Pero Jesús, llamándolos a sí, dijo: “Ustedes saben que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los grandes ejercen autoridad sobre ellas. No es así entre ustedes; antes bien, el que quiera llegar a ser grande entre ustedes tiene que ser ministro de ustedes, y el que quiera ser el primero entre ustedes tiene que ser esclavo de ustedes. – Mateo 20:25-27
Cualesquiera títulos o posiciones oficiales que, de por sí, colocaran a alguien en un nivel espiritual diferente al de los demás o que de alguna manera llegaran a entrometerse en el exclusivo derecho del Hijo de Dios como Amo y Maestro de sus seguidores, son una desviación del espíritu del cristianismo.
En una entrada anterior, hemos estudiado como la entera congregación, junto a los apóstoles y ancianos, analizaron la circuncisión y la observancia de la Ley, registrado en el capítulo quince de Hechos. Nunca existió un Concilio a puertas cerradas ni tampoco existió la figura de un Cuerpo Gobernante centralizado. De hecho, esa expresión ni siquiera sale en la Biblia y la expresión “Gobernante” entra en claro conflicto con la exhortación de Jesús mismo que aparece en Mateo 20:25-27 y que aparece al inicio de la entrada.
El relato del capítulo quince de Hechos muestra por qué era Jerusalén el sitio adecuado a donde acudir para el asunto particular de la circuncisión. En ninguna parte del texto se indica que Jerusalén fuera la localidad para algo así como un cuerpo administrativo de carácter internacional. Más bien, fue principalmente debido a que Jerusalén era el origen de un problema preocupante con el que Pablo y Bernabé se habían encontrado en Antioquía donde prestaban sus servicios.
Todo había transcurrido con relativa calma en Antioquía hasta que llegaron "hombres procedentes de Jerusalén" y causaron problemas por su insistencia en que los cristianos gentiles debían circuncidarse y observar la Ley. La congregación cristiana había dado comienzo en Jerusalén. Judea, con su capital Jerusalén, era donde prevalecía un fuerte apego al mantenimiento de la ley entre la mayoría de las personas que profesaban el cristianismo, actitud que continuó por años incluso después de haberse celebrado aquel concilio. Quienes provocaban dificultad en Antioquía eran hombres procedentes de Jerusalén. Esos factores, y no tan sólo el hecho de la presencia física de los apóstoles, determinaron que Jerusalén fuera el lugar adecuado para abordar y dar solución al problema en cuestión.
Lógicamente la presencia de los apóstoles, divinamente elegidos, constituía un factor de peso. Incluso esa circunstancia estaba próxima a su fin, a medida que los apóstoles fueran muriendo sin dejar sucesores, nadie con los dones y autoridad apostólica. De manera que en aquella situación de mediados del siglo primero estaban envueltos factores que no habían de ser permanentes ni tener carácter continuista y, por tanto, sencillamente no son transportables a nuestro tiempo. Además, no olvidemos que la entera congregación participó de dicha deliberación.
Algo muy importante y que derriba la idea de que TODAS las congregaciones se regían por las mismas leyes y doctrinas como si hubiesen sido emanadas de una central mundial, radica en el hecho de que la carta resultante de la recomendación de Santiago fué dirigida específicamente a los cristianos gentiles, "gente de las naciones," en Antioquía, Siria y Cilicia (regiones adyacentes que se extienden al norte de Israel), y como hemos visto, este asunto trató la cuestión específica de un intento de pedir a los creyentes gentiles que "observaran la ley de Moisés." Trató aquellos aspectos de conducta más probables de crear dificultades entre los creyentes judíos y gentiles. Y no hay nada que indique que la carta tenía que ser aceptada como "ley," como si las cuatro abstenciones instadas formaran un "Cuadrílogo" reemplazando el "Decálogo" o los Diez Mandamientos de la ley de Moisés. Fue un consejo específico para una ocasión específica imperante en aquel período de la historia. Y tampoco fue adoptado por todas las congregaciones del mundo cristiano*.
*Nota: La carta inicia así: “Los apóstoles y los ancianos, hermanos, a los hermanos de Antioquía y Siria y Cilicia que son de las naciones: ¡Saludos!” –Hechos 15:23
Esto queda tremendamente demostrado cuando años más tarde Pablo se encontró con esta situación en la misma Jerusalén:
“Después de oír esto, ellos empezaron a glorificar a Dios, y le dijeron: “Contemplas, hermano, cuántos millares de creyentes hay entre los judíos; y todos son celosos por la Ley. Pero ellos han oído que se rumorea acerca de ti que has estado enseñando a todos los judíos entre las naciones una apostasía contra Moisés, diciéndoles que ni circunciden a sus hijos ni anden en las costumbres [solemnes]. Entonces, ¿qué ha de hacerse acerca de ello? En todo caso van a oír que has llegado. Por lo tanto, haz esto que te decimos: Tenemos cuatro varones que tienen sobre sí un voto. Toma a estos contigo y límpiate ceremonialmente con ellos y hazte cargo de sus gastos, para que se les rape la cabeza. Y así sabrán todos que no son ciertos los rumores que se les contaron acerca de ti, sino que estás andando ordenadamente, tú mismo también guardando la Ley. En cuanto a los creyentes de entre las naciones, hemos enviado [aviso], habiendo dictado nuestra decisión de que se guarden de lo sacrificado a los ídolos así como también de la sangre y de lo estrangulado y de la fornicación” – Hechos 21: 20-25.
¡Solo la eliminación de la circuncisión era para la gente de las naciones! Los cristianos de Judea aún seguían fuertemente atados a las tradiciones judías, hasta el punto de que Pablo tuvo que adaptarse a esa situación.
¡Esto demuestra que las congregaciones tenían diferentes grados de comprensión de la verdad en torno a Cristo! Nunca existió una uniformidad de criterios en dónde un cuerpo gobernante hubiese dado una directriz universal para que todos los miembros y todas las congregaciones hubiesen estado bajo la obligatoriedad de aceptar esa decisión. La razón es que nunca se sacrificó la unidad por la uniformidad y nunca existió algo semejante a una Junta Administrativa piramidal que hubiese dictado de forma simultánea las mismas leyes a todos los cristianos.
Y esto se manifestó incluso en el asunto de los “nombramientos”. Como dijo acertadamente un anónimo:
Hay mucha evidencia de que decisiones eran tomadas por las mismas congregaciones y no por algún grupo que controlara todo desde Jerusalén.
NO se menciona que un cuerpo gobernante tuviera este cargo de hacer nombramientos en las congregaciones.
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“No solo eso, sino que también ha sido nombrado por las congregaciones para que sea nuestro compañero de viaje con respecto a este don bondadoso que ha de ser administrado por nosotros para la gloria del Señor y en prueba de nuestro ánimo pronto” – 2 Corintios 8:19.
La magnifica autonomía de las congregaciones, e incluso sus distintos grados de comprensión de la verdad revelada, no impidió un espectacular crecimiento. En palabras de la propia Watchtower, la Iglesia Primitiva “funcionó sin una corporación legal constituida por César, y funcionó... prósperamente, magníficamente”- W 72 15/2
Era realmente el Espíritu Santo y el control directo de Cristo sobre sus congregaciones lo que producía la auténtica Unidad Espiritual. Para el hombre de mente material, difícilmente una organización de gente puede funcionar sin una instrucción organizacional simultánea, pero la existencia del cristianismo puro y bíblico, fundado por Jesús de Nazaret, es una prueba de que la congregación se sostenía por fuerzas sobrehumanas y no por el ordenamiento de directrices humanas.