miércoles, 29 de diciembre de 2010

"Stauros" y una gran lección sobre las Palabras-parte 3

Nota: Es necesario leer las dos entradas anteriores.

Lo que nos muestra la historia seglar y la arqueología
En el verano de 1968 un equipo arqueológico dirigido por V. Tzaferis descubrió cuatro tumbas judaicas en Givatha-Mivtar (Ras el-Masaref), cerca de Jerusalén, en las que se encontró un osario que contenía los  huesos existentes de un hombre (joven) que fue crucificado, y que datan probablemente de entre el 7 y el 66 E.C. Los brazos (no las manos) del joven fueron clavados al patibulum, la viga transversal lo que podría indicar que en Lucas 24:39; Juan 20:20, 25, 27 debería traducirse "brazos". Un clavo de hierro (que todavía permanece en su lugar) atravesaba ambos talones, con el pie derecho encima del izquierdo. Un fragmento indica que la cruz era de madera de olivo. Ambas piernas habían sido quebradas, presumiblemente por un fuerte golpe, como lo que se hizo con los dos que murieron con Jesús en Juan 19:32
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Los restos fueron encontrados accidentalmente  con el nombre del crucificado:  “Yehohanan, hijo de Hagako I”. El profesor Nicu Haas, un antropólogo de la Universidad Médica Hebrea en Jerusalén, examinó este osario.  La punta del clavo tenía fragmentos de madera de olivo indicando que había sido ejecutado en una cruz hecha de madera de olivo. Adicionalmente, una pieza de madera de acacia fue encontrada entre los huesos y la cabeza del clavo, presumiblemente utilizada para mantener los pies clavados y que éste no los pudiera deslizar a través del clavo. Tenía fracturadas las rodillas y las tibias, hecho infligido probablemente para acelerar su muerte. Se piensa que en tiempos del Imperio romano el acero era bastante caro, por lo que se retiraban los clavos de los muertos para reducir costos, lo que ayudaría a explicar porque sólo se encontró un clavo, que se encontraba doblado de la punta de tal manera que no pudiese ser retirado.
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.Los clavos eran de acero o hierro, con puntas de entre 13 y 18 centímetros de largo aproximadamente con una cabeza cuadrada de 1 centímetro aproximadamente. En algunos casos los clavos eran recogidos y utilizados como amuletos para sanar enfermedades. Muchos clavos salian por la muñeca, pasando por el túnel carpiano. El que un solo clavo atravesara las dos muñecas complicaría la seguridad del fijado en el madero. Posiblemente se hubiese desgarrado del madero con mayor facilidad. Por razones evidentes, se clavaban las manos a ambos extremos del patíbulum.
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.Bajo la práctica penal de la Roma antigua la crucifixión también exhibía en estatus social bajo del criminal. Era la peor muerte imaginable, reservada originalmente para esclavos, de ahí que Séneca (de la época de Pablo) lo llamaba supplicium servile y más tarde extendido a libertos de las provincias (“humildes”). Los ciudadanos de la sociedad romana casi nunca eran sujetos a penas capitales, sino que eran apresados o exiliados.
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Josefo habla claramente de la crucifixión, y él menciona que judíos de alto rango también eran crucificados, pero era para mostrar que su estatus elevado había sido quitado. El control sobre el propio cuerpo era vital en culturas antiguas. La pena capital quitaba ese “auto control” al mismo tiempo que denotaba la pérdida del estatus y el honor. Los romanos continuamente rompían las piernas de los condenados para acelerar su muerte y evitar su entierro.
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“los soldados enfurecidos, clavaban a los que eran capturados, unos tras otros a las cruces”- Flavio Josefo
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Otros escritos  antiguos que relatan la crucifixión del Cristo describen la forma de la cruz en forma de la letra T (la letra griega tau) o compuesta de un poste (stipes o palus), con un travesaño (patibulum) sujetado por medio de una clavija en la parte superior.
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Plauto (254-184 a.E.C.) muestra inequívocamente en sus citas que al condenado se le fijaban sus brazos en el patíbulo: “Sospecho que usted está condenado a morir fuera de las puertas, en esa posición: Con las manos extendidas y clavadas al patíbulo”. (Miles Gloriosus, 359-360).
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Dionisio de Halicarnas (primer siglo a.E.C.) describe esta antigua práctica: “Los hombres quienes se les ordena llevar al esclavo a su castigo, habiendo extendido sus manos las atan a un pedazo de madera extendido por su pecho y hombros hasta sus muñecas, siguiéndolo, desgarrando su desnudo cuerpo por los latigazos” (Antigüedades Romanas, 7.69.1-2).
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Séneca (c. 4 a.E.C. al 65 E.C.) también refiere: “Aunque ellos se esfuerzan por soltarse de sus cruces---esas cruces a que cada uno de ellos está clavada cada una de sus propias manos. (..) ¡Yo podría creer que ellos eran libres de hacerlo, ya que algunos de ellos llegaron hasta a escupir sobre los espectadores desde sus propios patíbulos!” (De Vita Beata, 19.3).
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En 1856, en una pared de las habitaciones usadas por la guardia pretoriana, en las ruinas de los palacios imperiales, en la ciudad de Roma, se encontró una inscripción en la que aparece una cruz de la que pende un asno. Enfrente está un hombre con los brazos abiertos en posición de oración que contempla la cruz. Una inscripción griega dice “Alexamenos veneran a su Dios” (Alexamenos sebetai Theon). Se piensa que el grafito Palatino data de los días del Emperador Marco Aurelio entre el 161-180 E. C., pero algunos lo han fechado tan tarde como durante el gobierno de Alejandro Severo, en el 222-235 E. C.
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El profesor J. M. Blazquez escribe que “la presencia de la cruz parece indicar que se trata de una burla anticristiana. Extendida estaba la acusación de que los judíos adoraron un tiempo la cabeza de un asno, según cuenta también Flavio Josefo (Contra Ap[ión]. 2,80)”.
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Por ejemplo, Luciano de Samosata, escritor sirio/griego del s. II E. C., en su obra “El Juicio de las Vocales”, constató la popularidad de este tipo de cruz:
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.“Así injuria a los hombres (la letra Τ) en cuanto a las palabras; y de hecho, ¡cómo los ultraja! Lamentándose los hombres, deploran su desgracia y maldicen a Cadmo por haber introducido la Tau (Τ) en el Gremio de las letras. Dicen que los tiranos la tomaron por modelo e imitaron su forma para labrar bajo el mismo tipo los maderos y fijar en una cruz en ellos a los hombres; y que de esta máquina infame proviene su nombre infame. Yo creo que no puede imponérsele en justicia otra pena menor que condenarla al suplicio de sí misma, para que en su propia figura expíe su delito, ya que la cruz se formo por ella y por ella también la llamaron así los hombres”.
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La confusión deriva, como analizamos antes,  de que la palabra griega para cruz (stauros) también es usada en las fuentes clásicas para referirse a cualquier parte constituyente de la misma, y no necesariamente a la cruz completa. Sin embargo, las fuentes seglares que hemos analizado nos confirman que los romanos practicaban cruelmente con los dos maderos.