lunes, 16 de mayo de 2011

Las Buenas Nuevas

Toda profecía está diseñada para guiarnos "al Hijo de Su amor," de modo que aprendamos amor a través de él, y a vivir en amor como él vivió en amor. Por eso leemos que, "el dar testimonio de Jesús es lo que inspira el profetizar" (Revelación 19:10).

Las Escrituras tienen que ver con el aprender de la "profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios" expresada particularmente en su misericordia a través de Jesucristo, a fin de que "de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, y que Cristo viva en sus corazones por la fe. Así ustedes, firmes y con raíces profundas en el amor, podrán comprender. . . cuán ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo. Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que así estén completamente llenos de Dios." (Romanos 11:3 3; Efesios 3:16-19. VP).

El que las "buenas nuevas" giran en torno a esta mismísima expresión de misericordia por Dios a través de Cristo y su rescate, se puede demostrar por cualquiera que quiera tomarse el tiempo de buscar en una concordancia todos los lugares en las Escrituras donde aparece esa frase. De las más de cien veces que figura la expresión "buenas nuevas" en la Biblia, hay ocho referencias a las buenas nuevas "del reino," pero hay decenas de referencias a las buenas nuevas "acerca del Cristo." Esto es porque el reino de Dios, la expresión de su soberanía real, está toda centralizada en su Hijo y las cosas que Dios ha hecho a través de él y las que aún hará. Es en Cristo, y no en una organización, que nuestra atención e interés deben enfocarse, pues "cuidadosamente ocultados en él están todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento." (Colosenses 2:3).

Si nuestro amor para con Dios, su Hijo y nuestros congéneres es realzado y edificado por la lectura de las Escrituras, entonces esa lectura ha servido innegablemente su propósito mayor. Después de todo el argumentar y debatir sobre ciertos puntos o temas doctrinales que muy a menudo envuelven cosas no claramente definidas en las Escrituras, ¿qué provecho verdadero se ha logrado? La pregunta importante permanece, ¿qué somos nosotros como personas? ¿Cuán bien reflejamos las cualidades de nuestro Padre celestial y su Hijo? ¿Se ejemplifican verdaderamente sus enseñanzas en nuestra vida y trato de otros? Cualquier enseñanza, sea organizacional o individual, que no contribuya genuinamente a hacer a uno más compasivo, considerado y dispuesto a ayudar a otros, jamás podría ser de Dios, pues "este mandamiento lo tenemos de él, que el que ama a Dios esté amando también a su hermano. " 1 Juan 4:21.