En algunos comentarios anteriores he explicado los posibles patrones proféticos que tienen que ver con la adquisición de propiedades y hechos por venir, sepan o no sepan los involucrados sobre dicho cumplimiento. El libro de Ezequiel dice que Satanás mira los bienes materiales del pueblo de Dios y empuja a sus huestes a realizar un saqueo. También en los comentarios he explicado la relación de Jeremías, la adquisición de su terreno y los hechos por venir.
Últimamente otros lectores me han pedido que explique la razón de porque la organización de los testigos de Jehová está construyendo edificios si sabe que el fin está tan cerca. Esto a raíz de algunos comentarios e información en la Red que habla del traslado de la Sede Mundial a las tierras altas de Ramapo, a las afueras de la urbe de Nueva York (fotografía muestra una vista de esos entornos naturales, y la ciudad en la lejanía). ¿Tiene sentido edificar algo que posiblemente será destruido? Este argumento siempre ha sido mencionado por los apostatas. Ahora bien, solo puedo contestar de acuerdo a mi perspectiva, y no a alguna declaración oficial. Anteriormente (el 2008) contesté una pregunta similar. Lo volveré a hacer, pero incluiremos varias aristas del caso. El primer punto, es nuestro punto de vista equivocado con respecto al dinero.
Neale Donald Walch una vez escribió:
"El problema consiste en no entender los principios de la abundancia; unido, normalmente, a un juicio bastante equivocado acerca de lo que es «bueno» y lo que es «malo».
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Tienes la idea de que el dinero es malo. Tienes también la idea de que Dios es bueno. ¡Jesús! Por lo tanto, en tu sistema de pensamiento Dios y el dinero no son compatibles.
Esto pone las cosas muy interesantes; puesto que, en consecuencia, hace que te resulte difícil aceptar dinero a cambio de algo bueno.
Quiero decir que, si consideras que algo es muy «bueno», su valor en términos de dinero es menor para ti. Así; cuanto «mejor» es algo (es decir, cuanto más merece la pena), menos dinero vale.
No eres el único que piensa así. Toda tu sociedad lo cree. Por eso los maestros ganan una miseria, y los artistas del porno una fortuna. Vuestros dirigentes ganan tan poco en comparación con las figuras del deporte, que consideran que tienen que robar para compensar la diferencia. Algunos curas y rabinos viven a base de pan y agua, mientras llenáis de dinero a los artistas.
Piensa en ello. Todo aquello a lo que le dais un alto valor intrínseco os empeñáis en que se debe poder obtener por poco dinero. El investigador científico solitario que busca un remedio para el SIDA tiene que mendigar el dinero, mientras que la mujer que escribe un libro sobre las cien nuevas maneras de practicar el sexo, edita casetes y crea seminarios de fin de semana sobre la materia... gana una fortuna.
Sois muy propensos a esta idea de «el mundo al revés», y ello es consecuencia de un pensamiento equivocado.
El pensamiento equivocado es vuestra idea del dinero. Lo deseáis, y no obstante lo llamáis «el vil metal». Decís que una persona es «asquerosamente rica». Y si alguien se hace rico haciendo cosas «buenas», inmediatamente os resulta sospechoso. Decís que es «injusto».
Así un médico haría mejor no ganando demasiado dinero, o haría mejor aprendiendo a ser discreto al respecto. ¡Y no digamos un ministro!. Realmente hará mejor en no ganar montones de dinero, o es seguro que tendrá problemas.
Como puedes ver, según vuestro modo de pensar, la persona que elige la más alta vocación debe ser la peor pagada...
Recordemos que los pensamientos son creadores. De modo que, si piensas que el dinero es malo, y sin embargo piensas que tú eres bueno... en fin, el conflicto es evidente.
En consecuencia, para ti obtener grandes cantidades de dinero por lo que haces sería, según tu sistema de pensamiento, obtener «mal» por «bien», lo cual te resulta inaceptable. Antes preferirías morir de hambre que ganar «el vil metal» por un servicio que consideras puro... como si de algún modo el servicio perdiera su pureza si ganaras dinero con él.
He aquí pues la auténtica ambivalencia respecto al dinero. Una parte de ti (y de la sociedad) lo rechaza, y una parte de ti siente no tenerlo. Ahora bien, el universo no sabe qué hacer con eso, puesto que recibe de ti dos pensamientos diferentes. De modo que tu vida, por lo que respecta al dinero, va a seguir funcionando a rachas en relación al dinero.
No tienes un objetivo claro; no estás realmente seguro de qué es para ti lo verdadero. Y el universo viene a ser como una gran fotocopiadora: simplemente produce una serie de copias de tus pensamientos.
Ahora bien: sólo hay una manera de cambiar todo esto. Tienes que cambiar tu pensamiento sobre ello.
¡Bueno, dos como mínimo! Probablemente sean muchos más. Veamos... el dinero es malo... el dinero es escaso... no se puede recibir dinero por realizar la obra de Dios (en tu caso, esta obra es importante)... el dinero nunca se da libremente... el dinero no crece en los árboles (cuando, en realidad, sí lo hace)... el dinero corrompe...Todas éstas ideas son falsas, ya que provocan una sociedad miserable e hipócrita”.-Fin de la cita.
Interesarte cita del Maestro Neale. La Biblia habla en contra del amor al dinero, o la adoración al dinero. Pero el dinero es neutro. No es ni bueno ni malo. Es una herramienta que puede ser usada para la mejor obra, o la peor acción. Son las personas y las intenciones las que crean un juicio y realidad en torno al dinero. Por lo tanto, claro que es lícito que la Obra de Dios en la tierra reciba apoyo financiero, y de hecho debería tener el mayor apoyo material posible, ya que es la obra más importante.
La sociedad humana valora poco la educación de sus pueblos, y valora mucho menos la educación divina. El que los sistemas humanos inviertan el dinero solo en el placer, la publicidad y en las guerras es lo que provoca el colapso de las civilizaciones. Por lo tanto, en una civilización madura y avanzada, la obra más elevada y pura, el educar espiritualmente a los pueblos, debería incluso ser la mejor pagada.
Pero para no “hacer tropezar” (Mateo 17:27), la organización de los testigos se apega al precedente bíblico de pedir aportes voluntarios, y ni siquiera impone diezmos o colectas como otras religiones con mayor dinero. Aún así es atacada bajo pensamientos hipócritas que no reconocen que el oro y la plata, los minerales, el papel y la materia pertenecen a Jehová. Salomón una vez dijo:
”Y sin embargo, ¿quién soy yo y quién es mi pueblo, para que retengamos el poder para hacer ofrendas voluntarias de esta manera? Porque todo proviene de ti, y de tu propia mano te hemos dado.
Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificarte una casa para tu santo nombre, de tu mano es, y a ti todo ello pertenece. Y bien sé yo, oh Dios mío, que tú eres examinador del corazón, y que es en la rectitud en lo que te complaces. Yo, por mi parte, en la probidad de mi corazón he ofrecido voluntariamente todas estas cosas, y ahora he tenido gozo en ver a tu pueblo que se halla aquí ahora hacerte ofrendas voluntariamente.- 1 Crónicas 29: 14-17
Cómo notamos, para Dios lo más importante no es la cantidad, sino la actitud del corazón al dar las ofrendas voluntarias. Esto es similar a cuando un hijo pequeño decide comprarle a un padre un regalo, y lo ha hecho con las propias monedas que el padre le entrega todos los meses. En el fondo, ese es el principio tras nuestros aportes. “Porque todo proviene de ti, y de tu propia mano te hemos dado” y “en la probidad de mi corazón he ofrecido voluntariamente todas estas cosas”. Pregunte a un padre como ha vibrado su corazón cuando su hijo hace tal gesto.
Uno de los segundos argumentos que atacan a los testigos tiene que ver con el hecho de que Jesús “no tenía donde recostar la cabeza” (Luc. 9:58) Sin embargo, esto se debe a que Cristo tenía un plazo determinado para actuar y decidió que lo más práctico en su época era no tener una residencia fija. Debido a esto, tampoco decidió casarse o tener hijos. Sin embargo, esto no quiere decir que él haya establecido una norma sobre los bienes materiales, de la misma forma que no formuló regla sobre el casarse o permanecer soltero para los ministros cristianos.
Cuando Jesús está en el madero los soldados toman las prendas de vestir exteriores de Jesús y las dividen en cuatro partes. Echan suertes para ver de quiénes serán. Sin embargo, la prenda de vestir interior no tiene costura, pues es de calidad superior. Por eso los soldados se dicen unos a otros: “No la rasguemos, sino que por suertes sobre ella decidamos de quién será”. Jesús no era materialista, pero sí llevaba una prenda de vestir de buena calidad como aquella, su túnica sin costura.
Es interesante que el cuerpo apostólico de los días de Jesús tenía una caja de aportes para los gastos propios de los 12 y de ayuda a los necesitados (Juan 13:29). Judas Iscariote estaba a cargo de éstos asuntos financieros para ayudar a los 12 en el ministerio (véase Juan 4:8) o dejar una reserva para obras de socorro a favor de los pobres.
Estos ejemplos nos muestran que ni los apóstoles eran mendigos ni Jesús se vestía con harapos. Ahora bien, ¿Por qué se edifican salones y lugares de adoración si se sabe que posiblemente el Armagedón los borrará del mapa?
De consiguiente, Jesús, seis días antes de la pascua, llegó a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había levantado de entre los muertos. De modo que le dieron una cena allí, y Marta estaba sirviendo, pero Lázaro era uno de los que estaban reclinados a la mesa con él. María, pues, tomó una libra de aceite perfumado, nardo genuino, muy costoso, y le untó los pies a Jesús y le enjugó los pies con sus cabellos. La casa se llenó de la fragancia del aceite perfumado. Pero Judas Iscariote, uno de sus discípulos, que estaba para traicionarlo, dijo: “¿Por qué no se vendió este aceite perfumado por trescientos denarios y se dio a los pobres?”. Dijo esto, sin embargo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón y tenía la caja del dinero y se llevaba el dinero que se echaba en ella. Por eso Jesús dijo: “Déjala, para que guarde esta observancia en vista del día de mi entierro. Porque a los pobres siempre los tienen con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”.- Juan 12:1-8
Los apostatas al igual que Judas siempre reclaman: ¿por qué se gasta tanto dinero en edificación en vez de usarlo en obras de caridad como caritas? El carísimo aceite dado a Jesús costaba tanto que equivalía al salario de un año de un trabajador. Jesús en los próximos días iba a sacrificar su cuerpo, y éste finalmente sería desintegrado. ¿Qué sentido tenía gastar tanto dinero en algo que no serviría? ¿Por qué no darlo a los pobres?
Jesús dio la respuesta y nos muestra que todo lo que tiene que ver con el fomento de la adoración pura merece un regalo. Cristo mismo era un templo o edificio humano que iba a ser aniquilado en el madero y desaparecería en tres días. Era lícito que Jesús recibiera esa muestra de cariño para una ocasión tan única. De la misma forma hoy, será intrascendente si los salones o no sobreviven a la tribulación. Más bien lo que importa es el espíritu de agradecimiento y cariño para fomentar la adoración verdadera en determinado tiempo.
Las cosas materiales son instrumentos transitorios en el tiempo y en el espacio. Éstos pueden recrearse y demolerse en decenas de nuevas versiones. Usemoslos con responsabilidad, pero sin encariñarnos. Son como los viejos zapatos que al cabo de algún tiempo tienen que cambiarse. Dichos bonitos zapatos fueron muy valiosos para los pies en cierta época, pero no pueden mantenerse para siempre. Así sucede con las obras dedicadas a Dios. Hay que gastar e invertir en ellas, no importa si el fin viene mañana o pasado. ¿Acaso nos privaríamos de comprar unos zapatos hasta el nuevo mundo? Hoy los necesitamos para predicar, de la misma forma como los bienes que tienen que ser gastados con sabiduría y prontitud ahora.
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Y si le damos ayuda a esos instrumentos para fomentar la obra de Dios, claro que es válido usar recursos grandes para ésta obra.
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Nunca seamos presa de pensamientos torcidos. Por lo general muchos ignoran que los cristianos también hacen obras anónimas de socorro por el prójimo (como construir centenares de casas para damnificados), aparte de crear edificaciones para fomentar la espiritualidad en el hombre.