceremonial de los actos, el olor a incienso y las multitudes de peregrinos de todas las naciones que acudían año tras año para oír la Palabra de Jehová, todo eso era impresionante y marcaba una honda impresión en las personas que veían que ese sistema de adoración era "la verdad".


¡Qué difícil era todo ésto para un cristiano de ascendencia judía ! Sería una locura seguir al desarrapado carpintero y maestro de la humilde Galilea. ¡Nadie!, ¡Nadie era Jesús! Dicho Maestro no era sacerdote, escriba ni fariseo, no tenía credenciales organizacionales religiosas. Además, solo un puñado de 12 hombres le seguían. Sí, una locura.
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El hombre carnal o natural es seducido rápidamente por los sentidos físicos y una religión (como la de Cristo) que no ofrecía nada visible sin duda era una locura. ¿Cómo cambiar toda esa mecánica, asambleas solemnes, grandes fiestas y ceremonias por reuniones sencillas y básicas?
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Esa fue la lucha del apóstol Pablo con algunos cristianos que seguían atados a una organización nacional. Lo hacían por un sentido de orgullo y pertenencia. En realidad, no estaban seguros en Cristo. 
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Para ser libres nos libertó Cristo...
Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad. Comenzásteis bien vuestra carrera ¿quién os puso obstáculo para no seguir a la verdad?-
Gálatas 5: 1, 6, 7 

Cuando Pablo escribió estas palabras, las dirigió a personas que estaban dejándose arrastrar por un falso evangelio o buenas nuevas. En su día existía el esfuerzo de imponer la obligatoriedad de la Ley Imperante a los cristianos, cosa que limitaba su libertad en Cristo. ¿Dónde estaba el gran peligro? La ley a la que se les estaba tratando de someter a los cristianos era, después de todo, la misma ley que el propio Jehová dio por medio de Moisés. ¿Por qué entonces Pablo dijo que su imposición los colocaría "nuevamente bajo el yugo de la esclavitud"?

Parte del peligro reside en el hecho de que tal sumisión a la ley inevitablemente permitiría e introduciría el papel de hombres que actúan como intérpretes de la ley, adquiriendo sus interpretaciones carácter de leyes, con cuerpos judiciales, cuerpos gobernantes y comités judiciales de carácter religioso aplicando esas normas e imponiendo sanciones como valedores de la ley. Eso supondría la reintroducción de un sacerdocio humano sobre los creyentes cristianos, quienes únicamente tenían un único Sacerdote y Mediador, el Hijo de Dios. ¿Por qué entonces algunos hombres de la congregación cristiana del primer siglo se esforzaron por reintroducir el mantenimiento de la ley? Evidentemente era porque, consciente o inconscientemente, querían ejercer control y autoridad sobre otros. Buscaban poder sobre los fieles cristianos y una manera de obtenerlo era colocándose ellos mismos entre los cristianos y su legítimo cabeza, Jesucristo. Se cumplía así la profecía del apóstol, registrada en Hechos 20: 29, 30:

"Yo sé que después de mi partida entrarán entre ustedes lobos opresivos y no tratarán al rebaño
con ternura, y de entre ustedes mismos se levantarán varones y hablarán cosas aviesas para
arrastrar a los discípulos tras de sí ".

Pablo muestra en sus cartas que muchos de sus oyentes estaban siendo persuadidos, aceptando eso como verdadero evangelio. Sobre todo muchos que aún veían a Jerusalén funcionando y a todo su sistema del antiguo Pacto operando. Al parecer Dios aún apoyaba al Israel natural.

¡Qué difícil les es para algunos hoy día lo mismo!

Quienes proponían la observancia de la ley podrían alegar que Dios requiere rectitud, santidad (lo cual es cierto) y que sin la imposición de la ley la gente sencillamente no mantendría la justicia (lo cual podría ser cierto en la mayoría de la gente, pero no en el caso de los cristianos puros de verdad). Para comenzar, imponían la circuncisión, algo instituido por Dios casi dos mil años antes, en tiempos de Abraham. Una vez aceptado esto, sin embargo, se irían añadiendo otros requisitos de la ley, presentados como necesarios ante Dios, los cuales se transformarían en elementos jurídicos y crearían una super estructura de organización.

El mayor peligro, entonces, estaba en que la manera de enfatizar el apego a la ley podría alterar la relación de los cristianos para con Dios a través de Jesucristo, la forma de tergiversar la base para la esperanza del cristiano y desenfocar la atención del culto cristiano. Pablo reconoció tal cosa como una grave negación de las buenas nuevas para cuya predicación había sido comisionado por Dios y Cristo.
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Al explicar la gravedad de tal cosa, escribió:
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"Quedan separados de Cristo, quienesquiera que sean ustedes los que tratan de ser declarados justos por medio de ley; han caído de la bondad inmerecida de él. En cuanto a nosotros, por espíritu estamos aguardando con intenso anhelo la esperada justicia como resultado de fe" (Gálatas 5:4-5)
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Hoy, la Ley de Moisés no existe entre los cristianos, pero el mismo "espíritu" legalista y de admiración por las organizaciones humanas sigue estando presente en muchos de ellos. Nuevamente se ven envueltos en el mismo conflicto que los cristianos del siglo I. Generalmente cuando son alumbrados con cierta luz espiritual que no proviene del "conducto oficial" de la moderna "catédra de Moisés", ocurre un conflicto en su corazón. Un conflicto como el que tenía Nicodemo, que tenía que seguir a Jesús a escondidas.
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Solo la destrucción de Jerusalén y su Templo junto a todo el sistema judío en 70 E.C logró culminar la separación mental de muchos cristianos con sus raíces judías ( y que provocaban una grave anulación de la dávida del Rescate para ellos). La mayoría no logró sobreponerse y el número de cristianos judíos decreció. Hoy, un gran golpe, una gran prueba se cierne sobre los cristianos que emocionalmente, por ignorancia o conveniencia están atados a organizaciones humanas. ¿Lograrán pasar la prueba?

Sin embargo, otras pruebas surgieron para los cristianos gentiles. Entre los años 250 al 325 E.C, la Iglesia estuvo básicamente ocupada en definir sus relaciones con el poder, ya le fuera contrario o favorable, y se produjo una involuntaria transformación del cristianismo en un factor político de primer orden. Las grandes persecuciones romanas para erradicar el cristianismo del Imperio, que recomenzaron en el año 249, no sólo no lograron su propósito sino que, a partir del 310, con la llegada de la pax de Constantino, este emperador emprendió el embargo del aparato eclesiástico por parte del Estado.

Cada vez más numerosas, y con adherentes generosos y a veces ricos, las iglesias cristianas de la segunda mitad del siglo III habían acumulado un cierto capital y disponían de rentas considerables. Después del 260 obtuvieron la devolución de los bienes inmuebles confiscados durante la persecución, y a partir de entonces velaron por la preservación de estos bienes, que necesitaban para asegurar el culto y el mantenimiento de sus ministros y el estatuto legal.  Por consiguiente, las iglesias estaban obligadas a llevarse lo mejor posible con las autoridades, y no tenían ya la magnifica independencia de los siglos I y II, abriendo así las puertas al acercamiento entre la Iglesia y el Estado.

Ésta situación es practicamente idéntica a lo que sucede con la Organizaciones Religiosas actuales, en dónde tras persecusiones han adquirido estatutos legales, bienes inmuebles y propiedades y exención de impuestos, mientras comienza a existir una relación más amistosa con la política en dónde surgen tratados en la OSCE, ONU, etc,  como ONGS en pro de la libertad de culto. El mismo patrón que existió en el siglo III.

El golpe de suerte fundamental para el futuro de las Iglesias cristianas se produjo con el debilitamiento del Imperio romano a partir de la eclosión de la crisis interna que afloró el 1 de mayo del 305 con la abdicación simultánea de Diocleciano y Maximiano, hecho que llevó al poder, como augustos, a Constancio Cloro y Galerio. Entre los años 306 y 311 los gobernantes romanos estuvieron tan ocupados peleándose entre sí que no tuvieron tiempo de proseguir la campaña de exterminio contra los cristianos que puso en marcha Diocleciano y, finalmente, en abril del 311, Galerio firmó un edicto concediendo al cristianismo el estatuto, aún restrictivo, de religio licita (religión legal). Un año después, Constantino, tras someter con su ejército a Italia y África, ordenó que fueran restituidos a las iglesias todos los bienes confiscados y que se les entregara una contribución del Tesoro imperial. Constantino donó a la Iglesia católica grandes fincas y edificios por todo el imperio y los cristianos comenzaron a construir decenas de lujosas iglesias y edificios para el culto.

La Iglesia católica, transformada en una institución de poder temporal que se arrogó la representación exclusiva y ortodoxa del mensaje de Jesús  (pero al que nunca ha sido fiel) fue el producto del mismo patrón de conducta que han seguido la mayoría de las organizaciones religiosas actuales.

Hoy, vivimos en tiempo cruciales. Un nuevo "Constantino" ya ha comprado voluntades de algunos dirigentes de las religiones modernas. El Hombre del Desafuero se hará manifiesto pronto.

Los lectores de éste sitio harían bien en meditar hasta que grado tienen lealtad organizacional o lealtad a Cristo Jesús y a su Padre Jehová.