“Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias”. - Col. 2:6,7
Pablo nos amonesta y exige a caminar (andar) en Cristo y en mantener la forma en que lo hemos recibido. ¿Cómo hemos recibido a Cristo como nuestra Cabeza y Señor? En la medida que nuestros pensamientos e intenciones del corazón son atraídos a Jesús, él puede obrar a favor nuestro y mediante nosotros. Cuando leemos su obra y la aplicamos en nuestra vida, y cuando sentimos que sus palabras están dirigidas personalmente a nosotros, podemos comenzar la edificación de nuestra Fe basada en Cristo.
Esto significa el abandono de nuestras voluntades y la aceptación de la voluntad de Dios expresada a través de Cristo. Por ello, figurativamente hablando, fuimos “decapitados” y hemos aceptado a Cristo como nuestra Cabeza. (Rev. 20:4). Ésta era la condición para ser mercedores de convertirnos en miembros del “cuerpo” de Cristo, (Rom. 12:5) para estar en él, y así para andar en él. Aún así fue sólo por el mérito de Cristo, que fue aplicado para nuestra justificación, que podríamos ser aceptados en el “cuerpo”. Por ello Pablo explica: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” Rom. 8:1.
Recibimos a Cristo y somos instalados en su cuerpo porque aceptamos su voluntad como regla de vida y porque el mérito de su sangre, nos hace aceptables. Luchamos por convertirnos en personas más abiertas y que responden a la guía y a los impulsos aceleradores del Espíritu Santo, a través del cual la voluntad de Dios nos es revelada.
Esta fórmula de fidelidad al Señor es muy sencilla, pero muy profunda y gozosa. Es estimulante porque es la diferencia de decir “Señor, Señor” (Mat. 7:21) al tener una simple adoración mecánica y formal, y en aceptarlo con el corazón. Es la diferencia entre la filosofía escritural u organizacional basada en directrices y metas externas de la vida cristiana y vivir la vida cristiana. La prueba realmente es andar en él.
Para llevar a cabo diariamente los términos de nuestra consagración a Cristo y llegar al Padre, y para continuar a haciéndolo tan fielmente hasta el final del “estrecho…camino” (Mat. 7:14), será necesario estar “enraizado y hecho en él”. Aquí Pablo cambia la figura del discurso de caminar en Cristo a estar enraizado en él, o como el salmista dice: “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas” (Salmo 1:3). Pero el apóstol tenía en su mente los tres primeros versos de este salmo al combinar el pensamiento de andar con él de estar enraizado pues el salmista escribió: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, …; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas…” (versos. 1-3)
Para estar establecido, un árbol debe tener sus raíces bien profundas en la tierra y para que el árbol florezca y dé fruto, sus raíces también deben estar en contacto con el agua suficiente o con la humedad para satisfacer sus necesidades. El salmista nos explica que el hombre que ama a Dios, o que ha rendido su propia voluntad a la voluntad del Padre y continúa caminando en el camino de su consagración, es “como un árbol plantado en los ríos de aguas”.
.
La raíces profundas de un árbol son invisibles ante la vista de un hombre en la superficie tal como observamos en la ilustración superior. Así mismo, no hay señales externas como una mayor cantidad actividades religiosas (como hacer muchas horas públicas) o litúrgicas y elementos observables por los hombres que puedan definir si un hombre está enraizado en Cristo. Estar unidos al Maestro es algo invisible a la vista humana. Sin embargo, los frutos espirituales de bondad, amor, servicio e incluso un deseo ardiente de predicar las buenas nuevas son generados espontáneamente como consecuencia natural de un corazón consagrado a Cristo, de la misma forma cómo un árbol da frutos de una forma no obligada ni forzada.
Esto significa que necesitamos que nuestras raíces, o nuestro entendimiento o fe estén profundamente envueltos en las grandes bases de la Verdad, que están centradas en Cristo. El conocimiento superficial de la Verdad no nos ayudará a estar resueltos contra los muchos “vientos” de las falsas doctrinas que están sobrecogiendo a la gente religiosa en los días de la maldad. No será suficiente con saber la Verdad, o cualquier fase de ella, simplemente porque otra persona la sabe. Nuestras propias raíces deben crecer a lo más profundo de las preciadas promesas de Dios centradas en su Hijo, quien nos revela su plan, y estas raíces deben absorber sus nutrientes si nos vamos a parar resueltos. Tenemos que lograr una conexión real y viviente con el Hijo de Dios y el Padre. En sentido verdadero ellos se comunicarán con nosotros.
"Si alguien me ama, observará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él" - Juan 14:23
.
.
Si tenemos raíces apropiadas y bien echadas, podremos hacer frente a todos los malos elementos de los que estamos rodeados en nuestra vida diaria de cristianos. Tanto para crecer como para dar fruto, un árbol necesita luz solar, lluvia y diferentes grados de temperatura. Aún el viento es una ayuda para fortalecer su tronco y sus ramas. Por ello, como cristianos necesitamos la luz del sol del favor de Dios, necesitamos las pruebas, las persecuciones, las obras difíciles y las desilusiones. Necesitamos “cada viento tormentoso que sople” y si estamos enraizados de manera adecuada en la Verdad, esto nos establecerá aún más y causará que abunde nuestro agradecimiento.
Así se cumplirán las palabras de Romanos 8: 35-39
"¿Quién nos separará del amor del Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, o la persecución, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la espada? Así como está escrito: “Por tu causa se nos hace morir todo el día, se nos ha tenido por ovejas para degollación”. Al contrario, en todas estas cosas estamos saliendo completamente victoriosos mediante el que nos amó. Porque estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni gobiernos, ni cosas aquí ahora, ni cosas por venir, ni poderes, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra creación podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús nuestro Señor".