Una de las primeras cosas visibles que aparecen en el ser humano es la cabeza. De hecho, los embriones tienen grandes cabezas en proporción a su cuerpo el cual posteriormente comienza a manifestarse y a definirse poco a poco. Así también tras la muerte, uno de los últimos huesos en desaparecer es el cráneo. Apropiadamente la Biblia al hablar de la "cabeza" la señala como la “Fuente” u el “Origen” y no como simplemente “autoridad”.
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Cuando la Biblia se refiere a cabeza, esta palabra se deriva del griego kefalé, que significa: cabeza, idea de fuente, origen, comienzo, dependencia (Strong 2776).
Cómo analizamos en las entradas anteriores cuando Pablo escribe a los corintios sobre la “cabeza” no lo hace en orden decreciente de jerarquía como si se pretendiera establecer una cadena de mando y autoridad. Más bien el se refiere al “origen” común de todas las cosas. El combatió las ideas griegas que degradaban a la Mujer* y recalca que el Varón al ser el cabeza (fuente-origen) de ella, ella procedía y tenía la misma sustancia constituyente que el hombre. Las Mujeres cristianas no tenían que vestirse como hombres sino que tenían que sentirse con la autoridad divina para enseñar y realizar su condición feminina sin tener hacer cambios en su aspecto. Por eso, para sentirse segura y apoyada la Mujer recibía el velo como “señal de autoridad” para profetizar y enseñar. Incluso la Traducción del Nuevo Mundo reconoce que la expresión “señal de autoridad” significa que la Mujer tenía “libertad permitida” o “permiso para sentirse libre” para Profetizar y Orar. El velo o cobertura haría que nadie cuestionase ese permiso otorgado por Dios.
*Nota: En la Grecia de Platón y Aristóteles ser mujer no era, desde luego, algo deseable. Las mujeres tenían prácticamente el mismo estatus social que los esclavos, lo que suponía que no podían participar en la política ni tener derechos cívicos de ninguna clase. Esto provocó también que el infanticidio femenino en Grecia estuviera bastante extendido, y que la exposición o el abandono de las hijas fuera más frecuente que el de los hijos varones. La marginación de la mujer trajo consigo que ésta se integrara en cultos y sectas alternativas a las "oficiales" y propias de los ciudadanos de las polis. Algunas mujeres en la clandestinidad de éstos cultos y fiestas prohibidas (prohibición en el 186 a.E.C por el Senado Romano) se disfrazaban de hombres. Platón mismo da a entender que para que la Mujer salga de éste estado ella debe actuar como hombre y parecerse a un hombre. De forma diametralmente opuesta Pablo no quería que las mujeres se avergonzaran de su papel como madres y esposas. Tampoco el apóstol quería que las congregaciones fuesen confundidas con éstos cultos y reivindica a la Mujer en su papel de profetiza en la congregación y dice que ésta no tiene que avergonzarse de su naturaleza femenina. Por eso anima a que las hermanas mantengan su pelo largo y el varón el cabello corto para que ambos se sientan dignos en su papel que Dios les dio. Ambos en igualdad espiritual y sin renunciar a su belleza y hermosura propia de su género, pueden ministrar y alabar a Dios en la hermandad espiritual.
Ligados a nuestro Cabeza
“antes bien, siendo sinceros en el amor, crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de toda clase de junturas que llevan la nutrición según la actividad propia de cada una de las partes, realizando así el crecimiento del cuerpo para su edificación en el amor”.- Efesios 4: 15-16
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El es el cabeza y origen que forma y vivifica todos los miembros del cuerpo que gobierna. Somos parte de un organismo espiritual real. No somos miembros subordinados, sino que más bien somos parte del origen.
Según Colosenses 2:19 es necesario: "mantenerse unido a la CABEZA de la cual todo el CUERPO, recibe la nutrición y cohesión": es decir, no es sólo uno que manda, sino uno que orgánicamente está conectado con nosotros, del que también viene la fuerza para actuar de modo recto.
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En ambos casos, se considera a la Iglesia y Congregación para acoger todos los flujos vitales que de Él proceden. El es la Vid y nosotros somos los sarmientos unidos a su fuerza vital.
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Sus Mandamientos no son sólo palabras, mandatos, sino que son fuerzas vitales que vienen de Él y nos ayudan.
LOS MANDAMIENTOS VERDADEROS SON FUERZAS VITALES: Uno de los temas a los que más se vuelve en las cartas de Pablo es la insuficiencia de la ley (la Toráh) para justificar – redimir y santificar – al hombre.
LA LEY MANDA. Se habían formulado hasta 613 preceptos extraídos de la ley, un bloque casi imposible de cumplir. Con la llegada del Mesías la ley dada por Moisés, con la finalidad de enseñar al hombre a ser santo, por un camino sumamente difícil caducó. En la práctica, reveló al hombre su propia incapacidad de alcanzar la santidad. No es que las Normas y Principios repetidos en las religiones sean negativos. Todo lo contrario. Sin embargo, su efecto es limitado y comparado solo a un cohete con cierto impulso o a un fuego artificial. De ahí que la Nueva ley revelada en la Nueva Alianza en la sangre de Jesucristo, es una verdadera liberación, porque además de sintetizarse en el doble mandamiento del Amor a Dios y al prójimo, da la gracia, la fuerza, el poder de cumplirla, justamente en el amor de Dios, que se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
El gran fracaso de las organizaciones y religiones está expresado en las miles de expulsiones y deserciones que ocurren cada año. Aunque la Ley no existe, aún su “espíritu” legalista está presente en la forma de recordatorios y preceptos externos que animan constantemente a tener una buena conducta exterior, pero no en cuanto a una transformación interna del corazón. Mientras la repetición memorística esté enfocada al cambio y protección de la conducta y no a la conexión y relación interna con Jesucristo, miles de fieles no tienen una verdadera barrera contra el pecado.
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En vez de ser hombres y mujeres fuertes por su relación con Cristo y sin depender del ojo humano, miles son siervos debido a sentir una seguridad organizacional, obedecer para no ser regañados y mantenerse en pie debido a las repeticiones. Pero una vez que estos elementos externos desaparecen (quizás debido a un tropiezo, pérdida de privilegios, etc), muchos rápidamente caen en el pecado. Las normas y recordatorios son buenos, pero de efecto limitado. Por eso tienden a parecerse a la repetición de la Ley. Pero el ser humano no tiene defensa contra el mal si solo se basa en una corrección externa de la conducta. Es nuestro corazón ligado a Cristo Jesús lo único que nos puede proteger de verdad.
Si las personas pudiesen tener una comunión interna con Cristo y lograr una transformación del corazón debido a la acción del Espíritu Santo, muchas personas tendrían un verdadero muro protector en su corazón.
Por eso los mandamientos verdaderos en espíritu son órdenes muy particulares, porque además de mandar ponen orden en nuestra mente y en nuestro corazón y lo elevan hasta hacer sentir al hombre que es hijo de Dios, he hijo de Dios es el que participa de la vida divina.
Este poder viene del Espíritu Santo, pero no sólo de Él. Pablo nos enseña en la carta a los Efesios que viene de Cristo Jesús.
Cristo es cabeza de la Congregación y de Él recibimos la norma para responder al don recibido (“Yo soy el camino, la verdad y la vida) y la fuerza para cumplirla. Debemos estar conectados y unidos con nuestro Origen.