En éstas investigaciones hemos comprobado que las primeras comunidades cristianas se reunían en los sencillos hogares, que las mujeres gozaban de los mismos privilegios y capacidades para enseñar que los hombres, que el estudio de las Escrituras en torno a comprender el papel de Cristo Jesús era el eje de su enseñanza, y que tampoco estas congregaciones eran controladas por estructuras eclesiásticas de poder, cuerpos gobernantes o consejos directivos rectores. El gran mensaje de fraternidad universal y la paternidad de Dios provocaba que los discípulos de Jesús predicaran un mensaje liberador a la Humanidad. Ese era el auténtico gobierno celestial (Reino) que regiría bajo el Amor a la Tierra. Ellos fueron un grupo sin nombre, una comunidad abierta sin título por muchos años puesto que para ellos el mundo entero estaba llamado a comprender que todos somos parte de una gran familia humana bajo la paternidad de un Dios-Amor. Todos los seres humanos estaban llamados a formar parte de la fraternidad espiritual. Por esa razón, durante muchas décadas el cristianismo nunca tuvo el carácter de una religión o estructura cerrada.
De forma magnífica fluía el Espíritu de Jehová a pesar de que los grados de comprensión de la verdad variaban de una congregación a otra.
“Ahora bien, Jehová es el Espíritu; y donde está el espíritu de Jehová, hay libertad” – 2 Corintios 3:17.
Estas hermosas palabras inspiradas fueron escritas en el contexto de que el "código de la ley" no era una manifestación plena de la libertad de los cristianos. En realidad el código escrito era una sombra, y bajo la liberación de Cristo Jesús obtenemos la verdadera libertad.
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La libertad es un don maravilloso del ser humano. Tenemos libre albedrío para buscar la verdad, ya que somos amantes de la verdad. Ningún ser humano, ni ángel, puede privarnos de ese don. La libertad de pensamiento incluso es respetada y defendida por Dios mismo. Él nos creó de esa forma, y nuestra madurez espiritual significa aceptar confiados ese don de Dios.
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La libertad es un don maravilloso del ser humano. Tenemos libre albedrío para buscar la verdad, ya que somos amantes de la verdad. Ningún ser humano, ni ángel, puede privarnos de ese don. La libertad de pensamiento incluso es respetada y defendida por Dios mismo. Él nos creó de esa forma, y nuestra madurez espiritual significa aceptar confiados ese don de Dios.
Muchos creen que la multiplicidad de ideas y la libre expresión en materia religiosa pueden tener efectos devastadores. Se suele argumentar que las miles de sectas y religiones son producto justamente de esa llamada libertad religiosa. Por esa misma razón, se suele atacar en las religiones a las personas que expresan públicamente sus pensamientos religiosos distintos, o hablan de una forma diferente en cuanto a las directrices y códigos de su organización religiosa. Existe un gran temor, de que esas personas puedan provocar divisiones y sectas, y por lo tanto, generalmente son apartadas del grupo social-religioso al que pertenecen.
Sin embargo, es un error creer que la multiplicidad de sectas y religiones se debe a la "libertad" religiosa. ¿Por qué razón? En realidad las religiones son productos de tradiciones religiosas que son extrabíblicas. En el fondo, las sectas y religiones son las que estarían siendo víctimas del error interpretativo de la Biblia. El que más y más grupos tiendan a forzar la Biblia es lo que produce el fenómeno del sectarismo. En cambio, si se estudiara la Biblia con libertad y públicamente, no habrían deserciones masivas. Más bien el Espíritu Santo lograría que hubiese verdadera unidad y libertad. Pero sería una unidad basada en la libertad y no en la uniformidad.
Por ejemplo, algunos estudiosos a nivel individual de la Biblia llegaron a muchas creencias que los investigadores posteriores encontraron. Es notable el caso de Newton. Sin embargo, éstos cristianos a nivel individual no crearon sectas en torno a esos descubrimientos. Cómo observamos, encontrar la simple verdad en la Biblia no necesariamente provoca sectas o religiones. No tuvieron confusiones de Fe o crisis espirituales al investigar la Biblia de forma privada y sin un "conducto oficial". Es debido a otros intereses cuando se provoca el fenómeno sectario. No es por la libre investigación bíblica.
Los cristianos primitivos no tenían un entendimiento uniforme
Lo hemos visto en la entrada anterior con respecto a la circuncisión. Muchos años después de los eventos de Hechos 15, las congregaciones de Judea seguían libremente y por propia decisión la idea de que ese precepto aún era necesario. Nunca existió un cuerpo gobernante rector que hizo que la instrucción se aplicara a todos por igual.
Justamente muchos cristianos modernos no saben que en el siglo I no todos tenían el "mismo entendimiento" al mismo tiempo, como tampoco existía una imposición para que todos pensaran de igual forma. Cuando Pablo llama a "que estén aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar"* se refiere a los partidismos que existían entre los cristianos cuando decían “Yo pertenezco a Pablo”. “Pero yo a Apolos.” “Pero yo a Cefas.” “Pero yo a Cristo.” (1 Corintios 1:10-17). Cómo notamos, el sectarismo es provocado por seguir a los hombres y no por la investigación personal de la Palabra de Dios, la cual no está dividida y nos debe llevar a todos en la misma dirección inevitable, salvo que los hombres (no la Biblia) lo impidamos manipulando su mensaje. Por eso hay sectas. Por la manipulación bíblica (sin intención o con intención), y no por su libre investigación.
Nota: La expresión es “la misma forma de pensar” la cual incluye las cualidades que tienen que dominar al cristiano, independiente de su grado de progreso. No es “que todos piensen igual”. Hay una gran diferencia.
Notamos que Pablo dice: “El Cristo existe dividido. Pablo no fue fijado en un madero por ustedes, ¿verdad? ¿O fueron ustedes bautizados en el nombre de Pablo?” – 1 Corintios 1:13.
Aquí notamos que lo que provoca las sectas es dejar a Cristo de lado y desviarse a cualesquier otro objetivo que no sea él, ya sea una persona u otra entidad que se interponga entre Jesús y nosotros. Por eso el apóstol recalca que él no tiene ningún mérito en la salvación de los Corintios ni tampoco a él se le debe ninguna honra.
Cuando entendemos bien este pasaje comprendemos que Pablo está advirtiendo contra el fenómeno religioso (que vendría en un futuro próximo) de crear grupos con nombres distintivos (humanos) y que se desvían del Cristo. No está hablando en absoluto de que los cristianos tenían que pensar igual en todo asunto ni que tuvieran que estar sometidos a un conducto humano. Ciertamente mientras los discípulos de Jesús se mantuvieran unidos en Espíritu a las enseñanzas del Hijo del Hombre, y éste fuera el elemento unificador y cohesionador de la Fe, no habría ninguna razón de inventar nombres para distinguirse unos de otros. No habrían “marcas” para postular las enseñanzas cristianas. Cristo no estaría “dividido” tal como ocurre con las centenares de “marcas” cristianas de la actualidad.