Según los Evangelios, Jesús sólo citó la palabra «iglesia» en dos ocasiones, y en ambas se refería a la comunidad de creyentes, jamás a una institución actual o futura; el equivalente semítico de la palabra ekklesía designa en este caso, al igual que en todas las Escrituras Hebreas, la asamblea general del pueblo judío ante Dios, la kahal Yahveh. Pero la Iglesia católica y otras entidades siguen empeñadas en mantener la falacia de poner a Cristo como el instaurador de su institución y de preceptos que no son sino necesidades jurídicas y económicas de una determinada estructura social, conformada a golpes de decreto con el paso de los siglos.
Si en algo están de acuerdo todos los expertos actuales es que la hermenéutica bíblica garantiza absolutamente la tesis de que Jesús no instituyó prácticamente nada, pero, en cualquier caso, se cuidó muy especialmente de no proponer ni un solo modelo específico de Iglesia institucional. En todos los Evangelios no sale absolutamente ninguna directriz de Jesús al respecto. Los textos del Nuevo Testamento enfocados en los años de la vida pública de Jesús, y redactados muchos años después de la muerte de él, no ofrecen un solo modelo organizacional. Posteriormente las cartas Paulinas citan una diversidad de posibilidades a la hora de estructurar una comunidad eclesial y sus ministerios sacramentales. De este modo surgieron las evidentes diferencias - y disputas - que se dieron entre los primeros modelos eclesiales que adoptaron los creyentes de Jerusalén, Antioquia, Corinto, Éfeso, Roma, Tesalónica, Colosas, etc.
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Tal como se comentó en la entrada "¿Habría reconocido usted al Mesías?" cada creyente moderno tiene la obligación de hacerse un autoexamen y meditar en si realmente habría aceptado y reconocido a Jesús de Nazaret en el siglo I. La razón, es que los cristianos verdaderos se enfrentan a los mismos dilemas de todas las épocas.
Ser un cristiano fué algo muy difícil y se necesitaba valor. Todo un colosal e imponente sistema religioso parecía contar con la aprobación Divina. Sin embargo, el humilde y sencillo modelo predicado por un carpintero parecía una religión inferior y poco honorable. Esto se acrecentó con la muerte de Jesús.
La muerte de Cristo acabó con la comunidad que se había congregado en torno a él. No sólo frustró las esperanzas sino que también destruyó la primera fe que habían tenido los discípulos. Testigos de esto son Mc 15: 50 (fuga de los discípulos), Lc 24: 21 (los caminantes de Emaús refieren la decepción experimentada por el fracaso de la salvación que esperaban de Jesús) y Jn 20:19 (miedo de los discípulos ante los judíos). Después de la prisión y muerte de Cristo no se quedaron en Jerusalén. No disponían de medios de vida para ello y además temían ser apresados. Históricamente y de la forma más importante, las apariciones se dieron por vez primera en Galilea. Esto supone que los apóstoles ya se encontraban allí de vuelta a sus quehaceres.
¿Cómo es posible que la muerte de Jesús fuera algo decepcionante para ellos? Todas las profecías se centraban en un Mesías poderoso y derrotador de los gobiernos humanos. Los salmos y el libro de Daniel eran categóricos. Pero, ¿es que no habían leído a Isaías y los dolores del Mesías?
Isaías habla del Siervo sufriente de Jehová en Is. 52:13 - 53:12. El texto de Isaías 53 es muy claro: «(El Siervo) fue despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento y como uno ante quien se oculta el rostro lo despreciamos y no lo estimamos. Sin embargo, él llevo nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores. Nosotros lo teníamos por un castigado, un hombre herido por Dios y humillado. Pero fue castigado por nuestros crímenes, aplastado por nuestras iniquidades; el castigo que nos salva cayó sobre él; fuimos curados gracias a sus sufrimientos... El Señor hizo recaer sobre él el castigo de las faltas de todos nosotros... muerto por el pecado de su pueblo... Si él ofrece su vida en sacrificio expiatorio, tendrá una descendencia perdurable, prolongará sus días y la voluntad del Señor será por él realizada... El Justo, mi Siervo, justificará a muchos hombres y tomará sobre sí sus iniquidades... porque él mismo dio su vida y se dejó contar entre los criminales tomando sobre sí los pecados de muchos hombres e intercediendo por los delincuentes» (Isaías 53:03-12).
Estos textos parecen corresponder de tal manera a la imagen que nos hacemos de la pasión de Jesucristo que nos da la sensación de ser palabras proféticas. Y efectivamente lo son. El realizó todo cuanto hay escrito en ellas.
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Pero entonces surge el problema: ¿percibió la comunidad primitiva inmediatamente el significado cristológico o mesiánico de estos pasajes? ¿Por qué no recordaron éstos relatos?
La razón es que para los judíos de los días de Cristo, los textos se aplicaban al Israel del exilio, aniquilado como pueblo. Ese era el “Siervo”. Este capítulo desarrollaba el significado universal y sustitutorio del sufrimiento de Israel.
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Estos pasajes no fueron entendidos en los días de Jesús ni por la comunidad judía como una aplicación al Mesías. El Mesías esperado no cabía en modo alguno dentro del modelo aquí descrito pues lo que se aguardaba era un Mesías victorioso y señor del universo. Las aplicaciones que se habían hecho de Isaías con respecto al Mesías, particularmente en el Henoc etiópico (cfr. 37-71), escrito en torno al año 63 a. E. C., pintaban al Mesías dentro del marco de la expectativa general. Por eso sólo citaban los textos de Is 52:13-15: «Mi Siervo prosperará y crecerá, se elevará y será exaltado... así lo admirarán muchos pueblos, los reyes permanecerán mudos ante él, porque verán lo que nunca les había sido contado y observarán un prodigio inaudito».
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Sólo estos pasajes doxológicos se predicaban del Mesías. Los demás referentes a su kenosis y humillación no eran tratados «nunca» y hasta se los llegaba a borrar del texto. A partir de esa constatación podemos afirmar que Isaías 53 no poseía una connotación mesiánica antes de Cristo ni en el tiempo de Cristo.
Tras un proceso de reflexión posterior la comunidad cristiana primitiva aplicó Is 53 a la pasión y muerte de Jesucristo. Sin embargo esto no ocurrió de inmediato. Hechos 8: 32-35 y Mc 15: 28, en los que se cita Is 53, no pertenecen a los textos más antiguos del Nuevo Testamento. Además los dos textos no citan los pasajes de expiación. Mc 15:28 dice únicamente: «y se cumplió entonces la escritura que dice: fue contado entre los malhechores». En Hech 8:32,33 Felipe lee al eunuco: «como una oveja fue llevado al matadero y como un cordero mudo ante el que lo trasquila enmudeció y no abrió la boca. En su humillación fue consumado su juicio; ¿quién contará su generación? Porque su vida fue arrebatada de la tierra».
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Como se ve, no se hacen referencias a la expiación o a la sustitución. Eso sólo ocurrirá en un estadio posterior de la reflexión teológica de la comunidad. Lentamente fueron descubriendo Is 53. Es importante retener esta constatación: al comienzo, Is 53 no fue usado como prueba de que el Jesús sufriente fuese el Mesías porque no existía una reflexión sobre este tema.
Así, en nuestra época presente, muchas de las cosas que se toman como dogmas e interpretaciones, puede que aún no manifiesten todo el entendimiento correcto.
Muchas veces la tradición religiosa de antaño opaca la verdad bíblica.