domingo, 3 de abril de 2011

Eternidad

Uno de los asuntos más interesantes, polémicos y conversados en las tertulias entre algunos cristianos ha sido el asunto de la Resurrección y los Matrimonios.

Jesús les dijo: “Los hijos de este sistema de cosas se casan y se dan en matrimonio, pero los que han sido considerados dignos de ganar aquel sistema de cosas y la resurrección de entre los muertos ni se casan ni se dan en matrimonio. De hecho, tampoco pueden ya morir, porque son como los ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección” – Lucas 20:34-36

He escuchado explicaciones de todo tipo de parte de muchos testigos para intentar anular la declaración rotunda de Jesús. Lo más sorprendente para mí ha sido que los testigos en conversaciones privadas y públicas se han atrevido a cuestionar la propia argumentación que ofrece el “Esclavo Fiel y Discreto” sobre este asunto. Ciertamente he escuchado exclamaciones públicas de que el “Esclavo” debe estar equivocado en éste punto, sobre todo en personas de piel y que no podrían vivir sin una pareja. Y lo más sorprendente es que los ancianos presentes u otras personas de corte más radical como testigos no se hayan escandalizado ante esas teorías contrarías al Esclavo, mientras que si se hiciera en una misma reunión social una declaración que cuestionara a 1914, no habría reparos en llevar a la “hoguera” a quién dijera tal blasfemia.

Notemos al respecto las declaraciones de la Watchtower sobre el pasaje de Jesús en relación a los Matrimonios y la Resurrección:

 ¿Es prudente el que un cristiano que haya perdido a su cónyuge en la muerte permanezca soltero con la esperanza de que se unirá de nuevo a esa persona en el futuro? (Preguntas de los lectores 1987 1/6)

¡Qué hermoso es que un cristiano sienta amor por su cónyuge aun después de la muerte de esa persona! Algunos que están en esta situación han permanecido solteros, no porque estén contentos en ese estado, sino con la esperanza de reanudar el matrimonio después de la resurrección. Aunque no somos insensibles a los sentimientos humanos tras esas esperanzas, animamos a estas personas a considerar algunos puntos bíblicos.
.
Por ejemplo, estas palabras del apóstol Pablo se relacionan con el asunto que tratamos: “La esposa está atada durante todo el tiempo que su esposo vive. Pero si su esposo se durmiera en la muerte, está libre para casarse con quien quiera, pero solo en el Señor. Pero es más feliz si permanece como está”. (1 Corintios 7:39, 40.) Esto muestra que el enlace matrimonial termina cuando el cónyuge de uno muere. Dios fue bondadoso al dar esta información a los cristianos, porque así los viudos y las viudas pueden tomar en consideración sus necesidades emocionales y de otra índole al decidir si han de casarse de nuevo o no; no están atados al difunto. (1 Corintios 7:8, 9.)

Sin embargo, ¿indica la Biblia si los que han de ser resucitados podrán casarse o reanudar un matrimonio anterior que hubiera terminado por haber ocurrido una muerte? Hay un relato que parece relacionarse con esta pregunta. Implica a saduceos, que, aunque no creían en la resurrección, abordaron a Jesús en un intento por entramparlo. Le presentaron este problema sobre el matrimonio de cuñado: “Hubo siete hermanos; y el primero tomó esposa y murió sin hijos. Lo mismo el segundo, y el tercero la tomó. Igualmente los siete; no dejaron hijos, sino que murieron. Por último, la mujer también murió. Por consiguiente, en la resurrección, ¿de cuál de ellos llega a ser esposa?”. (Lucas 20:27-33; Mateo 22:23-28.)
.
Los cristianos no están bajo la Ley, pero en cuanto a ellos pudiera surgir un problema similar. Por ejemplo, el hermano y la hermana C——— se casaron y tuvieron dos hijos. Entonces él murió. La hermana C——— amaba a su esposo, y lo echaba mucho de menos, pero necesitaba compañerismo, apoyo financiero, expresión sexual y alguien que le ayudara a criar a los hijos. Por eso, se casó con el hermano M——— , una unión que era tan bíblica como la primera. Después, él enfermó y murió. Si los ex cónyuges fueran resucitados y el matrimonio fuera posible, ¿con quién se casaría ella?

Considere la respuesta de Jesús a los saduceos: “Los hijos de este sistema de cosas se casan y se dan en matrimonio, pero los que han sido considerados dignos de ganar aquel sistema de cosas y la resurrección de entre los muertos ni se casan ni se dan en matrimonio. De hecho, tampoco pueden ya morir, porque son como los ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección. Pero el que los muertos son levantados, hasta Moisés lo expuso [...] cuando llama a Jehová ‘el Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob’. Él no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos ellos viven”. (Lucas 20:34-38; Mateo 22:29-32.)

Algunos han opinado que Jesús aquí se refería a la resurrección celestial, pero hay razones para creer que su respuesta tenía que ver con la resurrección terrestre en el “sistema de cosas” venidero. ¿Qué razones hay para este punto de vista? Los que interrogaron a Jesús no creían en él ni sabían de una resurrección celestial. Preguntaron acerca de una familia judía bajo la Ley. En respuesta, Jesús se refirió a Abrahán, Isaac y Jacob, hombres que esperaban vivir de nuevo en la Tierra. (Génesis 42:38; Job 14:13-15; compárese con Hebreos 11:19.) Aquellos patriarcas, y otros millones de personas a quienes se levanta a la vida en la Tierra y resultan fieles, serán “como los ángeles”. Aunque mortales, no morirán una vez que Dios los haya declarado justos para la vida sin fin.

Hoy día, debido a las emociones humanas, pudiera ser difícil aceptar esta conclusión. Pero debe notarse que en ningún lugar dice la Biblia que la resurrección de los fieles significa que Dios los devuelve a su condición de casados. Por lo tanto, nadie cree que si Aquila y Priscila han adquirido vida en el cielo han reanudado allí su matrimonio. (Hechos 18:2.) Y José y María evidentemente vivirán en diferentes regiones: él en la Tierra y ella en el cielo. (Juan 19:26; Hechos 1:13, 14.) Puesto que ninguno de nosotros ha vivido en el cielo, no podemos decir qué sentimientos pudieran tener allí Aquila, Priscila y María; no obstante, podemos estar seguros de que estarán plenamente contentos en su servicio celestial.

De manera similar, nunca hemos vivido como humanos perfectos. Así, no podemos estar seguros de qué sentimientos o pensamientos tendremos en cuanto a las relaciones del pasado si acaso adquirimos vida humana perfecta en el Paraíso, o cuando la adquiramos. Es bueno recordar que cuando Jesús hizo aquella declaración era un humano perfecto, y por lo tanto estaba en mejor posición que nosotros para comprender los sentimientos de los que han sido “considerados dignos de ganar aquel sistema de cosas”. También podemos confiar en que Jesús puede “condolerse de nuestras debilidades” de la actualidad. (Hebreos 4:15.) Por eso, si a un cristiano se le hace difícil aceptar la conclusión de que los resucitados no se casarán, puede estar seguro de que Dios y Cristo son comprensivos. Y sencillamente puede esperar para ver qué sucede.
.
No hay razón para dar demasiado énfasis a este asunto ahora. El salmista escribió: “Sepan que Jehová es Dios. Es él quien nos ha hecho, y no nosotros mismos. Somos su pueblo, y las ovejas de su apacentamiento [...] Denle gracias, bendigan su nombre. Porque Jehová es bueno”. (Salmo 100:3-5.)
.
Nuestro Dios, que es bueno, de seguro suministrará generosamente lo que verdaderamente necesitamos si ‘se nos considera dignos de ganar aquel sistema de cosas’. (Job 34:10-12; Salmo 104:28; 107:9.)
La bondad de Dios se refleja también en el hecho de que nos ha informado que la muerte de uno de los cónyuges de un matrimonio pone fin al enlace matrimonial. (Romanos 7:2.) Así, la persona que haya perdido en la muerte a su cónyuge puede saber que tiene libertad para volver a casarse ahora si parece que eso es necesario o es lo mejor. Algunas personas han vuelto a casarse, lo que ha contribuido a que sus propias necesidades actuales, y las de su familia, sean satisfechas. (1 Corintios 7:36-38; Efesios 6:1-4.) Por consiguiente, el cristiano cuyo cónyuge haya muerto no debe sentirse obligado a permanecer sin cónyuge en este tiempo por esperar que en el sistema venidero, en la resurrección para la vida aquí en la Tierra, haya un arreglo de unir de nuevo a personas que anteriormente formaban un matrimonio. – Fin de la cita de la Atalaya

Me parece magnífica y muy apegada a la Biblia la declaración de la Watchtower. Se toma en cuenta la pregunta de los Saduceos en relación a los esposos, el contexto de hombres de Fe del pasado como Abrahán, etc. y la misma rotundidad de la declaración de Jesús. Cuando la Atalaya hace declaraciones de éste tipo a favor de la verdad bíblica, no podemos menos que encomiarla en éstos casos puntuales. La Atalaya no evade la verdad para adaptarla a lo que los lectores quisieran leer.

No agregaré mayor explicación a la de la Atalaya, salvo al dilema que se genera con esta cuestión. Si hay una población de resucitados que no se casan y que son una especie de eunucos, claramente no existiría un escenario como el de Doña Flor y sus Dos Maridos, sino que los resucitados serían una especie extraña que difícilmente viviría agrupada en las poblaciones comunes del Nuevo Mundo. Aquí es dónde algo no encaja. Claramente en ningún planeta hay dos razas de seres inteligentes habitando la misma superficie. Esto sería como que en un árbol crecieran peras y manzanas. Algo “contranatural” y “extraño” sería que los resucitados convivieran con sus ex esposas o esposos y éstos les presentarán a sus nuevas mujeres y hombres.  Algo que no cuadra con que los resucitados tengan que existir en el mismo plano terrestre.

“Los hijos de este sistema de cosas se casan y se dan en matrimonio,  pero los que han sido considerados dignos de ganar aquel sistema de cosas y la resurrección de entre los muertos ni se casan ni se dan en matrimonio. De hecho, tampoco pueden ya morir, porque son como los ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección”.

R. C. Trench dice en cuanto al significado de “sistemas de cosas” o  ai·ṓn: “Al igual que [kó·smos (mundo), ai·ṓn] tiene un sentido principal concreto”. Pablo dice en Hebreos 11:3: “Por fe percibimos que los sistemas de cosas [plural de ai·ṓn] fueron puestos en orden por la palabra de Dios, de modo que lo que se contempla ha llegado a ser de cosas que no aparecen”. La Obra Perspicacia comenta sobre una variante de ésta expresión:

“entender el uso del término ai·ṓn en Hebreos 1:2 y 11:3 es como equivalente del griego kó·smos, en su acepción de mundo o universo y con relación a todo lo creado, el Sol, la Luna, las estrellas y la propia Tierra. Esta interpretación tiene el respaldo del comentario de Hebreos 11:3, que dice: “Lo que se contempla ha llegado a ser de cosas que no aparecen”. También puede interpretarse el versículo como una alusión al relato de la creación de Génesis, lo que daría un contexto lógico a la referencia que Pablo hace inmediatamente después a hombres como Abel (vs. 4), Enoc (vss. 5 y 6) y Noé (vs. 7). Por consiguiente, es posible que Pablo estuviese ampliando su explicación de la fe, refiriéndose a la existencia del vasto universo, el Sol, la Luna y las estrellas como prueba manifiesta de la existencia de un Creador. (Compárese con Ro 1:20.)”.

Esto puede ser prueba de que “aquel sistema de cosas y la resurrección de entre los muertos” se refiere claramente a un “mundo”, “morada” o “esfera” celestial. Un “lugar de habitación” fuera de la Tierra.

“Pero en cuanto a los que sean dignos de tomar parte en el mundo venidero por la resurrección: ésos no se casarán ni serán dados en casamiento” – Lucas 20:35  Nueva Versión Internacional

“Pero los que fueren tenidos por dignos de aquel mundo y la resurrección de los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento” – Lucas 20:35 Reina Valera Gomez 2010

Esta sería la explicación más sensata y coherente. Los resucitados, incluidos Abrahán, Isaac y Jacob (mencionados por Jesús en el relato) no resucitarían en la Tierra, sino en otro mundo, una “morada” de las muchas que hay en la Casa del Padre (Juan 14:2).

Jesús mismo habló de éstas “moradas” cuando dijo:

”También, les digo a ustedes: Háganse amigos por medio de las riquezas injustas, para que, cuando las tales fallen, se los reciba en los lugares de habitación eternos.” – Lucas 16:9

La expresión es similar a “tiendas eternas” y tiene una relación interesante con nuestro universo. “y la constelación Kimá y los cuartos interiores del Sur” (Job 9:9). En Judas también se dice que los ángeles “abandonaron su propio y debido lugar de habitación” (Judas 6), lo cual muestra que los ángeles habitan en uno de los múltiples “lugares de habitación eternos” que están destinados a los fieles resucitados.

Nuestra comprensión de lo que es el “cielo” se ha incrementado mucho desde los días de Pablo. Está claro que los hombres no podían describir realidades superiores de otros planos y mundos superiores. Para ellos, esas esferas estaban “arriba”, en los “cielos”. Pero los “cielos” no significan estar en una nube recostado, sino que involucran muchas “moradas” y “lugares de habitación” para los ángeles y los humanos glorificados. Pablo mismo describe una experiencia relacionada con una vista de ésos “cielos”:

“Conozco a un hombre en unión con Cristo que, hace catorce años —si en el cuerpo, no lo sé, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado como tal hasta el tercer cielo.  Sí, conozco a tal hombre —si en el cuerpo o aparte del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe—  que fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inexpresables que no le es lícito al hombre hablar.  De tal hombre me jactaré, pero no me jactaré de mí mismo, salvo en cuanto a [mis] debilidades” – 2 Corintios 12:2-5.

Pablo mismo tiene dudas sobre hasta que grado son totalmente inmateriales o no éstos cielos. Sin embargo, la experiencia es real y “tangible”.  Pablo dice que fue “arrebatado” (la misma expresión relacionada con el arrebatamiento de los sobrevivientes) y que escuchó seguramente un idioma no humano. Es posible que éste “tercer cielo” sea uno de los “mundos” sucesivos o “cielos”,  los cuales han sido puestos en orden ascendente, y a los cuales Enoc quizás fue “transferido” (Hebreos 11: 5). Por eso Hebreos 11 dice:

Por fe percibimos que los sistemas de cosas (mundos)  fueron puestos en orden por la palabra de Dios, de modo que lo que se contempla ha llegado a ser de cosas que no aparecen” – Hebreos 11:3

Cómo analizamos, esta cita debe referirse a mundos en el universo tal como sugiere Perspicacia. Por eso la expresión de la Traducción del Nuevo Mundo explica que la expresión “fueron puestos en orden” significa “fueron preparados; fueron ajustados”. Lit.: “haber sido ajustados hacia abajo”. Gr.: ka·ter·tí·sthai. Esto da a entender que hay un gradual peregrinaje de distintos mundos que parten desde lo más alto y llegan a lo más bajo en lo material. Hablamos de distintos niveles de materia y realidad que conviven en nuestro universo.

Por esa razón se dice que “de modo que lo que se contempla ha llegado a ser de cosas que no aparecen”. En otras palabras, las cosas que observamos de nuestro planeta material no son las únicas y son el último eslabón de otras moradas que son las creadoras de nuestro plano visible.

Hoy la Ciencia ha comprobado éstas cosas. De todos los objetos celestes visibles conocidos hoy en día (estrellas, planetas y nubes de polvo) dan cuenta de sólo el 10% de la masa del universo. Es decir, del total de materia que forma el universo, sólo es materia conocida el 10% de ella, el resto es masa que falta y, dado que no la hemos podido detectar, los físicos la han llamado “materia oscura” (sea lo que sea).  No es que sea “negra”, sino que es “desconocida” pero que convive de alguna forma en este universo.

¡Ciertamente somos unos niños recién llegados a un Universo Inmensamente viejo e Infinitamente Sabio!