En horas de prueba o desesperación es sabido que muchos que intelectualmente tenían una vastedad de conocimientos y datos sobre las verdades religiosas, terminan dejando de lado sus sistemas de valores y se vuelven tan profanos como el mayor mundano. Es sabido el caso de los saqueos y vandalismo que se suceden tras los terremotos. Esto ha afectado incluso a quienes se llaman cristianos, lamentablemente.
¿Cuál es la razón? La diferencia estriba en saber algo conceptualmente, en vez de vivirlo por la experiencia. Para que un conocimiento sea completo (como adquirir conocimiento de Dios tal como dice Juan 17:3), debemos experimentar dicho conocimiento mental ahora en un nivel real. Para conocer a Dios realmente tenemos que llegar a un punto más allá de la simple lectura o llenado de datos. Debemos vivir y hacer una experiencia real la relación con Jehová Dios.
Podemos saber o creer que somos generosos, pero a menos que hagamos algo que demuestre generosidad, no tendremos sino solo un concepto. Podemos creer que somos amables, pero a menos que hagamos algo que demuestre amabilidad con alguien, no tendremos sino solo una idea sobre nosotros mismos. A menos que experimentemos el Amor, con actos amorosos, jamás sabremos lo que en verdad es el Amor.
El único deseo de nuestra alma debe ser convertir ese magnífico concepto de sí misma en su mayor experiencia. En tanto el concepto no se convierta en experiencia, todo lo que hay es especulación.
Cómo vemos, conocer conceptualmente algo y experimentarlo son dos cosas distintas. Incluso hasta Dios anhelaba conocerse por medio de la experiencia. Él deseaba MANIFESTAR amor a otros seres, lo cual lo llevó a crear todas las cosas.
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La conciencia conceptual no es suficiente para las criaturas. Por lo tanto, a menos que vuelvan su religión REAL y la vivan, jamás podrán ser honrados con sí mismos y tener FE VERDADERA.
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La conciencia conceptual no es suficiente para las criaturas. Por lo tanto, a menos que vuelvan su religión REAL y la vivan, jamás podrán ser honrados con sí mismos y tener FE VERDADERA.
Preguntémonos: «¿Qué parte de mi mismo quiero experimentar ahora ante esta calamidad? ¿Qué aspecto del ser decido que surja a partir de ahora? ¿Viviré la paciencia, la generosidad, la lealtad?». Y ello, porque todo lo vivo existe como una herramienta de nuestra propia creación, y todos sus acontecimientos se presentan simplemente como oportunidades para que decidamos, y seamos Quienes Somos. Una tragedia o calamidad, incluso desde esta perspectiva, se puede transformar en nuestro mayor triunfo y en demostrar a la humanidad que somos hijos de la luz.
Esto es así para cualquier alma; no somos, por tanto, víctimas en el universo, sino únicamente creadores. Todos los Maestros que han caminado por este planeta lo han sabido, y ello porque, no importa qué Maestro se mencione, ninguno se veía a sí mismo como víctima; aunque muchos fueron realmente ejecutados.
No juzguemos pues, el camino o decisión que recorre otra persona. No envidies su éxito, no compadezcas su fracaso, puesto que no sabes qué es éxito y qué es fracaso en los cálculos del alma. No llames a algo calamidad, ni feliz acontecimiento, hasta que decidas, o compruebes, cómo es utilizado; ya que ¿es una calamidad la muerte de uno si con ello salva las vidas de miles? ¿Y es una vida un feliz acontecimiento cuando ésta sólo ha provocado dolor? Sin embargo, aunque no juzgues, mantén siempre tu propio criterio, y deja que los demás sigan el suyo. Solo seamos guías que mostremos el camino de la verdad. Qué el perfume de la verdad y los valores eternos toquen el alma de las personas, pero NUNCA obliguemos a nadie a aceptar un criterio de vida. Cada cuál al final será su propio juez y defensor.
Claro. Esto no significa que debas ignorar una petición de ayuda, ni la tendencia de tu alma a procurar cambiar una circunstancia o condición determinada. Significa que has de evitar las etiquetas y los juicios sobre los demás. Para cada circunstancia hay un don, y en cada experiencia se oculta un tesoro.
La pequeña alma y el sol
Había una vez un alma que sabía que ella era la luz. Era un alma nueva, y, por lo tanto, ansiosa por experimentar. «Soy la luz -decía-. Soy la luz.» Pero todo lo que supiera al respecto y todo lo que dijera al respecto no podían sustituir a la experiencia. Y en la esfera de la que surgió esta alma no había sino la luz. Todas las almas eran grandiosas, todas las almas eran magníficas, y todas las almas brillaban con el brillo imponente de la propia luz de Dios. Así, la pequeña alma en cuestión era como una vela en el sol. En medio de la más grandiosa luz -de la que formaba parte-, no podía verse a sí misma, ni experimentarse a si misma como Quien y Lo Que Realmente Era.
Sucedía que esta alma anhelaba una y otra vez conocerse a si misma. Y tan grande era su anhelo, que un día Dios le dijo:
-¿Sabes, Pequeña, qué deberías hacer para satisfacer este anhelo tuyo?
-¿Qué, Dios Mío? ¡Quiero hacer algo!- le dijo la pequeña alma.
- Debes separarte del resto de nosotros –respondió Dios- y luego debes surgir por ti misma en la oscuridad.
-¿Qué es la oscuridad, oh, Santo?- preguntó la pequeña alma.
-Lo que tú no eres - le dijo Dios, y el alma lo entendió.
Y eso hizo el alma, apartándose del Todo, e incluso yendo hacia otra esfera. En esta esfera el alma tenía la facultad de incorporar a su experiencia todo género de oscuridad. Y así lo hizo.
Y un día final, en medio de toda aquella oscuridad, gritó:
-¡Padre, Padre! ¿Por qué me has abandonado?
Igual que nosotros en nuestros momentos más negros. Pero JEHOVÁ nunca nos ha abandonado, sino que está siempre a nuestra disposición, dispuesto a recordarnos Quiénes Somos Realmente; dispuesto, siempre dispuesto, a recibirnos en casa.
Así pues, sé la luz en la oscuridad, y no la maldigas.
Y no olvides Quién Eres mientras dura tu rodeo por el camino de lo que no eres. Pero alaba la creación, aunque trates de cambiarla.
Y sabe que lo que hagas en los momentos de mas dura prueba puede ser tu mayor triunfo, ya que la experiencia que creas es una afirmación de Quién Eres, y de Quién Quieres Ser.
Hemos comentado esta historia -la parábola de la pequeña alma y el sol- a fin de que podamos entender mejor por qué el mundo es como es, y cómo puede cambiar en un instante en el momento en que cada uno recuerde la divina verdad de su más alta realidad: Somos hijos poderosos de Dios y tenemos el don de EXPERIMENTAR y vivir la verdad más alta. Podemos ser luces en la oscuridad, dar todas nuestras mejores cualidades y sentimientos en servicio generoso por el prójimo.